La ley de Amara

Capítulo 43

AMARA CORTÉS.

 

Mi abuelo no tiene piedad de mí. Parece como si hubiera estado esperando esto desde que llegué. Me agarra del pelo y me arrastra por las escaleras hasta soltarme brutalmente en mi habitación. Los gritos de mi madre se escuchan desde abajo pero nadie la deja subir. Él me observa mostrando el profundo desprecio que siente por mí, me doy cuenta de que no es la misma mirada que tenía el día que descubrió a Cora, a ella aún la miraba como su nieta pero a mí... a mí me mira como una desconocida y no, no me duele, yo a él nunca lo he querido como parte de mi familia, solo acepté mi destino y me resigné a obedecerlo.

Vuelve a golpearme no una, si no varias veces. Por último me señala con el dedo y se dispone a decirme todo lo que tiene dentro.

 

— Lo sé absolutamente todo. Ya sé que Aaron he encubrió para que no descubriera que en realidad estas enamorada de un tal Liam. —Bajo la cabeza. — ¡Dime quién es!

 

No lo recuerda. Gracias a Dios no recuerda quien es Liam y tampoco que nuestro vecino se llama así, si lo supiera haría una montaña de un grano de arena. Me obliga a levantar la cabeza agarrándome de la barbilla con fuerza y me muestra el bastón.

 

— Tú no te irás por el camino que se marchó tu padre.

 

— No hables de mi padre ¡Él se enamoró de mi madre!

 

— Él se dejó guiar por su estupidez.

 

— ¿Vas a desahogar conmigo la rabia qué has acumulado durante años por su abandono? —Pregunto con un tono desafiante para que vea que por muchos golpes que me de, no le tengo ningún miedo.

 

— Sabía que te pasaría, tienes la sangre de la furcia de tu madre.

 

— Mejor tener sus genes que tener los de un retrógrado como tú. Puedes ser mi abuelo pero somos muy diferentes e incluso mi padre era diferente a ti. Le agradezco enormemente que me alejara de ti por tantos años.

 

— Dime quien es el chico, sé su nombre pero no su dirección.

 

Callo provocando muchísimo más su enfado.

 

— ¡Habla! —Me grita y después me golpea.

 

Me obliga a ponerme en pie. Mira mi vestido y arruga la nariz.

 

— ¿Te has acostado con él?

 

— No es asunto tuyo. —Le respondo.

 

— ¡Dime! ¿Has utilizado a Aaron para irte con ese chico? ¡¿Qué has hecho con él?! —Me agarra del brazo.

 

— ¡Nada! ¡Él y yo no hemos hecho nada!

 

— Debí suponerlo. Nadie te había visto con Aaron antes y ese día te confesaste pero te creí cuando aseguraste que te referías a Aaron. Te arrepentirás por haberme engañado.

 

Me suelta y caigo en la cama.

 

— No pudiste controlar a mi padre y por ello tienes la obsesión de controlarme a mí. Me odias porque soy el fruto del amor que no pudiste destruir.

 

Él agarra el bastón para golpearme con el pero mi tío lo impide. José siempre ha estado de su lado pero creo que incluso él es capaz de darse cuenta de que el abuelo abusa del poder que tiene sobre nuestra familia. Si no aparece sé que me habría golpeado hasta el cansancio porque recordar lo que no pudo tener en sus manos lo hace enfurecer.

 

— Papá, ya la has golpeado suficiente.

 

— ¡Suéltame! —Exige— Nada es suficiente para ella. Merece todos los golpes del mundo por tener el descaro de mentirme en mi cara y engañarnos durante tanto tiempo.

 

— Hagámosla saber las consecuencias de lo que ha hecho pero golearla con el bastón no solucionará nada. —Le dice para calmarlo y lo consigue. — Mi hija ha aprendido, ahora es ella quien debe atenerse a las consecuencias de todas sus mentiras.

 

Golpea el suelo con el bastón al bajarlo y se apoya en él para tener equilibrio. No me creo la faceta de abuelito enfermo, hace un momento podía sostenerse sin ese horrible bastón y dudo mucho que de verdad lo necesite como dice. Ambos se dirigen a la puerta.

 

— Amara, dame el móvil. —Mi tío extiende la mano. — No provoques más problemas.

 

Lo saco del bolso y se lo entrego llena de rabia.

 

— No volverás a ver a Aaron. —Dice el abuelo.

 

Corro tras él pero me cierra la puerta en la cara.

 

— ¡Abuelo! —Exclamo.

 

— Olvídate de los estudios por una larga temporada.

 

Trato de abrir la puerta pero no lo consigo. Han echado el cerrojo por fuera y solo el abuelo tiene la llave, lo que quiere decir que nadie puede ayudarme a partir de ahora. Doy una fuerte patada a la puerta, grito llena de rabia y llevo las manos hasta mi cabeza. Cuando todo empezaba a ir mejor, vuelve a empeorar. Por fin estaba viendo luz al final del túnel, por fin estaba empezando a ser feliz de nuevo y de pronto todo vuelve a ser un túnel negro sin final.

 

Y lo peor es que no tengo ni idea de cómo terminará esto ahora, ni que será de mí.

 

No puedo hacer nada. No significa que esté resignándome a mi nuevo destino pero si entiendo que a partir de esta noche todo va a cambiar. Absolutamente todo.

 

Me pongo en pie, bajo los tirantes de mi vestido hasta dejarlo caer y salgo de el para meterme en la ducha. Cuando ya estoy seca y cambiada de ropa, me siento en la cama llena de tristeza y lágrimas.

 

Que fácil es perderlo todo en un abrir y cerrar de ojos. Hace unos minutos estaba ahí fuera, en el porche, riéndome con Aaron y ahora estoy sentada en la cama llorando sin consuelo. En esta vida la felicidad cuesta muy cara y solo tienes el tiempo justo para disfrutarla.

 

Echo la cabeza en la almohada y pongo la mano sobre mi pecho. En el encuentro el colgante que Aaron me ha regalado con el vestido, he olvidado que todavía lo tengo puesto. El sentimiento se hace mucho más intenso y el dolor mucho más dañino. Siento que me falta el aire, que no puedo respirar a pesar de estar haciéndolo, como si realmente me estuviera ahogando y no tuviera la posibilidad de sobrevivir. De nuevo me siento porque la angustia me atrapa. Mis ojos se concentran en el vestido que aún permanece en mismo lugar donde me lo he quitado y descalza me acerco para cogerlo. Tenerlo en las manos hace que sin poder evitarlo vuelva a llorar. Hoy he pasado una de las mejores noches de mi vida con la persona que nunca estuvo en mis planes. Alguien que apareció para hacerse notar y cambiarlo todo.



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En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

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