La leyenda de los Ignis | #2 |

Capítulo 9. Barnor

Tras varias horas de vuelo por fin estaban en Barnor. Nathaniel bajó de un salto al suelo y cogió a Nicole de la cintura para ayudarla. Bruno hizo lo mismo con María, quien a pesar de estar muerta de sueño miraba el lugar algo contrariada. Las grandes y verdes montañas, el lago cristalino, los caminos y las casas de piedras... Todo eso le sonaba bastante, ¡que extraño!

—¿Esto es Barnor? Me lo esperaba algo diferente —dijo desilusionada.

—No María, esto no es Barnor, esto es Andorra —respondió Bruno.

¿Andorra? ¡Por eso le sonaba! Cuando era más pequeña había ido al balneario Caldea con sus padres para pasar un fin de semana. No lo había disfrutado mucho a causa de su edad, pero recordaba que se había quedado enamorada del lugar. Era tan verde que sentía como si se hubiese transportado a la era medieval, bueno eso antes de entrar al balneario, una vez dentro estaba más que claro que estaban en el siglo XXI.

—¿Y por qué hemos parado aquí? —preguntó confusa.

—Porque el resto del camino hay que hacerlo a pie —respondió Nathaniel mientras el grifo desaparecía.

María miró el empedrado y empinado camino. Iba a ser realmente divertido arrastrar su maleta por ahí. Nate cogió la de Nicole y María esperaba que Bruno hiciese lo mismo con la suya, pero eso no sucedió.

—Nate no te preocupes, yo puedo con ella.

—Nicky estás muerta, yo me encargo —respondió con una tierna sonrisa.

La joven Ignis suspiró. Nate y Nicky parecían más pareja que Bruno y ella. En fin, no le quedaría otra que arrastrar la maleta a ella. Caminaron durante media hora a través de un pueblo hasta llegar a un lago, era muy parecido al del internado en realidad.

Nathaniel, Nicky y Bruno comenzaron a adentrarse en él.

—¿Qué hacéis? —preguntó María preocupada.

El agua tenía que estar congelada con el frío que hacía.

—No es real María. Esta es la puerta de Barnor —respondió Nicole mientras seguía sumergiéndose.

De haber sido un lago real Nicky jamás se hubiese metido dentro. Les tenía auténtico pavor. María corrió para alcanzarles, esperaba que no fuese otra broma. Conforme iba avanzando sentía como la gélida agua empapaba todo su cuerpo. Era una sensación bastante desagradable.

Ya solo quedaba la cabeza. Cogió aire y notó como alguien tiraba de su mano hacia abajo. Cerró los ojos y se dejó arrastrar, sin embargo no fue tan agradable como se imaginó. María se dio de bruces contra el suelo. ¡Menudo golpe que se había dado!

Abrió los ojos y miró al resto que se mantenían sobrevolando el suelo a escasos centímetros. ¡Qué amables! ¿Es que acaso no podían haberla frenado a ella también? Mañana iba a tener el cuerpo lleno de moratones.

Con el golpe se había olvidado por completo de que ya habían llegado. Se quedó un segundo mirando la capa de agua que cubría el cielo. No estaba mal escondido. Un segundo, ¿y su maleta? Trató de buscarla por todos los lados, pero nada.

De pronto notó como algo caía del cielo. Esta vez estuvo rápida y logró esquivar el objeto. ¡Ahí estaba su maleta!

Bruno la miró de forma tierna y divertida.

—¿Necesitas ayuda?

—A buenas horas —respondió ella algo molesta.

Bruno arqueó una ceja y se encogió de hombros.

—Si no me la pides cómo voy a saber que la necesitas —dijo simplemente.

Tenía muchos poderes, pero leer la mente no era uno de ellos. Además la chica quería ser siempre autosuficiente, ¿y ahora le venía con eso? Cogió la maleta y los cuatro comenzaron a andar.

—¿Y no les preocupa que alguien se meta al lago y acabe aquí?

Todos frenaron en seco para mirar a María. ¿Quién se iba a meter en el lago? ¡Había que estar completamente loco! Hacía un frío impresionante, lo más probable era que se muriesen por hipotermia.

—No —sentenció Nate.

María decidió no insistir más, parecía que volvían a los primeros días de clase. Pues pintaba bien la cosa...

Caminaron por un sendero de piedras hasta llegar a una especie de puerta formada por tres barras gigantescas de oro. La niebla no permitía que María viese nada, así que tan solo siguió al resto y la atravesó. De repente la niebla comenzó a disiparse y la pequeña ciudad quedó al descubierto. Estaba llena de color. Cada casa era única y mágica. No había ni rastro de las nuevas tecnologías, todo era verde. Hasta el aroma parecía mágico. María comenzó a sonreír, era precioso.

—¿Y dónde nos vamos a hospedar?

Los chicos se quedaron en silencio. No habían caído en eso. Nathaniel tenía una casa allí, y Bruno y Nicole también, pero María no tenía ningún lado donde pasar la noche.

—Te quedarás en nuestra casa —respondió Nicole amablemente.



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En el texto hay: internado, drama y romance, dragones

Editado: 23.09.2018

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