María esperaba nerviosa que un hombre o una mujer trajeada se acercase a ella y comenzase a hacerle preguntas, pero nada de eso pasó. De pronto las sillas de todos los Domadores bajaron hasta el suelo. No eran muchos, cincuenta, quizás alguno más...
Los miró sin comprender nada. Las sillas estaban colocadas en forma de punta flecha. Cuanto más adelante estuvieses situado, más importante eras.
Delante del todo había un señor de unos cuarenta y algo años. Tenía el pelo oscuro y barba de tres o cuatro días. Vestía con un traje elegante y en su mano sujetaba una especie de bastón de un material plateado, que María no pudo descifrar cuál era, con un dragón en la empuñadura. Parecía ser el que más peso tenía de la sala. Todos lo miraban esperando algún tipo de reacción.
Él golpeó con la vara el suelo sin siquiera levantarse de la silla.
—Preséntate —ordenó con voz autoritaria.
—Me llamo María Bergasa —titubeó.
—Muy bien señorita Bergasa, cuéntenos qué sucedió ese día.
—Estábamos en el bosque y entonces...
—Especifique quienes estaban.
—Bruno, Nathaniel y yo.
—Señorita, aquí no estamos entre amigos. Identifíquelos correctamente —exigió.
María tragó saliva.
—Bruno Jaquinot, Nathaniel Calonge y yo misma estábamos en el bosque cuando un grupo de cinco hombres nos asalto.
—¿Era este hombre uno de ellos? —preguntó mientras una luz alumbraba al repudiado que les había atacado.
Estaba en una especie de jaula metálica.
—Sí —afirmó ella.
—¿Y qué fue lo que pasó exactamente? ¿Cómo los atacó?
—Bueno, yo no estuve presente en el ataque.
—¿No acaba de decirnos que si?
María no sabía ya donde meterse.
—Osea, estábamos los tres juntos, pero cuando aparecieron esos hombres Nathaniel Calonge me sacó de allí y fui en busca de la ayuda del profesor Quemada mientras Bruno Jaquinot se quedó para darnos tiempo—explicó—. Cuando llegué el kraken del profesor los disipó.
—Entonces podría decirse que usted no vio nada —sentenció.
María agachó la cabeza, no sabía qué responder.
—Está bien, no hay más preguntas —dijo volviendo a golpear con la vara el suelo.
¿Qué? ¿Ya estaba? ¿No iban a preguntarle nada más? ¿No había diferentes partes?
—Puede irse —añadió mientras las sillas volvían a elevarse.
María se levantó y abandonó la sala contrariada. No tenía muy claro si lo había hecho bien o mal...
—¿Que tal ha ido? —La asaltó Bruno.
La joven dio un pequeño brinquito por el susto. Se giró y vio que todos menos Claudia la estaban esperando. Ella se encogió de hombros. No sabía la respuesta.
—El señor ese me ha parecido un engreído y un altanero —se quejó ella mientras Bruno y Nicole le trataban de decir que se callase con gestos.
—No pasa nada. Es la verdad —dijo Nate restando importancia a lo que acababa de ocurrir.
—Oh, no me digas que lo conoces —dijo ella avergonzada.
No paraba de meter la pata con Nathaniel.
—Acabas de conocer a Ezequiel Calonge, mi padre —señaló Nathaniel algo desganado.
—Oh, lo siento muchísimo, no sabía que... No debí decir nada, lo lamento.
—Tranquila, no has dicho nada que no sea cierto —dijo encogiéndose de hombros—. Bueno ¿nos vamos de aquí o que?
—Falta tu hermana —recriminó Nicky.
—Pues que nos alcance luego —dijo mientras salía del edificio.
Todavía seguía molesto con ella.
—¡Nicky, espera!
Todos se giraron al escuchar el grito.
—¿Óscar?
No esperaba encontrárselo saliendo del lugar. Suponía que como el resto él estaría presenciando el juicio. El profesor la abrazó fuertemente ante las atentas y celosas miradas de Bruno y Nathaniel.
—¿Cómo estás? ¿Tienes tiempo para tomar algo?
—Eh, bien, sí, justo ahora íbamos a comer algo, ¿te apuntas? —le preguntó con una dulce sonrisa.
Los tres jóvenes miraron a Nicole asombrados, ¿para qué lo invitaba? ¿Qué pintaba él con ellos?
—En realidad me refería a tú y yo —explicó.
Eso sí que no se lo esperaba, pero no le vendría mal desconectar un rato.
—María, ¿te importa que te deje con estos dos?
—¿Qué? —pronunciaron Bruno, Nathaniel y María al unísono.
—Perfecto, conozco un sitio estupendo —dijo el profesor tirando de ella antes de que ninguno de los jóvenes pudiese rechistar.
—¡Estás loco! —exclamó Nicky entre risas.