AMARA CORTÉS.
A veces me olvido de quien es, de quien soy. Me olvido hasta de lo que siento y no siento remordimientos por ello. Aaron tiene magia, es una persona con la que no necesitas fingir una sonrisa porque es capaz de hacer todo, hasta lo imposible por provocarla en ti sin ni siquiera hacer un esfuerzo.
— Me marcho, tengo que ir con los chicos a entrenar. Después vengo a recogerte.
— Oye, ni siquiera me has preguntado.
— Es cierto. Amara ¿Qué te parece si después d entrenar vengo a por ti? —Pregunta moviendo las manos de un modo muy gracioso.
— Me parece bien. —Respondo sonriente.
Introduce las manos en sus bolsillos, algo tímido y muy tierno. Nunca me había fijado pero cuando sonríe solamente se le dibuja en el rostro un hoyuelo, el otro es casi inexistente.
— Te enviaré un mensaje.
— Está bien.
Vuelve a su coche. Lo espero hasta que se marcha y me vuelvo a sentar en el porche para terminar el capítulo del libro que estoy leyendo. Me resulta curioso todo lo que Aaron es capaz de hacer, nunca nadie se había atrevido a tanto o bueno, jamás me había encontrado con una persona como él.
El coche de Lydia se detiene frente la casa de Liam y poco más tarde aparece Liam para irse con ella ¿Por qué la persona qué quieres qué haga todo por ti es la primera en demostrarte qué no le importas lo suficiente para hacerlo? Siempre pensé que en algún momento Liam y yo seríamos más que amigos, que aunque mi abuelo se opusiera... él lucharía por mí.
Los cuentos de hadas no existen y quien quieres no siempre es capaz de todo por ti.
AARON MARTÍNEZ.
Los chicos me esperan en el campo. En cuanto llego me llaman a voces y gritan idioteces. Como siempre tienen que dar la nota cuando las chicas están mirándonos.
— Pablo. —Llamo a mi mejor amigo. — Pensaba que sería un entrenamiento sin espectadores.
— Ya sabes cómo es Oscar, adora que lo observen, lo que no sabe es que la mitad vienen para verte a ti. —Me da un empujón— Eres el capitán y todas te adoran.
— Adoran la popularidad. No soy como Oscar, no necesito que me alaben para sentirme bien y tampoco que me deseen para sentirme atractivo. —Digo con muchísima seguridad— Si te soy sincero, solo me gustaría tener a una persona sentada junto a todas ellas, entonces sí que me sentiría importante.
Él ríe.
— Estas muy enamorado y das muchísimo asco. —Bromea provocando que le de un leve golpe en el hombro. — ¿Qué hacen Lydia y Liam aquí?
— No lo sé, tal vez han pasado para acabar con algunos detalles del baile, te recuerdo que es mañana.
Liam comparte algunas miradas conmigo y yo prefiero mantenerme alejado de todo tipo de discusiones. Tal y como está el ambiente, alguno de los dos podría decir algo que moleste al otro.
AMARA CORTÉS.
Mi abuelo durante toda la mañana habla sobre Cora y el chico con el que ella mantuvo una relación sin su permiso. Lo hace de manera despectiva y autoritaria, mostrando y diciendo que él es el único que puede aceptar una relación, que Cora siempre fue rebelde y que bajo ningún motivo aceptará que algo así vuelva a suceder. Mi tío ni siquiera lo contradice y a mi me hierve la sangre de tan solo escucharlo.
— Hija, deja de escuchar conversaciones ajenas.
— No soporto al abuelo ¿De verdad cree qué puede mandar en la vida de todo el mundo?
— Tienes que aprender a callar y ser inteligente. —Me susurra— Una mujer inteligente no actúa sin pensar las cosas.
— Una mujer no tiene porque callar y yo no pienso quedarme callada.
Me da un beso en la mejilla. Ella quiere protegerme ¿Pero sacrificándome? Nunca. No me voy a rendir hasta poder tomar todas las decisiones por mí misma y no por la voz de mí abuelo.
— ¿Todo esto por tus sentimientos por ese chico? —Pregunta asegurándose de que nadie nos escucha.
— No empieces mamá.
— ¿O es por Aaron?
— No es por nadie ¡Es por mí! —Subo la voz.— Deja de unir todo lo que digo a otras personas.
AARON MARTÍNEZ.
Salimos del entrenamiento y como prometí, me dispongo a enviarle un mensaje a Amara para avisarla de la hora en la que iré a recogerla.
Pablo me interrumpe dándome varios golpes en el hombro.
— ¿Puedes esperar? —Pregunto riendo.
— Aaron ¿Ese no es tu padre? —La sonrisa por sí sola desparece al instante en el que levanto la cabeza y lo veo tumbado en un banco, casi sin ropa y rodeado de botellas de cerveza.
Puede haberme tratado como una mierda pero sigue siendo mi padre y necesita mi ayuda.
Le doy mi bolsa a Pablo y corro hasta mi padre.
— Papá. —Digo hincando la rodilla en el suelo.
Lo muevo hasta que al fin reacciona y abre los ojos. Él se sienta en el banco y me mira como si estuviera viendo a su peor enemigo.
— Aléjate de mí. —Se levanta tambaleándose y huye. Lo persigo hasta alcanzarlo y evitar que caiga al suelo.
— Te llevaré a casa, mamá estará preocupada.
— ¿Qué parte de no eres mi hijo no entiendes? —Me empuja— Desaparece de una vez por todas.
— No hagas un número, por favor. —Suplico en voz baja avergonzado por la cantidad de gente que nos está mirando.
Agarra mi rostro de un modo amenazante e incluso me hace daño. Levanta el dedo índice y ríe, todo es por los efectos del alcohol mezclados con dios sabe qué. Lo empujo para hacerlo subir en mi coche pero se resiste y le da el último trago a la cerveza casi vacía que tiene en la mano.