La ley de Amara

Capítulo 41

AARON MARTÍNEZ.

 

Aunque lo único que quiere es protegerme de mi padre, soy incapaz de comprender porqué sigue aferrándose a él como su única familia. Sé que el amor a veces te ciega tanto que no te permite ver los errores de la otra persona, pero toda madre debería querer a sus hijos más que a nadie en el mundo.

 

— ¿Mamá? —Pregunto con un nudo en la garganta. — ¿Prefieres qué papá impida qué volvamos a verte?

 

— Prefiero que deje de golpearte. —Responde entre lágrimas. — Necesito que te alejes como él te está pidiendo.

 

La sonrisa satisfactoria de papá desata rabia en mí. Una rabia que me obliga a empujarlo y dirigirme a mamá con el corazón completamente roto, la voz desgarrada y los ojos llenos de lágrimas.

 

— Eres mi madre, no puedes pedirme que te deje con un hombre que se emborracha todas las noches y te golpea cuando le place ¡Reacciona! —Suplico con su mano cogida— No quiero que la próxima vez que te vea sea en una caja.

 

— Entiende que tu padre necesita ayuda —Pone la mano en mi rostro y sonríe dulcemente— eres mi vida Aaron, tu hermana y tú lo sois todo para mi, pero vuestro padre me necesita. Prometí no abandonarlo nunca cuando me casé con él.

 

— Y él prometió respetarte. Golpes no es sinónimo de respeto.

 

— Vete, te lo suplico.

 

Miro a mi padre, él no dice absolutamente nada porque se siente bien con lo que ella me está diciendo. Paso por su lado lleno de impotencia y llego hasta mi coche.

Golpeo el volante y grito. No puedo creer que esto esté pasando.

 

AMARA CORTÉS.

 

Espero un mensaje que no llega mientras hago unas galletas junto a Aitana para distraerme un poco y dejar de pensar en lo nerviosa que estoy por el baile de mañana.

 

— ¿Por qué tienes esa cara? —Pregunta mi prima devorando el chocolate.

 

— ¿Qué cara?

 

— Pues esa —Me señala— parece que estas de mal humor.

 

— No estoy de mal humor, estoy... pensativa.

 

— Y no dejas de mirar el móvil. —Sonríe de una manera bastante extraña y ridícula a mi parecer. — Ahora me miras como si quisieras matarme.

 

— Es que quiero matarte. —Confirmo y bajo la mirada hasta la masa de las galletas.— No sé de lo que hablas pero si estás insinuando algo, déjalo.

 

— Vale, dejo de insinuar, pero tú mete de una vez la masa en el horno porque hace media hora que estás amasando algo inexistente. —Ríe burlándose de mí. Estoy bastante perdida y odio estarlo.

 

— Cállate.

 

Le doy la bandeja. Apoyo los codos sobre la mesa y seguidamente la cabeza en las manos.

Recibo un mensaje, rápidamente cojo el móvil y miro enfadada a Aitana al leer que ha sido ella quien lo ha enviado para ver mi reacción.

 

— ¿Eres idiota?

 

— Deberías aceptar que deseas que Aaron te hable. —Doy un golpe en la mesa.

 

— Ya basta ¿Qué queréis qué acepte? Odio que insinuéis cosas que no son ciertas.

 

— No, odias que te digan lo que tú misma no te atreves a pensar.

 

Cansada de escuchar idioteces, subo a mi habitación pasando de las galletas y de la cita con Aaron. Quizás se ha olvidado o ha pasado algo, pero lo que está claro es que no llegará.

 

Abro su chat.

 

Hey... ¿Ha pasado algo?

 

No recibo respuesta hasta pasados veinte minutos.

 

Perdóname, no podré ir a por ti pero prometo explicártelo todo y recompensarte todo. Estoy seguro de que podrás perdonarme.

 

¿Perdonarlo? Ni que hubiera hecho algo malo. Que idiota, piensa que voy a enfadarme porque no puede venir... tengo que admitir que me gusta que sea tan atento pero odio que pida perdón cuando no tiene porqué hacerlo. Es tan bueno que no se da cuenta de que no pasa nada si por una vez no puede cumplir lo que dice, esta bien, todo seguirá bien.

 

Mensaje.

 

No te preocupes idiota. Nos vemos mañana y me cuentas.

 

Me echo hacia atrás, cierro los ojos y expulso todo el aire que he acumulado. Giro la cabeza y miro por la ventana; es increíble como puede cambiar todo de la noche a la mañana.

~~~

Después de pasar todo el día encerrada en mi habitación leyendo y comiendo comida basura, se hace de noche y me duermo sin cenar.

A la mañana siguiente despierto sobre las doce, desayuno y me pongo con el ordenador a terminar un trabajo de literatura.

 

— Amara, ha llegado algo para ti. —Giro la cabeza. — Es una caja.

 

— Déjala en la cama.

 

— Es de Aaron.

 

La curiosidad gana a cualquier interés sobre el trabajo. Aitana se sienta en la cama a esperar que lo abra pero antes que nada leo la nota.

 

"Para esto quería recogerte ayer... me habría encantado dártelo en persona pero solo he podido enviar a mi primo. Espero que tu cara al verlo sea la misma que he imaginado."

 

Sonrío.

 

— ¡Ábrelo!

 

Desenvuelvo el lazo rojo y abro la caja. Un vestido azul me sorprende, un vestido largo de tirantes y un collar hermoso con forma de luna ¿Cómo sabe qué me encantan este tipo de collares? Es increíble que alguien sepa todo de ti sin ni siquiera decírselo. Pero lo más sorprendente es el vestido, es hermoso, tan hermoso que me avergüenza aceptarlo.

 

— Dios mío, es hermoso.

 

— Demasiado. —Sonrío.

 

— Otra nota.

 

"Sé que no has podido comprarte nada para el baile, espero que te guste y espero vértelo esta noche, pero con lo que decidas ponerte estarás hermosa, no tengo ninguna duda. Te quiero."

 

Aaron ¿Qué voy a hacer contigo?

 

Le envío un mensaje.



#5546 en Novela romántica
#646 en Thriller
#218 en Suspenso

En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.