Nate y Nicole caminaban juntos sin romper el incómodo silencio. Ninguno de los dos se atrevía a iniciar la conversación, había demasiadas cosas pendientes entre ellos. Necesitaban sentarse y tener una conversación en serio sobre lo que eran o lo que no eran, y sobre todo ¿a dónde conducía aquello que tenían? Pero ambos tenían demasiado miedo a que esa charla les llevase a darse cuenta que no tenían futuro juntos, que debían separarse para siempre y juntarse con otras personas.
—No hace falta que vengas, puedes descansar y mañana venir a visitarla —dijo Nathaniel.
—Ella es como mi hermana, no la voy a dejar en estos momentos —respondió simplemente y prosiguieron el camino sin dirigirse la palabra.
Ya habían llegado a la casa de Nate. A diferencia de la suya, esta vivienda tenía un color plateado que con el reflejo del sol provocaba un bonito brillo.
Nate abrió la puerta y entró junto a Nicky.
—¿Clo? —llamó a su hermana.
Sin embargo no hubo respuesta alguna. Comenzaron a buscarla por la casa, pero no había ni rastro de ella. Entraron en su habitación, la cama estaba perfectamente hecha y todo estaba en su lugar. Clo no estaba ahí.
—¿Quieres que te acompañe a casa?
—No, prefiero esperar a que venga —respondió Nicole y juntos volvieron al cuarto de estar.
Nicky se sentó en el sofá y sacó el pan de plátano que Dana le había preparado y ella había guardado en su bolso. Estaba muerta de hambre. Se partió un trocito y le ofreció otro a Nate quien aceptó gustoso.
—¿Tienes frío o necesitas algo? —le preguntó Nathaniel mientras devoraba el alimento.
Ella negó con la cabeza, estaba bien.
—Nicky, ¿podemos hablar ahora?
Ella se separó un poco para poder mirarle a la cara. Cruzó sus piernas y espero a que él iniciase la conversación.
—Sabes que puedes contarme lo que sea Nicky. Soy yo, no te voy a juzgar y no se lo voy a decir a nadie...
—Nate, no quiero hablar de eso —interrumpió.
Él no quería discutir, así que simplemente la cogió de la cintura y la atrajo hacia él.
—Ven aquí —le dijo tiernamente mientras la abrazaba.
Si no quería hablar del tema no la presionaría, pero cuando ella estuviese lista él sería el primero en ayudarla.
—¿Por qué es tan difícil todo? —preguntó ella con la cabeza recostada en su torso.
Él la miró de forma dulce.
—¿A qué te refieres? —le preguntó algo confuso.
Ella se quedó mirándolo. A ti estúpido, me refiero a ti. Estaba cansada de pegarse la vida "ahora sí, ahora no" y encima no poder hacerlo público. No poder hacer cosas normales juntos, no poder reconocer frente a los demás que se querían... Pero claro, eso no se lo podía decir.
—A todo. Estoy cansada de que todo sea así. En serio Nate, ¿cuándo hiciste algo que realmente tú quisieses hacerlo?
Él la apretó contra su cuerpo. Él era feliz con su vida sobrenatural. No le gustaban las cosas "normales", por llamarlas de algún modo. Esa vida era demasiado aburrida para Nate, pero su pregunta sí que le hizo pensar en todas las veces que había querido besarla, cogerla de la mano, o partirle la cara a un tipo que la miraba demasiado y decirle que era su novia...
Nicole lo miró apenada.
—Lo ves, ni recuerdas cuándo fue la última vez. Yo este mes he hecho lo que he querido. He disfrutado como no lo hacía desde niña, y nadie ha resultado herido.
Las últimas palabras fueron apenas un susurró. Se sentía tan culpable de la muerte del chico el día que los repudiados habían entrado en el internado. Si ella hubiese mantenido su boca cerrada y no hubiese sido tan impulsiva ese joven seguiría con vida. Había sido su culpa y eso no lo podría olvidar jamás. Cada noche se despertaba entre gritos recordando la escena y cada mañana pensaba en la familia del muchacho que seguiría llorando su perdida...
Nathaniel la abrazó fuerte, no soportaba verla así. El hubiese dado cualquier cosa porque ella fuese feliz.
—¿Qué quieres hacer?
Ella se separó un poco y lo miró confundida.
—¿Ahora? —le preguntó divertida mirando el reloj.
—Sí, claro. Dime qué quieres hacer y lo hacemos —respondió con una mirada seria y segura.
Nicole se rió, eso había sonado bastante mal. Él chico se sonrojó levemente al darse cuenta. En realidad esa no había sido su intención, se refería a esas cosas que hacían la gente normal y que, al parecer, Nicky tanto deseaba.
—Así que harás todo lo que yo quiera... —dijo con voz seductora remarcando el "todo".
Nate comenzó a reírse y se abalanzó sobre ella para hacerle cosquillas.
—Para, para, me rindo —chilló ella entre risas.
Las cosquillas siempre habían sido su punto débil, y él lo sabía.