La ley de Amara

Capítulo 33

AMARA CORTÉS.

 

Cierro la cortina de nuevo. El corazón me late muy fuerte pero noto algo distinto... No sé qué, pero algo ha cambiado.

Me asomo haciendo un hueco en el filo de la cortina, ahí sigue, esperando una respuesta por mi parte ¿Pero qué quiere qué le diga? Ni siquiera puedo salir a mi antojo con Aaron ¿Cómo se le ocurre pensar qué puedo escaparme para verlo a él? Después de todo... No es algo que quiera hacer.

 

Tomo aire.

 

Saco un cuaderno y escribo en el.

 

"¿Hablar? Pensaba que estaba todo hablado. No puedo salir cuando quiero, lo sabes ¿O también lo has olvidado? "

 

Lo pongo contra el cristal. Él lo lee rápidamente, mueve la cabeza y junta las manos para suplicarme: "Por favor" puedo leer en sus labios.

 

— No. —Digo para que él también lea los míos.

 

Escribe de nuevo, esta vez mucho más rápido.

 

"Necesitamos hablar, aclararlo todo, necesito que me dejes hacerlo."

 

A pesar de que delante de mí tengo al antiguo Liam, no sé qué pensar, ha cambiado demasiado y no confío en él como antes. Abro la ventana, miro a los lados y levanto la mirada. Él ha hecho lo mismo.

 

— No tenemos nada de lo que hablar. —Mi voz es lo suficientemente audible para él.

 

— Sabes que no es así.

 

— ¿No me dijiste qué ya no querías mi amistad? Entonces déjame en paz.

 

— Amara entre nosotros hay demasiados malentendidos.

 

— Entre nosotros había confianza ciega y tú no me creíste ¿De verdad piensas qué quiero hablar contigo sobre algo? No. Antes lo habría hecho, pero me has tratado como una extraña y has sido cruel conmigo.

 

— Pensaba que me habías engañado.

 

Pensaba. Claro, es que ya no lo piensa. No hace ni un día que me ha dicho que no le importo y ahora me viene con cuentos para hacerme caer en sus manos, para que lo crea como idiota ¿En serio? Le quiero, claro que le quiero, pero ahora sé que me tengo que querer a mí más que a nada en el mundo. Alguien que no te sabe valorar, es alguien que no merece estar en tu vida, ni siendo un simple amigo.

 

Lo miro a los ojos desde la poca distancia en la que estamos. Sus ojos están tristes, verdaderamente tristes y puedo decir que hasta son sinceros, pero el daño que me ha hecho con sus palabras es imborrable.

 

— Te lo suplico.

 

Suspiro.

 

Vuelvo dentro al ver que alguien de mi familia sale al jardín delantero. Hablo otra pagina en mi cuaderno y escribo en el:

 

"Mañana, no te daré más oportunidades. Antes de entrar a clase hablaremos en los baños como hacíamos antes."

 

Asiente con la cabeza y yo bajo la persiana, no quiero seguir cayendo en la tentación de mirarlo cada dos por tres.

 

AARON MARTÍNEZ.

 

Mamá alza la voz.

Salgo de mi habitación, dejarla sola mientras discute con papá es bastante arriesgado y mucho más en las condiciones en las que él se encuentra.

Ambos están gritándose, hablando sobre algo que no logro entender y que callan al verme llegar.

 

— Hijo, no pasa nada. —Asegura mamá acercándose a mí— Te prometo que todo está bien.

 

— No confió en él.

 

— Soy tu padre y te repito que tienes que tener respeto o te parto la cara. —Advierte señalándome con el dedo.

 

— Puedes hacerlo las veces que quieras ¡No me importa! —Le grito. Nunca antes le había alzado la voz así— Estoy cansado de tus borracheras, de tus resacas ¡De todo esto! Hacía mucho que no te drogabas y que no tomabas alcohol, lo has tirado todo a la basura, todo el tiempo que he perdido contigo y todo el tiempo que mamá ha estado cuidándote en el hospital ¡Para nada! Lo has lanzado sin más.

 

— ¿Quieres irte cómo tu hermana? —Pregunta abriendo la puerta— ¡Pues vete! Tu presencia me enerva.

 

— ¿Por qué? ¿Por qué no cierro la boca cómo me has tenido enseñado todos estos años?

 

Levanta la mano para golpearme pero mamá se interpone llevándose la bofetada que iba dirigida a mí. Me cubre con sus brazos y retrocedemos. Ella me obliga a hacerlo.

 

— Suéltame.

 

— Es tu padre Aaron.

 

— ¡Ese golpe iba para ti! Claro, tu madre siempre protegiéndote, ella te ha convertido en el mimado que eres ¡Nadie más tiene la culpa de tus faltas de respeto! —La aparto. No puedo seguir teniéndole miedo.

 

— ¿Mimado? ¿Quién me ha mimado? Todo lo que tengo me lo he ganado, tú solo te has dedicado a ponernos límites, normas, prohibiciones ¡Tú solo nos has amargado la vida desde niños! Graciela hizo bien en irse, ojalá nunca regrese a esta casa.

 

Pone la mano en mi nuca, me agacha la cabeza y me obliga a salir de casa. Recibo un fuerte empujón por su parte.

 

— No quiero volver a verte aquí.

 

— No me iré, no mientras mamá siga contigo.

 

— Tu madre va a quedarse conmigo quieras o no. —Frunzo el ceño— Tú puedes irte.

 

Cierra la puerta. La golpeo infinitas veces. Espero sentado en las escaleras horas y horas hasta que alguien abre la puerta.

 

— Mamá.

 

Ella no levanta la cabeza. Pongo los dedos en su barbilla y la obligo a mirarme. Afortunadamente no tiene ningún golpe pero sus ojos están hinchados de tanto llorar.

Arrastra mi maleta y me la entrega.

 

— Vete ¿Sí? No puedes quedarte aquí mientras que tu padre esté en ese estado.

 

— Papá está sobrio.

 

— Tu padre está encerrado en su habitación como solía hacer cuando teníais trece años... Por favor Aaron, vete con tu abuelo. —Me da un beso en la frente— Yo estaré bien.

 

No es cierto, no estará bien. Para que lo esté tendría que ser una esposa sumisa, callada y casi muerta para él, pero de todos modos recibirá golpes por su parte, estoy seguro que se desahogará con ella.



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En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

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