Dana miraba a Bruno y Nathaniel sin saber muy bien cómo reaccionar. El hijo de Javier Jaquinot y el hijo de su peor enemiga. Vale que al igual que Nicky, Bruno también era hijo de Diana, pero sin duda alguna ella había salido a su mejor amiga y Bruno se había quedado todos los genes de Javier, lo cuál le hacía que no supiese muy bien como sentirse al respecto.
Javier había sido un buen amigo suyo desde que comenzó a salir con Diana, pero una vez ella tomó la decisión de huir habían cortado el contacto. Además ella estaba segura de que él la culpaba de la muerte de su esposa, y en parte ella misma también se sentía culpable...
Y por el otro lado estaba Angélica con quien nunca había congeniado. De hecho ella siempre la había tenido atravesada, y ahora ahí tenía a su hijo sentado en su sofá... ¿Quién se lo hubiese dicho?
Se quedó mirando a los jóvenes, le recordaban tanto a su época en el Morsteen. Había sido una época feliz, no podía negarlo, pero muy dura también. No quería que su hija pasase por eso. No se había podido negar a enviarla cuando Adrianna la reclamó, pero después de lo que había pasado si que podía oponerse a volver a mandarla ahí. Por suerte María no había heredado su gen de Domadora... Ser Domadora era un peso que ella no supo llevar. Debías dar tanto al régimen y a cambio de toda tu vida ellos no te daban nada...
Aún recordaba como si fuese ayer el día de antes de su graduación. Estaba tan nerviosa... Hacía apenas unos días que había decidido que no seguiría siendo una Domadora. Con la ayuda de Diana se escabulló del lugar y se dirigió a Madrid para vivir como una persona normal. Sus padres jamás se lo habían perdonado, pero no le importaba. Miró a María, había merecido la pena. Habían sido felices en España y ahora lo eran en Chile, no quería volver a ese mundo...
—¡Mamá! —se quejó la joven Ignis.
¿Por qué no dejaba de mirarlos en silencio? Era bastante extraño y comenzaba a darle mal rollo. ¿Qué le ocurría a su madre?
Dana sacudió la cabeza. No se había dado cuenta del rato que llevaba observándolos.
—¿Queréis tomar algo? —dijo tratando de sonar educada.
Después volvió a mirar a Nathaniel y Bruno. A esos dos los vigilaría muy de cerca. No le gustaba que estuviesen cerca de su hija, no eran una buena compañía para ella.
—No te preocupes mamá. Si queremos algo ya iremos a cogerlo —le dijo tratando de que se fuese de una vez.
Dana se dio media vuelta y se metió en su habitación a leer un libro. Así al menos se mantendría ocupada y no pensaría en sus invitados.
—Bueno, ¿y qué habéis estado haciendo aquí el último mes? —preguntó Bruno curioso.
En realidad la pregunta era qué había estado haciendo su hermana en Santiago de Chile entre esa gente este último mes, pero sabía que si la formulaba así no lograría nada.
—En realidad no hemos hecho mucho. Hemos ido al cine, a la bolera, a restaurantes... —respondió Nicky encogiéndose de hombros—. No sé, hemos hecho vida normal con sus amigos.
—¿Vida normal? —preguntó Nate—. Eso no es vida normal. Al menos no para nosotros —sentenció.
Seguía sin entender porqué Nicole había tomado esa decisión. Si algo le ocurría podía haber acudido a él, pero irse hasta allí y hacerse pasar por una de esas personas...
—Nate, tú adoras esa vida. Has nacido para ello, es lo tuyo —Hizo una pausa—. Pero, ¿no te has parado a pensar que no todos somos como tú? Yo he disfrutado estos días de no sentir la responsabilidad sobre mis hombros. De ser una chica de 18 años que podía divertirse sin pensar en que en cualquier momento alguien puede morir. He disfrutado de hacer planes normales. ¡Nate he ido a la bolera y al cine!
Conforme iba hablando las palabras de Nicky se iban cargando de más y más emoción. Para cualquier persona el cine o la bolera no sería nada del otro mundo, pero ella apenas había podido ir un par de veces en su vida. No tenía tiempo para "perder" con esas cosas. Y por una vez en su vida, ella se había sentido libre y dueña de su propia vida.
Nate la miró algo apenado. Ella siempre había sido su prioridad en la vida, lo daría todo por Nicky, pero jamás se había puesto a pensar que quizás esa vida no le gustaba tanto como a él. Que quizás en ocasiones quisiese disfrutar de ser "normal".
—Nicky, pero esas cosas podemos hacerlas también.
Ella se giró hacia Nate.
—Puede ser, pero no las hacemos.
Bruno no aguantaba más. ¡Esa no era su hermana! Nicky adoraba la magia y quien era. Siempre había sido aventurera e inquieta. La vida "normal" no era para ella, se aburriría enseguida. Se levantó y se puso de cuclillas a los pies de su hermana. Colocó sus manos en las rodillas de esta y la miró serio.
—Nicky, sabes que te quiero. Eres todo lo que tengo desde críos, así que dime de una vez qué te pasa.