Ana
Hoy es el peor día de mi vida, cumplo quince años y es el día en el que, por la invasión que sufrimos hace casi un milenio, cuarenta chicas, entre quince y diecisiete años son escogidas para servir de esclavas en la sede del Gobierno de ocupación, casi todas vuelven con casi cuarenta o más años, solamente se han dado cinco casos de esclavas que no han regresado, se me olvidaba me llamo Ana Rodero. En el Instituto se están portado bien con nosotras nos han dado el día de descanso, algunas profesoras nos han estado explicando su experiencia en ese estado, algunas tenían que compaginar el trabajo duro que les encargaban con sus estudios, las que no podían estudiar, según nos contaban terminaban siendo violadas por los soldados de guardia. Una de ellas la Srta. Miriam me miraba con cierta ternura en sus ojos.
Miriam: "Ojalá acabe pronto este vasallaje, al que nos vemos sometidas. Prométeme que si eres elegida, para ser esclava, no me olvidarás..."
Ana: "Claro que no la olvidaré Srta. Miriam, lo mismo que a mis padres y hermanos que nunca los olvidaré..."
Miriam: "Os puedo dar un último consejo si queréis acabar con vida, normalmente la máxima autoridad de las fuerzas ocupantes no suele asistir, he dicho suele, pero también es habitual que se presente sin avisar, así que para el púlpito desde el cual se ve y organiza todo así que lo mejor que podéis hacer es no mirar hacia arriba, si a alguna os pillan haciendo eso volverá sin ver de por vida..."
Ana: "¿Y eso? Porque creo que es un ser vivo igual que yo."
La clase se rió con una risa nerviosa ante lo que se les venía encima esa noche. Algunas de las amigas se irían para volver en veinte o treinta años o quizás no volverían jamás.
Profesora: "Venga es hora de que os vayáis a vuestra casa para preparar la partida."
Todas y todos nos fuimos, los chicos algo más risueños porque ellos no tenían que pasar el maldito sorteo que se había celebrado, pero que el resultado se daba durante una cena en la que todas las chicas que tenían probabilidad de ser seleccionada debían tener su maleta preparada. No tardé en llegar a casa allí mi madre me tenía ya casi la maleta terminada, en la cena del pueblo teníamos que ir con falda o vestidos estaba prohibido ir con pantalones, esa era la vez que mi madre ganaba, ya que yo prefiero ir siempre con pantalones, me son más cómodos. Llegó la hora de la cena de despedida y empezamos a comer, no me entraba nada, los nervios me podían.
Padre: "Tranquila hija, que verás cómo te libras este año, al igual que tus hermanas."
Mi padre siempre dándome ánimos, aunque no estaba convencida, comía por que nos decían que el viaje duraba cuarenta y ocho horas, dos días en el viejo planeta Tierra, y no comíamos hasta que los dueños nos lo autorizasen. Terminada la comida se dio lectura al Acta del Sorteo, el cual era secreto nunca entendimos porque no podíamos asistir al mismo, por parte del Capitán de las tropas locales de seguridad.
Capitán: "Diré únicamente los nombres, las chicas que sean llamadas deberán situarse a mi derecha junto con su equipaje, el resto se quedan en su sitio no deseamos tener que llamar a las Tropas del Gobernador.", después de unos segundos de murmullos todos nos quedamos en silencio. "La primera de la lista es la Srta Ana Rodero..."
En ese momento creí estar en una pesadilla, tanto mis hermanas como mis padres se abalanzaron sobre mi abrazándome mi padre decía que tenía que haber un error que eso no era posible, el Capitán sólo podía negar con la cabeza e intentar consolar a las familias que perdían a la hija durante varios años, en algunos casos cuando regresaban no tenían a nadie ni nada.
Ana: "Señor, ¿podría despedirme de mi familia?"
El Capitán asintió, esta era la parte que menos le gustaba de su trabajo. Me fui corriendo hacia mis padres y les abracé con fuerza, mientras les pedía que no me olvidaran de mí pasase lo que pasase. Mi hermana, la que tenía 17 años, no celebró como el año anterior el que se había salvado, sino que habló con uno de los oficiales para ver si ella podía ir en mi lugar, a lo que los oficiales le dijeron que eso era imposible que el resultado del sorteo había sido ese y eso era inamovible.
Capitán: "...eso que estás intentando hacer es muy loable de tu parte, pero tú debes vivir tu vida y tu hermana debe vivir la suya. Es duro pero es lo mejor que podéis hacer por ella."
Lo último que vi fue mis padres abrazados a mis dos hermanas mientras me llevaban como si fuese una criminal, escoltada por las tropas locales de seguridad. Miré hacia el suelo mientras las lágrimas, al igual que todas las chicas que iban conmigo, recorrían mi rostro. Al rato llegamos hasta una vieja máquina de tren, donde las tropas de ocupación nos estaban esperando. Nos obligaron a quitarnos las bragas para que nos inmovilizasen y nos traten como ganado, después de unas tres horas, las cuarenta chicas ya estábamos reunidas. En unas condiciones deplorables nos retuvieron durante cuarenta y ocho horas, ahora llorábamos porque no teníamos comida y no sabíamos lo que nos iba a ocurrir, de pronto sentimos como el tren se movía lentamente hasta que sin esperarlo cogió una velocidad de vértigo, al estar inmovilizadas evitó que nos golpeásemos o nos cayésemos al suelo. En pocos minutos llegamos a un gran castillo, antes de entrar en él fuimos puestas delante de una tribuna, en donde una mujer alta, con el pelo pintado de rubio platino nos estaba esperando.