La ley de Amara

Capítulo 47

AARON MARTÍNEZ.

 

Él después de lo que acabo de decirle gira todo su cuerpo apoyándose en el bastón. Se acerca a mí y me mira con el ceño fruncido apunto de decirme algo.

 

— Pues tu amor te ha hecho imbécil. —Sus palabras no me afectan en absoluto pero él intenta que si lo hagan. — Te ha utilizado para verse con otra persona y por su culpa has quedado ante mi familia como un mentiroso que no es de fiar.

 

— Lo prefiero.

 

Papá está dispuesto a golpearme pero mi abuelo se lo impide. Él muestra respeto y se marcha detrás del abuelo de Amara como si nada. Soy su hijo pero eso no le importa en absoluto, siente adoración por un señor que disfruta haciendo daño a las personas que dice proteger ¿Proteger de qué? ¿Del amor? Yo preferiría mil veces morir antes de que alguien me impida querer a la persona que se gane mi corazón y me obligue a querer a alguien que no acepto.

 

Cuando la puerta se cierra mi hermana trata de persuadir a mi abuelo pero él se encierra en la cocina. Ella pone la mano en mi hombro y echa la cabeza encima.

 

— Siento muchísimo que te esté pasando algo tan horrible.

 

— Lo hicieron una vez —Mi voz se muestra rota con tan solo hablar de ello— apartaron a Esmeralda de mi lado y eso me rompió.

 

— Es injusto que te lo hagan de nuevo.

 

— Está vez no lo conseguirán. —Mi seguridad sorprende a Graciela— No perderé también a Amara.

 

— Tienes que recordar que... ella no está enamorada de ti y que tal vez persiguiéndola estas perdiendo la oportunidad de encontrar a otra persona.

 

Sus palabras golpean directamente mi corazón. Ya lo sabía. Sé que no me quiere como yo la quiero a ella y que si pudiera saldría corriendo a los brazos de Liam, que me lo recuerden solo abre aún más la herida que sangra cada vez que ella me cuenta sobre él. Supongo que luchar con su primer amor me dejará aún más roto de lo que la despedida de Esmeralda me dejó, pero quiero que merezca la pena.

 

— Amara es luz, no voy a dejar que su abuelo la apague.

 

— ¿Qué piensas hacer? ¿Provocar una pelea? —Pregunta el abuelo en un tono bastante molesto y autoritario, recordándome que él manda igual que el abuelo de Amara manda en su hogar. Sus palabras van siempre primero.

 

— No es lo que quiero. —Mi tono es de respeto absoluto. Es mi abuelo y merece toda la calma por mi parte aunque esté furioso. — Pero no la conoces como yo, ninguno la conoce como yo. Ella quiere ser libre y se siente como un pájaro enjaulado, me duele, me quema —Explico apunto de llorar— su sufrimiento es el mío.

 

AMARA CORTÉS.

 

He perdido el apetito. No me apetece comer y tampoco seguir durmiendo. Permanezco sentada en la cama observando por la ventana, pero realmente no sé a quién estoy esperando. Me siento confusa, siento que mi corazón no es el mismo y quisiera entender qué me está pasando pero no consigo responderme a ninguna de las preguntas que continuamente me hago. Es como si el misterio todavía no estuviera resuelto y yo... en una pregunta eterna sin respuesta.

 

— ¿Puedo pasar? —La voz de mi tío me devuelve a la realidad.

 

— Tienes la llave por lo que veo.

 

— Si, el abuelo me la ha dejado porque ha tenido que salir.

 

— No traigas más comida, no tengo hambre.

 

Él entra pero sin nada en las manos. Deja las llaves en su bolsillo derecho y se sienta a mi lado. José nunca antes había intentado actuar como un padre, siempre ha sido estricto e implacable como mi abuelo y no me sorprendería que todo esto fuera un truco para engañarme.

 

— Sé que no te caigo muy bien.

 

— Eres como él.

 

— Es mi padre, me crió e inculcó todo lo que sabe. —Explica.

 

— Y tú no tienes personalidad ni decisiones propias, eres el perro faldero del abuelo.

 

— Sigo siendo tu tío, ten un poco de respeto. —Bajo la cabeza— Amara, yo no te odio y tampoco quiero esto para ti.

 

— ¿No lo quieres? Entonces deja que me vaya con mi madre para tener una vida normal.

 

— Eres parte de nuestra familia... no puedo.

 

Dejo que mi cuerpo caiga hacia atrás y me cubro la cara con la almohada. Ojalá se vaya pronto y deje de decir mentiras para que confíe en él. Aparta la almohada y lo miro porque de lo contrario seguirá insistiendo en recibir mi atención.

 

— Sé quien es Liam —Lo consigue— es nuestro vecino, hijo del señor Cooper.

 

— ¿Qué? No es cierto.

 

— Amara, puedes mentirme todo lo que quieras pero no te voy a creer ¿De verdad me crees tan idiota? Cuando Aitana dijo tu nombre y tu abuelo lo escuchó supe quien era él.

 

— Entonces díselo. —Señalo la puerta— ¿Qué quieres? ¿Chantajearme? No te funcionará.

 

— Admito que cuando lo supe me enfadé muchísimo, casi se lo cuento y todo esto habría pasado mucho antes. Hace unos días estuve apunto de decirle la verdad, justo cuando escapaste de la universidad. Temí que te hubieras ido con él, en ese entonces no sabía quién era pero suponía que era un chico.

 

— Fui con Aaron.

 

— Lo sé.

 

— Nunca lo demostré y tampoco hablé sobre mis sentimientos.

 

— He sido joven, he cometido errores y una vez estuve tan encaprichado como tú. Lo prohibido te tienta y te incita a hacer cosas que no harías nunca. —Cruzo los brazos por el frío que entra por la ventana.

 

— Tío, tienes todo el derecho de contárselo.

 

— No lo voy a hacer.

 

— ¿Por qué? —Pregunto confundida y agradecida. — Si él se entera que sabes quien es, también lo pagará contigo.

 

— Porque todo ha cambiado desde la última vez que te vi mirando por esa ventana —La señala— algo en ti es diferente.



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En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

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