La ley de Amara

Capítulo 32

AMARA CORTÉS.

 

Me siento frente al escritorio. La habitación de Liam vuelve a estar encendida pero sigue completamente vacía, observo con atención, él parece estar buscado algo entre dos bolsas, levanta la mirada y se da cuenta de que estoy observándolo. No aparto la mirada ¿Para qué? Quiero que se dé cuenta de que no tengo que sentirme culpable cuando ni siquiera nada de lo que nos ha pasado es mi culpa.

 

— Amara. —Aitana aparece y cierro la cortina.

 

— ¿Qué pasa?

 

— El abuelo quiere hablar contigo, no me preguntes, no sé de sobre qué pero parece importante. —Suspiro. Él siempre molestándome para decirme cosas sin sentido y estúpidas.

 

Bajo las escaleras. Está hablando con tío José, parece que la conversación es bastante seria y que tiene que ver conmigo. Me siento a un lado y espero a que ambos se den cuenta de mi presencia.

 

— Amara. —Habla mi abuelo— Necesito hablar contigo sobre algo.

 

— Estoy aquí, puedes hablar cuando quieras.

 

— Tus primos me han informado de lo que has hecho hoy. —Siempre ellos, siempre espiándome e incluso cuando para todos tengo novio. — Te has saltado una clase y te has ido ¿Dónde?

 

— No saco malas calificaciones en esa clase, puedo saltármela perfectamente para descansar y comer algo. —Encojo los hombros.— ¿O también tengo prohibido comer?

 

— Tienes prohibido saltarte clases ¡Absolutamente prohibido! Y no nos mientas, te subiste en un autobús y te marchaste ¿¡Dónde!? Dinos con quien te fuiste.

 

— ¿Con quién? Ya sé, pensáis que tengo un lío con alguien y que estoy avergonzando a la familia ¿No es cierto? —Me pongo en pie— Os encantaría que lo hiciera solo para poder golpearme.

 

— No quiero golpearte. —Dice— Dime en que lugar estuviste todo el tiempo.

 

— Con Aaron, él me necesitaba —Explico— ¿Es malo ayudar a alguien?

 

— Aaron y tú podéis veros todo el tiempo, pero no es excusa para irte de la universidad. Me rogaste para poder ir.

 

— Aaron es más importante que una simple clase y no me arrepiento de nada.

 

Da un fuerte golpe en el suelo con el bastón. Su mirada es autoritaria, no creo que le guste que me escape para ir a ver a Aaron ¿Quién lo entiende? Estaba deseando casarme, fue él quien lo trajo, no entiendo su cambio ahora. Tío José habla con él en voz baja, discuten e incluso sube el tono de la voz por unos segundos y me mira de nuevo.

 

— Aaron es tu novio pero no por ello voy a permitir que hagas lo que quieras con respecto a él. —Cruzo los brazos— A partir de ahora no podrás verlo cuantas veces quieras, tendrás que pedirme permiso para hacerlo.

 

— ¿Qué? Esto es de locos.

 

— Os veis muy a menudo, no creo que os echéis de menos.

 

— Abuelo, no me estoy acostando con Aaron ¿Es lo qué crees? —Pongo los ojos en blanco cansada de esta situación— Aaron y yo no hacemos nada malo cuando estamos juntos, no entiendo porqué quieres poner un límite en nuestras salidas.

 

— Porque sois novios, no sois marido y mujer todavía.

 

— ¿Para verlo seguido tengo qué casarme? —Pregunto riendo— ¿Y para ir al baile con él qué debo hacer? ¿Tener un hijo? ¡Patético!

 

— Es mi última palabra.

 

Se levanta. Me levanto tras él muy molesta y mi madre me agarra del brazo impidiendo que siga quejándome por su decisión. Me empuja hasta la cocina y cierra la puerta silenciosamente. Me mira atenta, como si estuviera analizando mi actitud, tal vez buscando una señal, algo que le diga que estoy actuando para que el abuelo no sospeche de mí.

 

— Es verdad. —Dice llamando mi atención— Te afecta que te estén limitando con ese chico.

 

— Es mi único amigo. Liam me abandonó, me dejó para irse con la gente popular y Aaron se quedó. —Acaricia el largo mechón de pelo que se escapan de la goma— Con él puedo ir donde quiera y hablar con quien quiera, están robándome la libertad de nuevo ¡Y no es justo!

 

— No reclames —Pone la mano en mi boca— No lo hagas o te obligará a dejar la relación. Solo te está limitando porque teme que te escapes antes del matrimonio.

 

— ¿Matrimonio? ¿Ya?

 

— No te preocupes, solo vosotros podéis ponerle fecha, nadie más. —Suspiro aliviada, por un momento pensaba que me obligarían a casarme pronto. — Pero si quieres seguir viéndolo, tienes que respetar las decisiones de tu abuelo.

 

— Ser sumisa.

 

— Ser inteligente. —Sonríe— está enfadado, es todo, se le pasará pero para entonces tienes que cumplir con lo que te pide.

 

Muevo la cabeza. Mamá parece ser una experta, parece que más de una vez ha sido sumisa ante las decisiones del abuelo ¿Para tener algo a cambio? Ya no sé si conozco a mi madre tanto como pensaba, ahora creo que siempre fue diferente y que tiene bastante astucia, la tiene incluso para controlar al abuelo. Le tiene miedo, si, pero no se deja atemorizar, todo lo hace con inteligencia.

 

— Ve a tu habitación. —Me da un beso.

 

Odio que me envíen a mi habitación para mantenerme callada. Odio que lo hagan y odio que me traten como una pobre niña manejable que debe aceptar todas las órdenes.

Me siento en la escalera, no obedezco y prefiero quedarme sentada, observando y escuchándolo todo. A mi prima Cora gritar que ya no aguanta más, a Aitana pedirle que no siga gritando y a mi abuelo... él le repite una vez tras otra que no la dejará salir hasta que olvide a ese chico.

Ella merece ser feliz pero nuestro abuelo se lo impedirá por todos los medios posibles. Todo por lo que le hicieron a él en el pasado, todo por nuestra abuela.

 

— Amara, ve a tu habitación. —Pide tío José— En un rato voy a subir a hablar contigo.



#4004 en Novela romántica
#451 en Thriller
#157 en Suspenso

En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.