La ley de Amara

Capítulo 1.

AMARA CORTÉS.

 

22 de Septiembre.

Tres años después.

Amara, 17 años.

10:00 pm.

 

— ¡No puedo más! —Grito dejando salir toda mi frustración.

 

— Hija por favor.. —La voz baja de mi madre me hace enfurecer mucho más.

 

— Amara siéntate. —José, de un modo autoritario, me exige que me siente.

 

Me siento de golpe obedeciéndolo por mi madre que me mira con las manos unidas y apunto de llorar. Esto es lo que tengo que aguantar cada día.

 

— ¿Más tranquila? —Pregunta sacándome nuevamente de quicio.

 

— ¡No! —Exclamo— ¿Sabéis qué? Quedaos con vuestra cena, yo no tengo hambre.

 

Me levanto. No es la primera vez que discuto con mi tío, tampoco será la última vez que lo haga y pienso hacerlo siempre que pueda porque me siento como un pájaro indefenso encerrado en una jaula.

~~

Entro en la habitación, cierro la puerta de un portazo y me siento en mi escritorio. Existe un porqué que explica la razón por la que me siento aquí y miro por la ventana siempre que estoy apunto de explotar.

Vivo justo al lado de Liam, su ventana esta frente la mía y puedo verle.

 

— Hija.

 

— Mamá por favor.. —Suplico— no quiero hablar contigo.

 

— ¿No quieres hablar conmigo? —Pregunta en un tono bastante triste y apagado.

 

— Quiero ser normal, ser como todas las chicas del instituto y no esto.

 

Arrastra una silla y se sienta a mi lado.

 

— Lo que pides no es posible hija. No puedes sentarte y aún sabiendo que no te dará permiso, preguntarle si puedes ir a una fiesta.

 

Suelto una risa sarcástica.

 

— Pensaba que podría relacionarme con la gente.

 

— Conoces bien a tu tío.

 

— ¡Si! Y sigo teniendo la esperanza de que deje de pensar de una manera tan retrógrada. Pero ya veo que nunca lo hará mientras tenga a mi querido abuelo detrás de él susurrándole en el oído.

 

— Dime algo —Toca mi pelo— ¿Por qué quieres ir a esa fiesta?

 

— Porque quiero ser algo más que la chica que no se deja conocer por nadie por culpa de mi familia. Necesito ser una adolescente mamá.

 

Su mirada se dirige directamente a la sombra de Liam en su habitación. Mueve la cabeza y suspira.

 

— ¿Liam? —Pregunta— ¿Por él quieres ir a la fiesta?

 

— No. —Respondo.

 

— Sé que te gusta, eres mi hija, te lo veo en los ojos cada vez que ese chico se cruza en tu camino. —Agacho la cabeza— Pero eres consciente de que no se puede ¿Verdad?

 

— Claro, siempre seré consciente de que no se puede.

 

Me da un beso en la frente.

 

— ¿Puedes dejarme sola?

 

— Claro.

 

Abre la puerta para irse.

 

— Descansa cariño.

 

— Lo haré.

 

En cuanto se va cierro la puerta para tener privacidad. Vuelvo al escritorio, apoyo la cabeza en mis muñecas y miro al frente como una acosadora.

 

— No se puede.. —Susurro.

 

Abro el libro de matemáticas para estudiar pero no consigo concentrarme. Que oportuna es la mente imaginándose historias que no sucederán nunca cuando más concentrada quiero estar.

Muerdo el bolígrafo nerviosa, vuelvo a levantar la cabeza y lo descubro mirándome. Levanto la mano y lo saludo sutilmente, a lo que él responde saludándome también.

Se acerca al cristal, lo empaña con el aliento y escribe algo en el: ¿Todo bien?

 

Me aseguro de que nadie me descubre y empaño también el mío para responderle. Así nos hablamos casi todas las noches.

 

Respondo:

 

Si.

 

Alza la ceja confundido por mi frialdad y me señala riendo.

 

Él escribe:

 

¿Antes de la primera clase?

 

Sonrío. Es tal dulce.

 

Respondo:

 

Si.

 

Limpia el cristal borrándolo todo y se despide con la mano. También borro todo lo que he escrito, cierro la cortina tras quedarme unos segundos hasta que apaga la luz y me tumbo en la cama.

Suelto un leve suspiro. Doy vueltas en la cama envuelta en mis pensamientos y me tapo el rostro con las manos desesperada porque mi mente no deja de imaginar.

~~~~

7:00 am.

 

Suena el despertador. Me recojo todo el pelo en un moño y me pongo en pie para enfrentar un nuevo día.

Abro la cortina, me estiro y después de bañarme, baño a desayunar.

 

— ¿De mejor humor? —Pregunta mi prima Aitana— Ayer estabas de un humor de perros.

 

— Estoy bien. —Contesto muy fría— No te preocupes.

 

— Amara —Mi tío José llama mi atención. De seguro va a echarme su típica mini bronca después de mis arrebatos, que no son pocos.

 

— ¿Sí?

 

— No quiero que vuelvas a comportarte como lo hiciste ayer. No voy a permitir ningún otro comportamiento como ese.

 

— Es que no entiendo todo esto.

 

— No llegaste ayer. Si no hace tres años.

 

— Si, pero aún no logro entender como la ley de nuestra familia sigue pasando de generación en generación con lo retrógrada que es. No entiendo como siguen obedeciéndola y no entiendo porque simplemente aceptáis que no podéis controlar todo.

 

— Hemos discutido esto mil veces.

 

— Si y todavía no me queda claro. Solo sé que quién inventó las estúpidas normas, no sabía que las mujeres sufriríamos mucho más por ellas.

 

Me bebo el zumo de golpe y me levanto.

 

— ¡Detente! —Exclama.

 

— Solo quiero tomar el aire.

 

Salgo al porche. Hace mal tiempo y muchísimo frío, pero me da igual, con tal de no pasar ni un segundo más dentro, soy capaz de congelarme aquí fuera.



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En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

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