La ley de Amara

Capítulo 59

LIAM COOPER.

 

Sonará rastrero, pero me encantaría escuchar que Aaron ha hecho algo malo. Su perfección lo hace ser imposible de odiar y mucho menos de encontrar una imperfección en su impecable actitud de chico bueno. Lydia estira de mí, a lo que yo respondo con la cabeza y ella termina distrayéndose con Christian. Él ha notado desde la distancia que no la conversación de Pablo con Ernesto me interesa más que Lydia.

 

— ¿Qué pasa con Estrella? —Pregunta Ernesto— Has puesto una cara rara cuando has visto que estaba llamándote. Si mal recuerdo tenía algo que ver con Aaron ¿No?

 

— Si, su hermana tuvo mucho que ver con Aaron. —Explica— Ella tuvo que ver conmigo.

 

— ¿Qué?

 

— Así es. Pero no me ha llamado para recordar viejos momentos, me ha llamado preguntándome si lo que se decía sobre Aaron era cierto, seguro que Esmeralda tiene algo que ver con su curiosidad.

 

Las recuerdo. Esmeralda y Estrella eran dos chicas como Amara que estudiaban en el grado de Aaron. Si mal recuerdo una de ellas salió con él y lo hicieron bastante público. Siempre venía a verlo en los partidos, cuando yo ni siquiera era el capitán de mi equipo.

 

Pablo se aleja junto a Ernesto. Christian se acerca a mí y me asusta cuando pone la mano en mi hombro sin esperármelo.

 

— ¿Qué te pasa? Ahora hasta cotilleas. —Bromea— ¿Ocurre algo?

 

— ¿Recuerdas a Estrella? Se marchó con su hermana inesperadamente y dejó al director bastante apurado con sus traslados.

 

— Si, la recuerdo.

 

— Creo que han vuelto.

 

— ¿Y? No te interesó nunca ¿Por qué ahora si?

 

— Porque tienen que ver con Aaron.

 

Él mueve la cabeza entendiéndolo todo, cruza los brazos y me mira regañándome. Lo conozco, no le parece bien que esté investigado e intentando averiguar si Aaron tiene un lado oscuro que Amara desconoce.

 

— Liam, solo te haces daño. —Acomodo la mochila sobre mi hombro. — Ayer me llamaste llorando porque la culpa te comía por dentro.

 

— Quiero saber si Amara está con alguien bueno.

 

— Necesitas que sea así porque tendrías una nueva oportunidad para conquistarla, pero no creo que él sea malo y tampoco creo que después de decirte que nunca te quiso de la manera que lo quiere a él, te ame.

 

— ¿Me estás animando o destruyendo? No necesito amigos que me hagan sentir mal, gracias. —Me coge del brazo.

 

— No, quieres amigos que te ayuden a comportarte como un capullo, que es lo que parecerás si te equivocas. Amara no te perdonará una segunda vez.

 

Tiro la mochila en la escalera y me siento. Odio darle la razón pero la tiene. Solo intento creer que Aaron no es tan bueno y que la elección de ella es una equivocación. Tal vez la única equivocación que tuvo fue sentir algo por mí que yo mismo rompí.

 

— Eres mi mejor amigo, tío, te quiero... pero no voy a apoyarte en tonterías.

 

— Me he equivocado con ella, la tenía segura, de verdad pensaba que no podríamos estar separados y que en algún momento estaríamos junto. Yo viví, me he acostado con Lydia, he sido el popular durante meses, me he comportado como un gilipollas con todo el mundo y ahora, teniéndolo todo me siento vacío.

 

— Lo tenías todo y te fuiste por mal camino, has tomado decisiones nefastas y has perdido a quien quieres ¡Vale! Pero estando así no vas a cambiar las cosas.

 

— ¿Y qué puedo hacer?

 

— Ella se ha vuelto a enamorar y tú también puedes volver a enamorarte. Puede que Lydia no sea la correcta para ello, que solo sea un parche para ti para esquivar el dolor que sientes —Suspiro decaído.— pero no significa que en algún momento no conozcas a alguien que si consiga algo más.

 

— Algo más.

 

— Tienes apenas dieciocho años, vamos tío, no se acaba el mundo.

 

Le doy un abrazo. Necesitaba mucho sus consejos. Desde que me convertí en el popular y empecé una relación con Lydia, lo he visto poco.

 

— Te agradezco que sigas aquí después de todo.

 

— Eres como mi hermano. —Sonrío— Siempre voy a estar contigo.

 

AMARA CORTÉS.

 

No consigue dormir. Cuando abro los ojos a las cinco de la mañana, él sigue despierto sentado junto la ventana. Me levanto, saco agua de la nevera y me acerco.

 

— Toma. —Me mira y sonríe dulce. — Estas preocupado ¿No? Yo también.

 

— ¿Crees qué tu abuelo repetirá la historia otra vez?

 

— No lo sé.

 

De nuevo lo hace. Acerca la mano despacio para agarrar a la mía como si estuviera pidiéndome permiso para tocarme. Le ahorro que siga haciéndolo y me adelanto. Agarro su mano, y con la mano izquierda le acaricio la cara.

 

— Podemos simplemente olvidarlo unos minutos.

 

— Si, perdóname. —Rio.

 

— Como me pidas perdón otra vez por estar preocupado voy a empezar a golpearte.

 

— ¿Por qué?

 

— Porque estás disculpándote por hacer todo esto por mí. Me proteges, me quieres, me has hecho sentir cosas que jamás había sentido y vivir cosas que tampoco había vivido nunca, pero pese a ello me pides perdón por estar preocupado.  —Ríe avergonzado.

 

— Cierto.

 

Desliza la mano por mi rostro apartándome el pelo de la cara y quitándome las legañas de los ojos. Deja un pequeño beso en mi nariz y yo frunzo el ceño.

 

— No.

 

— ¿No, qué?

 

— Bésame bien.

 

— Te dije que te encantarían mis labios.

 

— No me lo eches en cara.

 

— Vale.

 

— Por cierto, no me pidas permiso para hacerlo.

 



#11352 en Novela romántica
#2211 en Thriller
#833 en Suspenso

En el texto hay: romance, drama, ley gitana

Editado: 15.06.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.