La leyenda de los Ignis | #2 |

Capítulo 34. Algo más

Los días se fueron sucediendo lentamente. Los alumnos y profesores iban llegando poco a poco. A falta de un día para el comienzo de las clases ya casi todos estaban en el internado. Claudia necesitaba utilizar las pocas horas que le quedaban antes del primer día de clases para seguir indagando y tratar de saber cómo estaba Bea y cómo la podía ayudar.

Llamó a la puerta de la habitación de Hugo y se adentró de forma sigilosa. El chico estaba tumbado en la cama con tan solo un pantalón de pijama y miraba concentrado su horario. La miró confuso. Ella avanzó hasta su cama y se sentó junto a él mordiéndose el labio inferior.

Claudia repasó con su mirada cada centímetro del torso desnudo del chico. Estaba muy bien definido, sin duda se esforzaba por mantenerse así. Comenzó a acariciarlo de forma sensual con su dedo índice.

—Veo que a alguien le han sentado muy bien estos tres meses —dijo ella con voz seductora.

Él apartó su dedo con sus manos y se fue a colocar una camiseta.

—Claudia, basta —le pidió.

Ella se levantó y lo arrinconó junto a la pared.

—¿Basta de qué? —le preguntó mientras sus labios casi se rozaban.

Hugo tragó saliva. Quería besarla y ella lo sabía, pero no le daría esa satisfacción. La cogió de los hombros y la apartó con delicadeza.

—Basta de este absurdo juego —respondió—. Sabes que me importas, y sé que yo también a ti. No de la manera que me gustaría, pero sí que te importo. Así que por favor deja esto y dime qué quieres —le pidió mientras se volvía a sentar en su cama.

Hugo quería a Claudia, siempre lo había hecho. Desde que la vio entrar por la puerta del Morsteen supo que esa chica sería su mayor perdición, y así lo había sido.

—Te quiero a ti —insistió ella y acto seguido lo besó con furia.

Él tardó unos segundos en apartarse. Era difícil controlarse y hacer lo correcto cuando la persona de tus sueños se te ofrecía de esa manera.

—Claudia, por favor, deja de hacer esto y dime a que has venido en verdad —le rogó.

Él tenía novia, eso no estaba bien, y, lo peor de todo, sabía que Clo no lo quería a él y seguir con ese juego lo destrozaba. Él lo daría todo por ella, haría lo que fuese, pero no podía obligarla a quererlo como él la quería a ella.

Clo torció el labio algo molesta y tomó algo de distancia. ¿Por qué la rechazaba? Él nunca se había resistido a ella, ¿es que acaso estaba perdiendo su toque?

—¿Y bien? —insistió Hugo.

—Necesito tu ayuda —reconoció ella desviando la mirada.

—Está bien, ¿qué necesitas?

Ella se quedó en silencio. Era complicado hablar de este tema, y más con él después de todo lo que habían vivido.

—¿Sabes algo de Bea?

Cada una de esas palabras hirió profundamente el interior del chico, pero en cierto modo ya sabía que ella había acudido a él por eso.

—Apenas —reconoció.

—Hugo, por favor.

—Clo, no sé mucho, tan solo que después de lo sucedido los están llevando a algún sitio para tenerlos más controlados, pero está bien, no te preocupes —le dijo tratando de tranquilizarla.

Como le hubiese gustado que Clo alguna vez se hubiese sentido así respecto a él, que hubiese sido capaz de todo por él, pero eso era algo que hacía muchos años había aceptado que no ocurriría.

—¿Y tu padre? —preguntó Claudia.

—¿Qué pasa con él? —respondió Hugo algo confuso.

—Él es un miembro del alto consejo. Seguro que sabe algo, podrías preguntarle.

—No —sentenció él—. Sabes que esos temas no salen de ahí. Nunca me contaría nada, además no quiero hacerlo —reconoció.

—Por favor —le suplicó ella.

—No. Claudia, ¿es qué no lo entiendes? —preguntó malhumorado—. Vienes aquí intentando seducirme y me pides que te ayude a conseguir información sobre cómo está la persona de la que estás enamorada —explotó—. ¿Y yo qué? ¿Te has parado a pensar un segundo en cómo me siento yo?, ¿en el daño que me puede hacer? No, claro que no, porque a ti nunca te he importado. Tan solo la persona a la que acudes cuando necesitas sexo, consuelo o favores —le reprochó—. Estoy harto de esto, harto de ti. En serio, no puedo seguir con esto. Vete —le pidió.

Las palabras de Hugo sí que afectaron a Clo. Ella nunca lo había admitido, claro que lo quería, claro que le importaba, pero no de la manera que lo hacía Bea. Hugo, aunque fuese a escondidas, era un gran apoyo para ella y jamás se había planteado el daño que le estaba haciendo.

—Hugo, yo...

—No, basta, vete —repitió él y esta vez ella le hizo caso, no quería seguir ahí molestándolo para no lograr nada.



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En el texto hay: internado, drama y romance, dragones

Editado: 23.09.2018

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