La ley de Amara

Capítulo 36

AMARA CORTÉS.

 

Escucharlo cantar es maravilloso. Se concentra tanto que olvida todo lo que tiene al rededor, su voz se une a la música y te hace vivir un momento mágico a su lado. Aaron es peculiar. Cualquier persona no te daría la oportunidad de ser feliz con alguien más dejando a un lado su felicidad propia y él lo hace. Es algo que admiro de él y que me ha hecho creer que es buena persona.

 

— ¿Te gusta el patinaje sobre hielo? —Pregunta llamando mi atención.

 

— Amo patinar. Cuando vivía con mi padre y nevaba, siempre buscaba pistas de hielo para poder patinar en ellas —Suspiro melancólica— ¿Sabes de algún lugar dónde pueda patinar?

 

— Si que sé. —Me quito el cinturón y giro para mirarlo mejor. — Estamos llegando.

 

— No me lo puedo creer.

 

— ¿Qué?

 

— Que también lo supieras. —Digo riendo.

 

— No lo sabía pero quería que nuestra primera cita fuera inolvidable. —Confiesa dejándome callada. Ha dicho primera cita, no sé cómo tomármelo.

 

Silencio.

 

— Vale, nuestra "no" cita. —Se corrige a sí mismo. — ¿Mejor?

 

— Mejor. Y creía que nuestra primera cita sería el día del baile. —Giro la cara esperando su reacción. Estoy segura de que no se lo esperaba en absoluto.

 

— ¿Primera cita y baile en una misma frase? —Pregunta haciéndose notar contento— Tengo que conseguir un traje bonito.

 

Le doy un empujón. Ambos reímos.

 

— No seas idiota.

 

— ¿Qué pasa? Primera cita, primer si.

 

— ¿Primer si?

 

— Primer "si" de muchos que habrá.

 

Detiene el coche. Hemos llegado a un lugar lleno de gente esperando para entrar a la pista de hielo. Él me abre la puerta y yo salgo agarrándolo de la mano.

 

— ¿Cómo vamos a entrar? Está lleno de gente.

 

— Esa pista está llena de gente —Señala— esa otra no.

 

— Aaron, esa está cerrada y si lo está es por algo. —Digo utilizando la lógica. Estiro de su mano para irnos a la cola para esperar como la gente normal y me detiene.

 

— Está cerrada porque yo he pedido un pequeño favor.

 

— ¿Qué? ¿A quién? —Pregunto ingenua.

 

— A un amigo de mi padre. —Responde— Es el dueño de el negocio.

 

— Tú eres demasiado listo y no me esperaba que tuvieras tantos favores. —Digo siendo muy clara. — ¿Tienes algo oculto?

 

— Que no —Pone los ojos en blanco— Te prometo que es un amigo de mi padre. Ven, te lo presento.

 

— No, no, no. Confío.

 

Él saluda con la mano al señor que atiende a las personas de la otra pista. Me mira y estira de mí hasta la pista cerrada. Saca los patines, ambos nos los ponemos y lo ayudo a entrar en la pista.

 

— No me digas que no sabes patinar. —Mi tono es muy burlón— No me lo puedo creer.

 

— Enséñame.

 

— Puedes arreglártelas solo.

 

Patino dejándolo atrás. Me burlo de él desde la distancia porque está intentando llegar hasta a mí y también no caerse. Me acerco, levanta la mirada y sonríe.

 

— ¿Necesitas ayuda? —Pregunto.

 

— Por favor. —Contesta.

 

Lo cojo de las manos.

 

— Despacio. —Susurro— Solo tienes que equilibrarte y patinar como lo harías normalmente con patines normales.

 

— No es igual.

 

— Si lo es y no seas terco.

 

Lo ayudo. Hace exactamente lo mismo que yo y logra mantenerse sin caerse. Es divertido ver como siendo tan perfecto y sabiendo defenderse en todos los deportes, no tiene ni idea de patinar sobre hielo. Parece un niño chiquito.

 

— Voy a caer.

 

— No vas a caer.

 

Me alejo. Él me mira desde el centro con los brazos cruzados y frunce el ceño desafiante.

 

— ¿No me sigues ayudando?

 

— No, tienes que aprender solito.

 

— ¿Qué pasa si te alcanzo?

 

— Si me alcanzas acepto que esta sea nuestra primera cita oficial. —Digo animándolo— Si no me alcanzas tendrás que ponerte el traje que yo te diga para el baile.

 

— Trato hecho. —Mete las manos en sus bolsillos. Sonríe y patina hasta mí.

 

— Vamos.

 

— Te he mentido en algo. —Confiesa— Sé patinar.

 

Abro los ojos. Estaba haciéndose el torpe todo este tiempo ¡Idiota!

Muestras sus dotes para el patinaje y me persigue por toda la pista mientras huyo de él para que no me alcance, está dispuesto a convenir este día en nuestra primera cita.

 

— ¡Mentiroso! —Le grito.

 

— ¿Por dejar qué tú te luzcas? —Sonrío tras su pregunta— Entonces soy un gran mentiroso.

 

— Estoy segura que también sabías sobre mi adoración por el patinaje ¡Admítelo!

 

— No lo sabía.

 

Me rodea con sus brazos cuando por mi despiste me alcanza. Giro la cabeza para mirarlo y lo descubro observándome los labios.

 

— Todavía hay cosas que tengo que descubrir de ti.

 

— Y yo de ti. —Le susurro— seguro que eres mucho más interesante.

 

— Presiento que a ti te gusta lo prohibido y yo no soy prohibido para ti. —Trago saliva— Yo te lo doy todo si me lo pides.

 

— ¿Todo? —Pregunto envuelta en una sonrisa— ¿Qué tienes para ofrecer?

 

— Lo que siento por ti. —Responde sincero— No tengo nada más que mis sentimientos ¿Los devuelves o te los quedas?

 

— No quiero hacerte daño Aaron. —Me alejo.

 

Me dirijo hasta la puerta para salir y me detiene cogiéndome de la mano. Tan dulce como siempre y tan sincero como de costumbre. Sus ojos puede hablar por él sin necesidad de expresar como se siente.



#5546 en Novela romántica
#646 en Thriller
#220 en Suspenso

En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.