AMARA CORTÉS.
Sus amigos nos miran, eso hace que me entre la timidez y me aleje de él algo disimulada para no hacerlo sentir mal. Cada vez lo siento más cerca y debo admitir que mi vida es mucho más distinta desde que apareció. Soy más libre, menos lo que era hace unos meses.
— ¿Sigue en pie lo de irnos hoy? —Pregunto observando como de una manera hermosa se dibuja en su rostro una sonrisa.
— Por supuesto que si. —Responde y me da un toque en la barbilla con el dedo. — Te dije que íbamos a olvidar las penas ¿No?
— Tengo que contarte algo, mi abuelo piensa que estamos haciendo cosas que no están permitidas y quiere que nos veamos mucho menos. Todo por saltarme una clase para ir a ver como estabas. —Pongo las manos bajo mis muslos para calentarlas— Ya sé que es algo absurdo.
— ¿Por qué te saltas clases?
— Ese no es el caso ¿Qué pasa si no me permite ir contigo hoy?
— Sé como ganarme al sargento. —Rio por como lo ha llamado— Puede que le encante prohibir pero me escuchará y confiará en mí.
— No sé si eso es bueno o es malo.
— ¿Por qué iba a ser malo?
— Porque antes pensaba que tú eras parte de un plan de mi abuelo. Pensaba que estabas aliado con él. —Ríe, echa la cabeza hacia atrás y con los dedos me golpea levemente la cabeza.
— Lo creíste para convencerte de que era una mala persona ¿No? Para odiarme porque según tú no era normal mi comportamiento comprensivo.
Me avergüenzo. Ahora tengo muy claro que él no es como pensaba y si, puedo decir que confío en él, que metería la mano en el fuego por él si hiciera falta porque siento que no va a fallarme.
Aaron permanece con los ojos sobre mí, sonriendo por un breve momento y eso me hace sentir un poco nerviosa.
— Tengo que irme —Digo mirando mi reloj— pronto entro a segunda hora.
— Voy a las cuatro a por ti.
— ¿Tan pronto? —Pregunto, responde asintiendo con la mirada y encoge los hombros.— Vale, estaré preparada.
— Ven con ropa cómoda, lo pasaremos bien.
Cojo mi bolso. Él me acompaña hasta la puerta y yo me giro para hacerle una última pregunta. Me da curiosidad. Siempre lo prepara todo a última hora y no sé cómo lo hace.
— ¿Dónde vamos a ir?
— Vamos a pasarlo muy bien. —Asegura— ¿Confías en mí?
— Si.
— Entonces despreocúpate.
Lo llaman para seguir entrenando. Se despide de mi con la mano y yo vuelvo con Aitana para ir a clase. Liam y yo nos cruzamos varias veces, a parte de tener varias clases juntos, desgraciadamente tenemos que vernos la cara todo el tiempo por los pasillos en cada cambio de clase.
LIAM COOPER.
11:00 am.
Consigo alcanzarla en un cambio de clase. Quiero hablar con ella sobre mucho más de lo que hemos hablado.
— ¿Ahora qué? —Pregunta mirando a los lados— Si me ven me meterás en un buen lío.
— Necesito que sigamos hablando Amara.
— ¿Sobre qué? Ya me has pedido perdón y lo acepto.
— Pero no me perdonas.
— No te perdono porque mientras me pides perdón, te esconde para que no te vean conmigo. Eres... —Suspira— Liam, eres importante para mí, siempre lo serás pero me has demostrado mucho más en este tiempo que en todo lo que llevamos siendo amigos. Ahora sé quién eres.
— ¿De verdad? ¿Quién soy?
— No eres capaz de aceptar delante de todos que quieres seguir siendo mi amigo porque temes que te vuelvan a dejar de lado.
— No es cierto.
— ¿No? Entonces vamos, llévame donde tus amigos y diles, di delante de tu novia que quieres que te perdone porque soy tu mejor amiga.
Trago saliva. No quiero hacerlo. La quiero, por supuesto que la quiero, pero... mi nueva vida es diferente, es divertida, excitante y soy muy sociable. No quiero volver a estar solo sentado frente a una ventana esperándola, no quiero volver a ser el chico popular pero sin amigos por estar pendiente de ella.
— Ahí está, te avergüenzas de mí. Lo haces porque no soy como ellos, lo haces porque seguramente les has contado cosas horribles sobre mí ¿O no? —Trago saliva. Dije cosas horribles por culpa de la rabia.
— Podemos ser amigos, hablar por la ventana como solíamos hacerlo... Todo puede ser como antes.
—La cuestión es que no quiero que sea como antes. —Retrocede caminando para atrás— Ahora tengo libertad Liam, puedo hablar con todo el mundo ¡Ya no tengo qué esconderme todo el tiempo! Pero tú quieres que volvamos a esos tiempos porque no quieres que tu novia, tus amigos y toda la gente sepa que volvemos a ser amigos.
— No es así...
— Es así.
Esta vez es ella la que me mata mirándome llena de decepción. Ya sé que es egoísta y que le estoy pidiendo algo doloroso, pero necesito que me entienda... Necesito que lo haga.
— Amara.
— ¿Por qué no dejas de hacerme daño? —Llora— ¿Por qué insistes en acercarte para después alejarte? ¿¡Eh!?
— No quiero hacerte daño.
— Lo haces. Me demuestras que no te importo lo suficiente y que te avergüenza que te vean conmigo ¡Eso demuestras! No más Liam, ya basta.
— Te pido lo que tú me has estado pidiendo tres años.
— Yo te lo pedía porque no tenía elección ¿Crees qué no deseaba qué todos supieran qué eras mi mejor amigo? ¿Piensas qué no quería una vida normal? —Bajo la cabeza.
— Yo...
— No quiero a mi lado a alguien que sienta vergüenza de mí, que me dañe y que siga haciéndolo a pesar de saber que las cosas me duelen. —Su voz se rompe mientras me lo dice— No quiero que vuelvas a hablarme nunca más.