La leyenda de los Ignis | #2 |

Capítulo 25. Incomodidad

Bruno crujió su cuello, estaba agotado. Se había pasado la noche entera sentado en el suelo junto a la habitación de su hermana por si ella o María lo necesitaban. Sabía que no debía preocuparse tanto, pero no lo podía evitar. Verla tan triste lo destrozaba por dentro...

La puerta se abrió, las jóvenes salieron y se le quedaron mirando. Él se puso en pie rápidamente y se quedó observando en silencio a su hermana. Ella lo abrazó con fuerza, no quería hablar del tema y él no la obligó.

—Solo necesito saber una cosa y te juro que dejaré el tema —dijo él.

Ella se separó un poco y esperó la pregunta.

—¿Estás bien? Y se sincera.

Ella asintió con la cabeza y lo volvió a abrazar. Bruno la apretó con todas sus fuerzas. Si fuese por él no la soltaría nunca, así se cercioraría de que no podían hacerle daño, pero sabía que debía dejarla vivir aunque le costase.

—Muy bien, pues vayamos a desayunar —dijo Nicky con una pequeña sonrisa tratando de fingir que nada había sucedido.

—Espera —le dijo su hermano—, vamos a Casa de Nate y Clo, que tenemos que discutir unos asuntos, y desayunamos con ellos.

María y Nicole se miraron algo angustiadas. Sin duda no era el mejor momento para encontrarse con Nathaniel, pero sabían que tarde o temprano tendrían que hacerlo.

Bruno las miró confundido, ¿qué les pasaba a esas dos? ¿Qué le estaban ocultando?

—¿Hay algún problema? —preguntó algo confuso.

—No, no —se apresuró a responder la joven Domadora—. Era tan solo que quería saludar a papá, que por cierto ¿dónde está?

Bruno se encogió de hombros.

—María dice que lo ha visto entrar y que ha desaparecido —respondió él burlón mientras la miraba divertido.

La rubia le devolvió una falsa sonrisa. Ella lo había visto entrar en la habitación, estaba segura. Todo lo que rodeaba a ese hombre era demasiado extraño, pero no quería seguir con ese tema para que los dos hermanos se burlasen de ella.

Juntos caminaron hasta la puerta de los Calonge. Nathaniel abrió la puerta. Su rostro daba a entender que apenas había dormido. Tenía la cara más pálida que de normal y unas ojeras inmensas. Se quedó en silencio mirando a Nicky. Ella desvió la mirada.

Bruno le pegó un pequeño empujón.

—¿Qué haces ahí parado? Déjanos entrar —le dijo mientras pasaba dentro.

Él se apartó lo justo para permitir que todos avanzasen dentro de la casa, pero no dejó de mirar a Nicky ni un solo segundo.

Dentro el ambiente era tenso. Ninguno decía nada y Bruno comenzaba a mosquearse.

—¿Se puede saber que os pasa hoy a todos? ¿Dónde está Clo? Seguro que ella os pone las pilas —dijo en tono burlón a modo de broma, pero nadie se rió.

Nicole se dirigió a la cocina, pero Nate le cortó el paso.

—¿Qué necesitas? —preguntó él en un tono casi inaudible.

—Un vaso de agua —respondió ella con un hilo de voz.

Nathaniel fue a la cocina a por el agua y Nicky se quedó ahí en silencio incómoda.

—En serio, ¿alguien me puede explicar qué os ocurre a todos? —insistió Bruno ya de mal humor.

No le hacía ninguna gracia ser el único que no tenía ni idea de qué pasaba.

María se separó de él de un salto y se colocó junto a Nicole. No quería que Bruno la mirase o sabía que se lo contaría todo.

Nate volvía con el vaso cuando el agua comenzó a flotar y fue a parar a la boca de Clo que acababa de salir de su cuarto.

—Gracias hermanito, tú siempre tan atento —dijo cuando terminó de beberla.

Él la miró seria y se dirigió de nuevo a la cocina a por otro vaso para Nicole.

—No hace falta, estoy bien —dijo Nicky.

En realidad el vaso solo era una excusa para salir un rato de ese cuarto y poder respirar tranquila.

Bruno avanzó hasta Clo.

—¿Tú sabes que les pasa a estos idiotas? —preguntó y ella se encogió de hombros.

—Cariño, ya sabes que para que haya un hermano como nosotros, el otro tiene que salir —Hizo una pausa—, bueno, ya sabes, como ellos —dijo señalándolos burlona.

Bruno se rió y cogió a Clo por la cintura.

—Y por eso eres mi preferida —dijo entre risas—. Contigo nunca hay dramas.

Ambos se miraron divertidos mientras María los observaba preocupada, había demasiada complicidad entre ellos. Sacudió la cabeza, debía dejar esas cosas de lado. Eran amigos desde niños, era normal que se llevasen así.

—¿Podemos irnos ya? —pregunto Nicky seca.

—Que prisas —se quejó Clo.

Después se quedó un segundo mirando a Nicole que llevaba unos jeans desgastados, una camiseta roja básica y una cazadora negra de cuero. La rubia no pudo evitar esbozar una mueca.



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En el texto hay: internado, drama y romance, dragones

Editado: 23.09.2018

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