-Gracias por todo, Artemio. Lamento haber echado a perder el paseo.
-¡No te disculpés, prima! Al contrario. ¡Disculpá a la cuzca ésta!
-Si él no hubiera querido ella no lo habría besado… En fin… Ya no importa.
-¡Claro que importa, prima! ¿Vos lo querés?
-Sí. Pero no es alguien en quien pueda confiar.
-Los hombres somos un poco idiotas, Narah. -Intervino Mauro. -A veces las cosas nos ocurren sin que podamos hacer nada por evitarlas.
-Sobre todo con mujeres como Azalea. -Puntualizó Artemio que no sentía el menor orgullo por su hermanita.
-¡Exacto! Y perdonarás la expresión -continuó Mauro -pero así es: Se nos antojan porque son fáciles de conseguir pero no logran tener nuestra atención mucho tiempo. Saciado el antojo se acaba la feria. Dudo que Jaziel se interese en ella. Se ve que te quiere, ¿no, Temo?
Artemio asintió, convencido de ello.
-El único detalle es que siempre tendré que cuidarlo de las mujeres que me rodean, ¿no?
-Solo de las cuzcas. -Dijo Artemio.
Ya se veía jalando de un brazo a Jaziel mientras una rubia siliconeada lo jalaba del otro. Señaló con el pulgar a Artemio nada complacida: -Alentador, ¿no? -Besó las mejillas de sus primos y bajó de la camioneta.
-Idiay, ¿vamos a ir al río?
-No. La verdad es que no quiero estar cerca de tu hermana. Diviértanse. ¡Los quiero!
-¡No puedes dejar que te eche a perder las vacaciones!
-¡Vamos! Te prometo dejarla en la casa.
La fresca se sentía muy mal porque los demás no le hablaban y si lo hacían era para recriminarle el haber lastimado a la prima que todos querían tanto: -¡Andá con ellos vos, Narah! Yo no iré… Además, debés saber que él me dijo que era tu novio. Yo le puse la mano en mi chichi y lo besé cuando vi que venías saliendo del baño. Cuando te fuiste me aventó y me dijo que ya había tenido suficiente de chicas como yo… Ganaste.
-No. Ganaste tú porque no pienso volver a verte. No quiero estar cerca de alguien que está tan dispuesta a hacer esas cosas para lastimarme… Nos vemos después, chicos.
La casa estaba sola. Reflexionaba en las palabras de sus primos mientras se duchaba. Acababa de ponerse unos shorts y una playera cuando tocaron a la puerta.
-¡!
-¿Podemos hablar?
-…Pasa… -Lo dirigió a la sala y le ofreció asiento. -¿Quieres tomar algo?
-Agua por favor.
Se dirigió a la cocina. Volvió con una charola. Puso en la mesita el portavasos, echó en el vaso el hielo y sirvió el agua. La miraba maravillado. Era pulcra y delicada. Se sentó frente a él.
-Lamento mucho haber besado a tu prima.
-Sé que ella te besó a ti. Y sé también que lo hizo para molestarme. Nunca nos hemos llevado bien.
-Pero no hice nada para detenerla.
-Es natural. Eres hombre. Todos son iguales.
-Solo hasta que nos encontramos con la mujer adecuada: Aquella que nos hace sentir cálida el alma y por la que somos capaces de hacer lo que sea... Por eso estoy aquí. Tú eres esa mujer para mí, Narah.
-Tenemos 18 años, Jaziel. Nos falta conocer a mucha gente aún.
-Sí. Lo sé. Pero también sé que ninguna mujer podrá hacerme sentir todo lo que tú me inspiras. Tu prima no es nada para mí. Sé que la cajeteé al no haberla detenido. Perdóname por favor. Jamás buscaría lastimarte de esa manera… Eres la mujer que necesito, la mujer que quiero. Haces de mí un mejor hombre… No soy el mismo desde que te conocí. Es como si hubiera descubierto de repente que la vida no se trata de fiestas, diversión y mujeres. Que hay algo más importante. Algo que quiero encontrar y explorar contigo… Te quiero, Narah… En verdad te quiero mucho, bonita.
-…Yo también te quiero, Jaziel.
Se levantó y caminó hacia ella. Se arrodilló y la tomó de las manos.
-Sé que habíamos acordado esperar para ser novios pero ya no puedo más.
-Recuerda que no fue un acuerdo si no tu decisión.
-Cierto. ¿Quieres ser mi novia?
-Sí, Jaziel.
Sonrieron dulcemente. Se acercó y le tomó el rostro. Le echó los brazos al cuello. Se besaron larga y apasionadamente mientras la noche se abría paso ante la agonizante luz del día.