La puerta se abrió violentamente provocando que todos los que estaban dentro se sobresaltasen.
—Muy bien, todos en pie, nos vamos al Morsteen.
La voz de Javier Jaquinot sonaba algo temblorosa. Bruno miró a su padre, algo realmente malo tenía que haber ocurrido para que estuviese así.
—¿Qué?, ¿así sin más? —preguntó Claudia perpleja.
No tenía hecha su maleta y, sobre todo, no quería dejar a Bea sola justo antes del juicio. Era cierto que las cosas no habían ido demasiado bien en la visita, pero aun así, no podía abandonarla en un momento tan duro para la Natura.
—¿Es que no le habéis escuchado? ¡Nos vamos ya! —chilló Angélica.
Esta vez todos se pusieron en pie, no querían ser en blanco de la ira de esa señora.
—Tenéis dos minutos para coger algunos libros y cosas importantes, el resto os lo haremos llegar en los próximos días —explicó el señor Jaquinot—. Claudia y Nathaniel, no podéis ir a vuestra a casa a por las cosas, así que coged lo imprescindible de los cuartos de Nicky y Bruno. María, ¿tú tienes aquí tu maleta verdad?
Ella asintió con la cabeza.
—Perfecto, pues en cinco minutos os quiero a todos aquí con lo que os vayáis a llevar —añadió la directora.
Todos se apresuraron hacia los cuartos excepto Óscar, quien tenía la mayoría de sus cosas en el internado, por lo que se acercó a la directora para conversar de lo sucedido.
Los chicos se repartieron para ir recogiendo lo imprescindible. No querían olvidar nada esencial. María no paraba de pensar en algo que quería coger, pero sabía que no debía. No estaba bien pensar eso, pero no podía evitarlo.
—No es justo —se quejó Claudia—. No quiero irme sin ella —se quejó mientras Nicole le daba un abrazo.
María se quedó en silencio mirándolas. ¿Realmente a Claudia le estaba afectando tanto lo de Bea? ¿La querría de verdad? Había escuchado a Nicky decir que sí, pero ella no se lo creía. Por lo que había visto en el Morsteen a Claudia solo le importaba ella misma. No tenía mucho sentido que se preocupase de una Natura, pero ahí estaba completamente rota. Esa chica poco tenía que ver con la que había hecho la dedicatoria en el discurso del primer día de clase.
—Tranquila Clo, aquí está a salvo —trató de tranquilizarla Nicole.
Sin embargo Claudia no estaba convencida, no se sentía bien consigo misma abandonándola así.
—Chicas, ¿os queda mucho?
Las tres se giraron hacia Bruno quien estaba junto a Nathaniel con las maletas hechas.
—Ya estamos —respondió Nicole mientras guardaba la foto de su madre en el bolso.
Si las cosas salían mal no quería que la foto se perdiese. Era una de las pocas cosas que tenía para recordarla.
—Tengo que ir un segundo al baño —interrumpió María.
Todos la miraron incrédulos. No tenían tiempo, debían irse ya y, como de costumbre, ella los retrasaba.
—Lo siento —se disculpó—, pero va a ser un viaje largo —añadió desviando la mirada.
Todos volvieron a la sala dejándola sola en el pasillo.
En ese momento la idea del pequeño robo volvió a su cabeza. Sabía que no estaba bien, pero con todo ese revuelo nadie se daría cuenta. Además, no lo iba a robar, solo lo tomaría prestado y más adelante ya lo devolvería.
Se asomó por el pasillo y se aseguró de que todos estuviesen ocupados conversando entre ellos. Entonces se deslizó dentro de la habitación de Javier Jaquinot junto con su maleta y comenzó a rebuscar.
¿Dónde estaría ese libro? ¿Por qué no podía seguir encima de la mesita? Se apresuró a revisar los libros de la enorme estantería, pero nada. Era como si hubiese desaparecido, o como si nunca hubiese existido y se hubiese tratado tan solo de un cruel sueño. Sin embargo María no estaba dispuesta a darse por vencida tan fácil, necesitaba ese libro.
Cerró los ojos y se puso a pensar. ¿Dónde guardaría su madre un libro sobre el que estaba trabajando? ¡En la mesilla al lado de su cama!
Abrió el cajón suavemente y descubrió, para su desgracia, que estaba vacío. Quizás era lo mejor. ¿Cómo se le había pasado por la cabeza llevarse algo que no era suyo? Y peor aun, ¡que era del señor Jaquinot!
Trató de cerrar de nuevo el cajón, pero le fue imposible. Estaba atascado. ¿Qué iba a hacer? Si la pillaban ahí curioseando nadie volvería a confiar en ella, Bruno no la perdonaría y Adrianna la expulsaría del Morsteen. Miró nerviosa hacia la puerta tratando de que el maldito cajón encajase de nuevo, no tenía tiempo, pero no podía dejarlo así o Javier sabría que ella había estado curioseando en su cuarto.
Tiró del cajón hacia fuera y escuchó un golpe seco. ¿Lo había roto? Esto iba de mal en peor. Miró con los ojos medio cerrados y se percató de que no lo había roto, sino de que algo había caído al suelo, y no era cualquier cosa, ¡era su libro! La leyenda de los Ignis, por fin podría averiguar más cosas sobre ella y sus poderes. Lo cogió, lo metió en la maleta como si de algo suyo se tratase, colocó el cajón en su sitio y salió de la habitación, pero tuvo la mala suerte de que justo Nicky estaba en el pasillo.