La ley de Amara

Capítulo 31

LIAM COOPER.

 

Lydia se queda un poco más hablando de los arreglos del baile con Amanda, su mejor amiga.  Salgo para tomar un poco de aire y choco con Amara que entra cuando yo salgo.

 

— Tú. —Es lo único que soy capaz de decir.

 

— También estudio aquí por si no lo recuerdas. —Su tono es muy borde, nunca me había hablado así.

 

— Sin embargo nunca te habías saltado clases.

 

— Hoy si, alguien me necesitaba y yo estaba muy preocupada.

 

Fijo la mirada en el frente, el coche de Aaron está apunto de cruzar a la carretera. Ya veo quien la necesitaba.

 

— El perfectísimo Aaron. —Muevo la cabeza— Claro, cualquier excusa es buena para tenerte cerca.

 

— En primer lugar —Lo empujo— que tú no veas lo mucho que sufre, no quiere decir que sea perfecto y en segundo lugar no me ha pedido que vaya, he ido porque estaba preocupada.

 

— Te importa mucho más de lo que dices.

 

— Si, me importa mucho más de lo que puedes llegar a imaginar.

 

Me mira fijamente, su actitud no es la mejor y lo entiendo.

 

— Me confirmas todo lo que sospecho.

 

— Si sospechas es que nunca me has conocido en realidad. —Pasa por mi lado dándome con el brazo para que le haga espacio.

 

— Tal vez no. —Digo lo suficientemente alto para que todos los que están recogiendo sus cosas de las taquillas nos miren.— Me engañaste todo el tiempo.

 

— ¿Me vas a decir tú qué yo te engañé? No soy yo quien de repente cambia la actitud, aparta a la que se suponía que era su mejor amiga y se convierte en el chico popular que tantas veces dijo que nunca sería. Ahora sé que no se puede decir nunca, ahora sé que yo ni siquiera conocía a mi mejor amigo.

 

La agarro del brazo.

 

— No quiero que vuelvas a tocarme Liam. —Dice mirándome de un modo que nunca ha hecho— No quiero ni que me dirijas la palabra.

 

— Tampoco eres tan importante para mí.

 

Se queda en silencio. La expresión de su rostro es de asco y se va.

 

— Muy bien Liam —Habla mi hermana aplaudiendo por detrás— me alegra que aceptes la popularidad, que socialices pero no comparto la manera en la que estás tratando a Amara.

 

— No me cuestiones.

 

— ¿Por qué lo haces? ¿Para qué te odie?

 

— Me aseguró que lo suyo con Aaron no era nada y cada día que pasa veo más claro que me estaba mintiendo.

 

— ¿Te has parado a pensar en qué tal vez Aaron no sea la persona horrible qué piensas qué es? —Pregunta haciendo que agache la cabeza— Estas dejándote llevar por una suposición. Quiero a mi hermano, te quiero —Pone la mano encima de mi hombro— no quiero a una copia de los chicos sin sentimientos que rondan a tu novia.

 

— Le importa. Ha corrido a buscarlo en cuanto ha tenido oportunidad.

 

— Por supuesto que le importa, a todos nos importa la persona que nos presta su hombro para poder llorar en él y deja de importarnos quien nos causa las lágrimas.

 

AMARA CORTÉS.

 

Me encierro en el baño.

 

Miento si digo que no me importa cada palabra que sale de su boca, que no me arde el corazón cada vez que me acusa o me habla de esa manera. Él está siendo injusto conmigo, quiere convertirme en la culpable de todo y así poder desahogarse conmigo.

 

— ¿Amara?

 

Aitana cierra al entrar.

 

— Lo he oído todo, menudo imbécil. —Pone la cabeza en mi hombro y me acaricia el brazo intentando consolarme. —Pasa de él.

 

— Lo hago, tú lo has visto, pero no me deja seguir con mi vida. No quiere que seamos amigos pero no me deja pasar pagina de una vez.

 

— ¿Lo sigues queriendo?

 

— Claro que lo quiero Aitana, no puedo dejar de quererlo de la noche a la mañana después de tanto tiempo. —Con un poco de papel me seca las lágrimas.

 

— No te merece.

 

— No te imaginas cuantas veces me lo repito. Cuando despierto, cuando pienso en él, cuando me acuesto ¡Quiero sacármelo del corazón! Te juro que es lo único que quiero.

 

— Lo sé. —Susurra.

 

— No es fácil.

 

Después de unos minutos, salimos para esperar a que tío José venga a recogernos. No quiero seguir cruzándome con los enamorados y tampoco quiero que note que me ha afectado nuestra discusión.

 

— Ahí está.

 

— Por fin.

 

José se detiene delante de nosotras y subo la primera. Liam sale con Lydia y ambos se van en su coche.

 

No los soporto.

 

— Christian me ha preguntado algo bastante raro en la última clase. —Susurra Aitana.— Me ha preguntado sobre tus sentimientos.

 

— ¿Qué? ¿Y qué le has dicho?

 

— Nada, he respondido encogiendo los hombros. Pero me ha preguntado y parecía muy interesado.

 

— ¿Crees qué lo ha enviado Liam?

 

— Posiblemente, es su mejor amigo, tal vez quiere saber cuales son tus sentimientos por Aaron y si estás enamorada de él. —Resoplo.

 

— Que estupidez.

 

— Todos te hemos visto cuando querías irte. —Susurra para que su padre no escuche nada— Ibas a saltarte un examen muy importante por ir a buscarlo.

 

— Solo complican las cosas. Deberían dejar de preguntar por mi vida y centrarse en la suya propia. —Miro por la ventana— ¿Qué le importará a él lo qué yo sienta? Su amigo dejó bastante claro cómo son las cosas.

 

— Si, eso pensé.

 

— No siento nada más que cariño por Aaron y también lo digo para que dejes de decir tonterías. —Mueve la cabeza— No siento amor por él, tan solo amistad.

 

— Ya, ya, me queda claro, tranquila.



#4023 en Novela romántica
#449 en Thriller
#156 en Suspenso

En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.