La ley de Amara

Capítulo 6.

AMARA CORTÉS.

 

Hace tres años que lo conocí, dos y medio siendo mejores amigos, consolándonos mutuamente y nunca me había abrazado así. Jamás había sentido con tanta intensidad que le importo como para enfrentar cualquier cosa.

 

Me alejo prevenida, mirando a todos lados y doy un paso hacía atrás.

 

— ¿Ahora qué pasa? —Pregunta en un tono bastante desesperado.

 

— No podemos hacer esto de nuevo —Respondo triste— corremos peligro de que nos vean y para mi no sería tan fácil como para ti.

 

— ¿¡Por qué!? No entiendo que tiene de malo ser amigos. Todo el mundo tiene amigos ¿Acaso tú no puedes tener?

 

— Si, pero no como tú. —Me mira lleno de extrañeza. Puede que lo que acabo de decirle lo haya dejado un tanto tocado.

 

— ¿Cómo yo?

 

— De raza distinta.

 

— ¿Somos animales? —Niego con la cabeza— ¿Por qué tenemos qué tener etiquetas?

 

— No es tan fácil Liam —Me acerco— te juro que si me hubieras conocido cuando mi padre vivía, en este momento no sería necesario vernos a escondidas y ocultar nuestra amistad.

 

— ¿Tu padre era diferente?

 

— Mi padre se enamoró de una mujer distinta y eso causó bastante lío en mi familia, pero consiguió irse lejos y comenzar una vida con ella. Mi madre me lo contó hace poco y acabo de enterarme que soy medio marroquí.

 

— Oh...

 

— Ella no quiere que yo cometa el mismo error por muy bonito que fuera todo después de eso... Hubo daños colaterales, su padre murió por su culpa.

 

Liam no es capaz de procesarlo todo de una vez y es obligado a sentarse para coger un poco de aire. Me siento un poco lejos de él y lo miro dulce.

 

— ¿Tampoco tienes su apoyo en esto?

 

¿Esto? No entiendo muy bien qué quiere decirme con "esto". Sin embargo encojo los hombros y le hago entender que si sé de lo que está hablando.

 

— Supongo que no. Prefiere que siga todo al pie de la letra porque acaba de ocurrir algo parecido en casa y están bastante alterados.

 

— ¿Qué?

 

— Mi prima Cora se ha enamorado de un chico ajeno a nuestra raza y mi abuelo se comportó como un troglodita con ella. La golpeó, gritó e insultó con crueldad. Ahora debe estar encerrada en su habitación completamente rota —Con el dedo remueve la tierra del suelo— ¿Sabes qué pasaría si nos descubren?

 

— Solo somos amigos. —Aclara.

 

— Pero nos vemos a escondidas, eso de por sí los hará dudar de nuestra amistad.

 

Se pone en pie, mete las manos en sus bolsillos y suspira. Lo conozco, está apunto de negarse a que dejemos de ser amigos y no habrá nada en el mundo que lo haga cambiar de opinión. Él es así, terco como una mula, tierno como un osito de peluche y gracioso como un payaso, cuando se le juntan todas las cualidades está bien, pero cuando sólo una de ellas actúa, puede llegar a ser irritante.

 

— ¿Por qué me miras así? ¿Me estás leyendo la mente?

 

— No —Rio— pero se que vas a negarte a cualquier cosa que te pida.

 

— ¿Cómo puedes conocerme así? Me asustas.

 

— Pues porque aunque no te vea diariamente en persona, todos los días, casi a todas horas, nos miramos a través de nuestras ventanas. Sé cuando sonríes falsamente, sé cuando estás triste, sé cuando mientes porque se te dibuja un gracioso hoyuelo aquí —Le toco el lado derecho de la mejilla— sé muchas cosas de ti.

 

— Yo también, por eso sé que el otro día cuando me dijiste que estabas bien, no lo estabas.

 

— Lo supuse.

 

— Puedes contarme cualquier cosa, da igual lo que sea.

 

— Puede que algunas cosas estén mejor siendo solamente secretos. —Me pongo en pie.— Me voy, no quiero que Aitana salga como una loca buscándome, ni que ninguno de mis primos nos vean.

 

— Em.. —Parece nervioso— ¿Puedo preguntarte algo?

 

— ¿Tiene qué ser ahora?

 

— No puedo ponértelo en la ventana —Bromea— Necesito preguntarte.

 

— Entonces pregunta —Lo observo atenta— te escucho.

 

— ¿Por qué tú madre te habló de su pasado refiriéndose a nosotros dos? —No se que decir. Me quedo perpleja ante su pregunta y empiezo a derivar.

 

— Nos vemos más tarde.

 

— No es cierto, no nos vamos a ver más tarde. No hasta que tú no encuentres un momento en el que no corramos el peligro de ser descubiertos.

 

— Puede que esta noche podamos vernos un rato. Hoy se van al culto y yo.. bueno, diré que estoy enferma, que me quedaré en la cama y tendremos una hora para poder estar juntos.

 

— ¿Culto?

 

— Es una iglesia para nosotros.

 

Me marcho lo más rápido que puedo cuando veo a uno de mis primos paseando por el pasillo. Espero que Aitana no haya cometido el error de decirles que todavía no he entrado a clase.

Liam se mantiene escondido hasta que yo llego a clase, afortunadamente por una hora estamos en clases separadas y no los delatamos entrando juntos a la misma.

 

— Llega tarde. —Dice el profesor bastante molesto por mi interrupción— Debería echarla fuera.

 

— Disculpe.. me encontraba mal. —Contesto.

 

Él no hace más preguntas. Creo que ha dado por hecho cuáles eran mis malestares. Que molesto que siempre que alguna de nosotras dice que se encuentra mal, den por echo que se trata de la menstruación.

 

— ¿Dónde estabas?

 

— Hablando con Liam. No me mires así, te estoy diciendo la verdad ¿O no es lo qué querías?

 

— ¿No habíais roto la amistad?

 

— ¿Por qué tienes tanto interés? Si nos descubren pagaré yo, tú no. Seguro que José defiende a su hija pequeña y da por echo que no sabías nada, puedes despreocuparte.



#5551 en Novela romántica
#647 en Thriller
#220 en Suspenso

En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.