La ley de Amara

Capítulo 34

AMARA CORTÉS.

 

Nunca creí que tuviera que decidir un día. Que en algún momento existiera alguien más que Liam para mí. Antes solo me importaba él y nadie más.

Aaron me mira mientras que Liam insiste en ser él el centro de toda mi atención. Habla y habla tratando de que le haga un poco más de caso e intentando por todos los medios que ignore a Aaron y finalmente me decida por él

 

— Amara tenemos que hablar de algo más. —Dice casi en una súplica. Pero me doy cuenta de algo, lo hace a escondidas, como si temiera que todos supieran que esta suplicándome.

 

— Liam. —Giro la cabeza dándole la atención que tanto está pidiéndome. Él sonríe. — ¿Qué mas quieres decirme?

 

— Es mejor hacerlo en privado y alejados de esto.

 

— Esto. —Muevo la cabeza— ¿Te refieres a Aaron?

 

— Me refiero a todo, no solamente a Aaron.

 

— No tenemos que seguir hablando de nada, ve con tus amigos nuevos y vuelve cuando no te avergüence que te vean conmigo. —Me coge del brazo. — Suéltame Liam.

 

Aitana aparece buscándome y nos encuentra discutiendo. Se posiciona a mi lado y lo agarra del brazo para que me suelte. Quiere persuadirlo, hacerlo entender que si nos ven en esta circunstancia pueden meternos a las dos en un buen lío e incluso prohibirme seguir estudiando. Él acepta y entiende que no está bien lo que esta haciendo.

 

— Lo siento. A veces olvido que tú... —Se calla para no joderlo todo mucho más.

 

— Que no somos iguales.

 

Cuando me quiero dar cuenta, Aaron ya no está, ha desaparecido entre la gente que estaba entrando en clase mientras Liam y yo discutíamos. Lo he notado, estaba peor que nunca y para Aaron el simple hecho de no poder ni siquiera fingir una sonrisa es demasiado. Lo que sea que le esté ocurriendo debe ser demasiado grave.

 

— ¿Dónde vas? —Pregunta Aitana cuando nota que quiero saltarme otra clase.— ¿Escuchaste a mi padre? No puedes hacerlo.

 

— Pero... él —Digo molesta por no poder hacer lo que yo quiera y tener que obedecer por obligación— ya, si, tienes razón.

 

Pese a que quiero buscarlo y preguntarle qué pasa, decido no hacerlo. Mi abuelo ya me ha dado un ultimátum, una última oportunidad y si me salto otra clase estoy segura de que me prohibirá seguir hablando con él, no le importará que era el hijo de su ahijado, simplemente suspenderá todo aquello que le ha prometido a su familia y no me dejará acercarme nunca más a Aaron.

 

Después de clase ambas nos vamos a la cafetería pero yo no soy capaz de seguir ignorando todo lo que está pasando: El repentino cambio de Liam, los problemas de Aaron e incluso mis propios problemas.

 

— ¿Te sientes bien? —Pregunta Aitana poniendo su mano encima de la mía.

 

— ¿Sabes si los de grado superior están entrenando hoy?

 

— Creo que si, entrenan todos los días a esta hora ¿Vas a ir?

 

— Si. —Agarro mi bolso— Solo serán unos minutos.

 

— Pero mis hermanos nos están mirando.

 

— Tus hermanos me dan exactamente igual. Además, voy a ver a Aaron, no a Liam.

 

Acelero el paso caminando bajo la mirada de mis primos. Ellos me perseguirán, estoy completamente segura, ellos han sido los que me delataron con el abuelo y los que quieren más que ninguna otra persona encontrar algo malo en mí. Me escondo en uno de los baños y consigo despistar a cada uno de ellos. Los muy estúpidos creen que son más listos que yo ¿Quién ha estado tres años viéndose con un chico? A estas alturas voy muy por encima de cada uno.

 

— Trogloditas. —Pongo los ojos en blanco.

 

Corro en sentido contrario. Llego hasta la cancha de baloncesto. Aaron juega concentrado, pasando completamente de los consejos del entrenador, él le pide que descanse pero no lo hace, sigue jugando sin ni siquiera detenerse a beber un poco de agua.

Me siento para esperar a que termine el entrenamiento para poder hablar con él y saber por fin que lo tiene tan atormentado, agitado y triste.

 

— Amara —Su amigo Pablo me sorprende— ¿Qué haces por aquí?

 

— ¿Tú no deberías estar entrenando?

 

— Acabo de llegar, tenía un examen importante. —Se sienta para ponerse los zapatos— ¿Esperando a Aaron?

 

— Si, no lo veo muy bien.

 

— Tienes razón, hoy lo encuentro bastante apagado. —Le doy la razón con la cabeza—Somos amigos desde primaria y nunca antes lo había visto tan triste.

 

— ¿Tú... sabes lo de su padre?

 

— Aaron ha pasado mucho Amara, muchísimo. Fuimos vecinos por un tiempo y te aseguro que vivió un verdadero horror.

 

— Me lo imagino, cuando fui a verle estaba todo golpeado y su padre como loco.

 

— Le haces bien, créeme.

 

Acaba de prepararse y corre a la cancha.

 

Pablo avisa a Aaron de mi presencia y él deja de entrenar para acercarse. Mete los dedos por su pelo y se peina un poco. Está lleno de sudor, pero aún así está bastante guapo.

 

— Hola. —Su voz es baja y cansada— ¿Por qué no me has avisado? ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

 

— El suficiente para ver cómo juegas cuando quieres distraerte y dejar de pensar. Ven, siéntate. —Lo hace. Pone los brazos sobre sus piernas y me mira.

 

— ¿Qué pasa?

 

— Desapareciste y no pudimos hablar. —Frota las manos y encoge los hombros. — De verdad quería hablar contigo más que otra cosa.

 

— No te preocupes, es solo una mala racha.

 

— No te creo, a mi no vas a engañarme como has hecho con todas las personas todo el tiempo. Dime, cuéntame qué pasa, quiero ayudarte.

 

Siente vergüenza. Se lo noto en el rostro, en la manera en la que gira la cabeza e intenta huir de mí a toda costa.



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En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

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