La ley de Amara

Capítulo 56

LIAM COOPER.

 

Cuando vi a Amara con tantos golpes me di cuenta; Aaron tenía toda la razón. Me equivoqué creyendo que no era nada y que pasaría, como todo. Esto no iba a pasar, ella no dejaría de sufrir por ocultarme y yo simplemente decidí olvidar para no sentirme como me estoy sintiendo ahora. Le supliqué a mi madre que me acercara a comisaría para saber que pasaría después de sus detenciones y que sería de Amara después de ello. Ahora me arrepiento de habérselo pedido.

 

— ¿No salimos del coche? —Pregunta Sofía— Has llegado hasta aquí para quedarte dentro del coche observándola con Aaron.

 

— He llegado hasta aquí porque me sentía con fuerzas para bajar del coche y pedirle perdón. —Respondo observándola mientras abraza a Aaron. — Estaba dispuesto a hacerlo.

 

— ¿Qué ha cambiado?

 

— ¿No lo ves?

 

— Lo único que veo es lo que tú ya sabías. Estaba claro hermano, te lo advertí mil veces pero me ignorabas cada vez que abría la boca. —La miro, asiento con la cabeza y hago una mueca con los labios, no sé qué decir. — Te alejaste de ella porque no eres de las personas que luchan por un amor imposible.

 

— Verla me dolía.

 

— Lo sé. Siempre lo supe.

 

Doy un golpe. Mamá me mira fijamente. La conozco, esta juzgándome en silencio por lo imbécil que he sido. Ella siempre me ha enseñado a no rendirme y a luchar por lo que quiero, cosa que no fui capaz de hacer por Amara. Solo la dejé ir.

 

— Hijo, baja del coche y acércate. Te prometo que ella sabrá que estás arrepentido. —Aconseja. El dulce todo de su voz me hace recordar mi infancia. — No te quedes aquí, no dejes que ella siga pensando que no te importa ni lo más mínimo.

 

— Pero...

 

— Si siempre tienes un pero, nunca habrá una historia que contar y no serás feliz.

 

Cojo aire. Abro la puerta del coche y bajo de el.

 

Amara me ve cuando estoy apunto de cruzar la calle. Aaron le dice algo cuando gira la cabeza negándose a verme y ella se retracta, me mira y, camina hacia mí. Nos quedamos a un metro el uno del otro, manteniendo el silencio por unos segundos que se hacen eternos.

 

— Lo siento. —Mi voz se rompe al instante. Encojo los hombros y lloro. — No he sido capaz de hacer nada por ti.

 

— Te perdono.

 

— No es verdad, lo dices para hacerme sentir mejor. —Sonrío con lágrimas e introduzco las manos en mis bolsillos. — Pero lo entiendo, me he comportado como un cabrón contigo.

 

— Si, un poco.

 

Bajo la cabeza.

 

— Pero te perdono. —La levanto— Te perdono porque me viste cuando era invisible para todo el mundo, te perdono porque viste mis días grises cuando nadie más se daba cuenta de que estaba hecha pedazos, te perdono porque eres tú, porque no podría guardarte rencor nunca.

 

— Amara... yo... —Me agarra la muñeca, saca la mano de mi bolsillo y la coge colocándola entre las suyas. — Merezco que me odies.

 

— Lo quise hacer en un jodido intento de ver lo malo en ti para olvidar lo bueno y no pude. —Su voz también se rompe. — Solo podía recordar las veces que nos veíamos, que reíamos y que escuchábamos nuestros malos días. Éramos las personas más felices del mundo cuando nos mirábamos y sin decir nada nos dábamos un abrazo. Para mí aquello era felicidad.

 

— Para mí también.

 

— Llegaste a mí vida cuando mi padre acababa de morir y yo era una recién llegada a una vida que sabía que sería un infierno. Tú lo hiciste todo menos malo. Cuando empañabas los cristales para escribirme mensajes y yo te seguía, nos pasábamos horas escribiéndonos estupideces que para mí significaban todo. —Pongo la mano en su rostro y la acaricio con el dedo pulgar. — Me enamoré de ti Liam Cooper.

 

Me rompo. Lo estaba presintiendo, en algún momento iba a ponerme a llorar como un idiota.

 

Nos observan expectantes de todo lo que ocurre. Mi madre y mi hermana desde el coche, Aaron y la madre de Amara desde la puerta de comisaría.

 

— Yo también de ti Amara Cortés. —Sonríe con los ojos a rebosar de lágrimas. — He sido un cobarde que ha preferido mirar a otro lado mientras sufrías y que no ha sabido valorar nuestra amistad.

 

Baja la cabeza hasta mis manos, acaricia mis nudillos y deja salir de sus labios una sonrisa.

 

— Esperé mucho ¿Sabes? Deseaba en silencio esto, cada día, cada minuto de mi vida deseaba oírtelo decir. —Trago saliva— Moría de ganas porque mis expectativas contigo se cumplieran.

 

— Lo siento.

 

— Luché por sostener mis sentimientos por ti hasta el último segundo. Me aferré sin darme cuenta que hacerlo solo me hacía daño. Cuando te veía con Lydia sentía envidia y celos, muchos celos. —Vuelve a mirarme a los ojos— Quise seguir queriéndote hasta cuando te comportabas como un gilipollas.

 

— Yo solo estaba luchando contra mí mismo, tratando de cumplir una promesa que le hice a mi padre el día que murió. Prometí que nunca más habría amores imposibles. —Inclina la cabeza— Renuncié a ti en un momento de estupidez que nunca me perdonaré.

 

— Lo hiciste porque así tenía que ser.

 

— ¡No! Lo hice porque soy un idiota. Los celos me cegaron y creé historias en mi cabeza que no eran ciertas. El dolor me cegó, no fui capaz de darme cuenta.

 

Extiende la mano hasta ponerla tras mi nuca.

 

— Te quise hasta el punto de querer dejarlo todo por ti. Deseé hacerlo.

 

— Hazlo ahora. —Pongo la nariz sobre la suya y le suplico con la voz entrecortada— Dime que no has dejado de quererme.

 

— En este tiempo me he dado cuenta de que puedes enamorarte mil veces a lo largo de tu vida. Puedes enamorarte de cualquiera —Cierro los ojos. El corazón está apunto de salírseme del pecho. — pero amar... —Niega con la cabeza— amar es otra cosa.



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En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

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