La leyenda de los Ignis | #2 |

Capítulo 31. Encerrona

Bruno corría por el pasillo del internado en dirección a la habitación de su hermana. Abrió la puerta de forma brusca y cogió a Nicole fuerte del brazo.

—Corre, ven, no sé que le pasa a Nate —le gritó casi sin aliento.

El corazón de Nicky se paró y ella echó a correr hacia la habitación de Nathaniel. No podía perderlo, no podía. Entró a toda prisa en el cuarto rogando porque no fuese nada grave y que lo pudiese solucionar, pero al ver como él la miraba confuso mientras deshacía su maleta entendió que todo había sido una artimaña de su hermano para juntarlos.

Se quedó en silencio mientras tomaba aire y Nate la seguía mirando esperando una explicación de porque había irrumpido en su cuarto de esas maneras.

—Lo siento, Bruno me dijo que...

—No pasa nada —respondió él.

La tensión era palpable. Ninguno de los dos estaba cómodo con esa situación.

—Bueno, mejor me vuelvo a mi habitación —dijo ella con un hilo de voz.

Se giró y trató de salir, pero su hermano estaba atrancando la puerta.

—Bruno, no tiene gracia, déjame salir —le exigió.

—No, no hasta que arregléis lo que sea que os pase —respondió él—. En serio, ¿qué puede haber sido tan grave para que vosotros dos estéis así? Venga ya —insistió.

Nathaniel se acercó a la puerta.

—Déjame a mí —le dijo a Nicole—. Bruno, no tiene gracia. ¡Abre ya!

—No —repitió él.

Nate suspiró.

—Sabes que no puedes conmigo. ¿En serio quieres que eche la puerta abajo el primer día de clase? —preguntó algo molesto.

Bruno sabía perfectamente, aunque odiase admitirlo, que Nathaniel era más fuerte que él, y por eso mismo tenía un as bajo la manga.

—Sí, pero si veo que haces el más mínimo intento decapito a Veneno —aseguró.

Nate arqueó una ceja, ¿Veneno? ¿Qué era eso? Le daba bastante igual, así que levantó los brazos y se dispuso a tirar la puerta, pero la mano temblorosa de Nicky lo detuvo. Él la miró contrariado, sabía que ella tenía las mismas o incluso más ganas que él de salir de ahí.

—No, por favor —le pidió con lágrimas en los ojos—. Por favor —insistió provocando que él bajase los brazos y se sentase en la cama.

—Gracias.

Sabía que Nate podía haberla ignorado y echado la puerta abajo para finalizar con la incómoda situación, pero aun estando enfadados la había protegido y respetado sin cuestionarla.

—Veneno es...

—No tienes porque contármelo —le aseguró él de forma comprensiva.

—Lo sé, pero quiero —respondió ella sentándose en la cama a cierta distancia de él—. Es mi peluche. Lo tengo desde niña. Mi madre me lo regaló porque de pequeña siempre quería ser como ella —dijo con una pequeña sonrisa—. Así que como ella tenía la conexión con un cerbero, me regaló a mí uno de peluche para que cuando fuese con ella ambas tuviésemos uno —le explicó—. Es una de las pocas cosas que conservo de ella.

Nathaniel cerró el puño, Bruno había jugado sucio, se había pasado. Sabía lo importante que era ese objeto para su hermana, no debía haberlo tocado. Se quedó mirándola un instante, se moría por abrazarla, por besarla y consolarla, pero no podía.

—No te preocupes, Bruno no va a destrozarlo —le aseguró.

En el fondo Nicky sabía que era cierto. Confiaba en que su hermano jamás haría nada que la hiriese.

—Nate, tenemos que hablar.

Nicky se mordió el labio inferior, acababa de pronunciar la frase más típica del mundo y sin embargo sentía que era la más adecuada.

—Habla —respondió él.

—No quiero estar así contigo siempre. Eres importante para mí —le confesó ella—. Te necesito conmigo —reconoció mientras un par de lágrimas resbalaban por su rostro.

Él apretó más y más su puño, no podía verla así.

—Nicky, por favor, no llores —le pidió—. No soporto verte mal.

Ella parpadeo rápidamente tratando de controlar las lágrimas.

—No te preocupes. Es un cúmulo de todo lo que ha pasado.

Él dejó todo de lado y la atrajo hacia sí mismo abrazándola con fuerza.

—Todo va a ir bien. No te preocupes —dijo sin soltarla.

Ella dejó caer unas cuantas lágrimas más, necesitaba ese abrazo, esa seguridad que tan solo él podía darle.

Se quedaron varios minutos en silencio disfrutando del abrazo hasta que Nicky se separó un poco para mirarlo a la cara. Necesitaba tener la conversación con él, no podían ir retrasándolo o acabarían como siempre.

—Nate, tenemos que ser sinceros aunque nos duela —Hizo una pausa—. Ha quedado claro que tú y yo no podemos estar juntos, no tenemos ningún futuro como pareja. Solo nos hacemos daño. Siempre nos estamos escondiendo y eso termina agobiándonos y provocando que peleemos. No podemos estar así, pero no puedo perderte.



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En el texto hay: internado, drama y romance, dragones

Editado: 23.09.2018

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