La leyenda de los Ignis | #2 |

Capítulo 30. Decisiones

La directora miró seria a Javier y Angélica esperando a que comenzasen la conversación, pero ninguno de los dos se atrevía a romper el silencio.

—Hablemos —dijo Adrianna tratando de sonar calmada, pero en el fondo comenzaba a perder los nervios.  

—Aquí no —respondió el señor Jaquinot.

Necesitaban un lugar donde el dragón de la directora no tuviese un fácil acceso por si las cosas se complicaban. Ahí, al lado del lago estaban completamente al descubierto, era demasiado arriesgado.

—Javier, no voy a moverme a ningún otro lado. ¡Hablad! —insistió molesta.

Javier y Angélica se miraron no muy convencidos de que ese fuese el lugar idóneo para llevar a cabo la conversación.

—Primero hemos de tomar una decisión. Si te contamos la verdad necesitaremos que vengas con nosotros y, por tanto, hay que escoger quien tomará las riendas del Morsteen en tu ausencia —explicó Javier. 

Adrianna se quedó unos minutos meditando aquellas palabras, era una decisión difícil, pero tenía clara su respuesta.

—La señora Figueroa será quien tome el mando del internado —respondió segura de su decisión.

La profesora de herbología era una buena amiga suya. Era leal, valiente y de buen corazón. Una persona confiable que protegería a sus alumnos a toda costa. Sabía que era la respuesta adecuada, sin embargo Angélica no lo tenía tan claro.

—No —sentenció la señora Vargas.

—¿Qué? —preguntó el señor Jaquinot confuso.

¿A qué venía eso? Si Adrianna había pensado en la señora Figueroa sería por algo, ¿por qué se tenía que inmiscuir? 

—Que no la quiero a ella —respondió con voz tranquila. 

Adrianna suspiró cansada, la conocía lo suficiente como para saber que ya tenía un nombre en mente, así que no tenía ningún sentido insistir. Lo mejor sería preguntarle y ver si la persona que ella quería sería una buena candidata o no.

—¿Y a quién quieres? —preguntó la directora sin mucho interés. 

—Al profesor Óscar Quemada —respondió ella con voz firme y segura.

Javier la miró perplejo. ¿Óscar Quemada? ¿Por qué? Era un hombre muy joven para esa responsabilidad, además que su hermano era un repudiado y, peor aun, Angélica sabía que él no lo soportaba. Estaba segura que era una venganza por obligarla a contarle toda la verdad a Adrianna.

—Angélica, piensa bien lo que dices. Él no es el correcto y lo sabes —aseveró él, pero ella no estaba dispuesta a dar su brazo a torcer.

—Javier, yo no estaba de acuerdo en confiar nuestro secreto, pero lo voy a hacer porque tú me lo has pedido, lo único que quiero a cambio es a Óscar a la cabeza del Morsteen, no creo que sea algo excesivo —respondió de forma clara y pausada.

El señor Jaquinot se mordió la lengua, no quería entrar en ese juego, conocía demasiado bien a Angélica.

—Está bien, dejaré al profesor Quemada al mando —interrumpió la directora.

No creía que fuese la mejor opción por su inexperiencia, pero confiaba al cien por cien en él. Sabía que podía dejar el Morsteen en sus manos, así que la decisión de Angélica no era un gran problema para ella.

La señora Vargas sonrió de forma triunfal.

—Eso no es todo, creo que si va a estar aquí es justo que también esté enterado de nuestros planes, al fin y al cabo si ocurre algo debería saber cómo reaccionar —expuso Angélica.

Las palabras de la Domadora parecían razonables, así que la directora no se opuso. Javier no estaba de acuerdo, pero no quería contrariarla y prefirió seguir en silencio.

—Perfecto, entonces llámalo y podremos comenzar —dijo de forma alegre, sabía que había ganado esa pelea. 

La directora cerró los ojos, ahora que volvían a estar en los terrenos del internado podía volver a introducirse en la mente de los allí presentes. No era algo que le gustase en exceso, y no solo porque fuese meterse en la intimidad de otros, sino porque odiaba los insulsos pensamientos de la mayoría.

Se concentró, halló al profesor Quemada y le pidió que se reuniese con ellos a la mayor brevedad posible. Este apenas tardo dos minutos en llegar hasta ellos.

—¿Qué ocurre? —preguntó preocupado.

Se había ido de allí a sabiendas de que esos tres tenían mucho de lo que hablar, pero ahora le llamaban y le pedían que se juntase con ellos. Todo le resultaba bastante extraño e intrigante.

—Óscar, necesito pedirte un gran favor —le confesó la directora.

Él asintió con la cabeza.

—Por supuesto, ya sabes que cualquier cosa que necesites —afirmó él. 

—Voy a tener que ausentarme durante...   —Se quedó en silencio—. No sé durante cuanto tiempo, pero necesito que te quedes al mando del internado —le pidió.



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En el texto hay: internado, drama y romance, dragones

Editado: 23.09.2018

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