Un agudo chillido despertó a Nathaniel e hizo que saliese alarmado al pasillo. Estaba bastante oscuro a pesar de que una pequeña llama alumbraba parte del lugar, así que golpeó el interruptor y para encender las luces.
Entonces pudo divisar al profesor Quemada apoyado en la pared y a Nicky de rodillas junto a María. Los miró extrañado, ¿qué estaban haciendo a esas horas?, ¿y por qué tanto ruido? ¡Lo habían despertado de un magnífico sueño!
—¿Qué coño está pasando? —preguntó malhumorado.
—Que Nicky me ha lanzado a la pared con una ráfaga —se quejó María aun dolorida.
Nate miró a la Domadora divertido. Eso sí que no se lo esperaba.
—A ver, no ha sido así —respondió ella tratando de contener la risa—. Estaba oscuro y había una sombra correteando, ¿qué otra cosa podría haber hecho? ¡Podía haber sido un repudiado!
María se levantó sin que la respuesta de su amiga la convenciese en exceso. ¡Menudo golpe que se había llevado!
—Por cierto, ¿qué hacías aquí a estás horas? —preguntó curiosa la morena.
María tragó saliva, ¿qué le iba a decir?, ¿qué estaba tratando de comprobar algo que había leído en un libro que le había robado a su padre? No parecía la mejor respuesta.
—¿Y tú? —preguntó Nathaniel a Nicky.
María respiró aliviada. Por una vez Nathaniel le había sido de gran ayuda.
—¡Cesar! —respondió ella cuando recordó que aun los seguía esperando—. ¡Vamos, no os quedéis ahí! —chilló arrastrando a Nathaniel y a Óscar fuera.
María respiró tranquila, se había librado, pero lo mejor era volver a su habitación y dejar las prácticas para otro día.
—¡Ya era hora! —se quejó entre chillos Cesar cuando comenzó a verlos a lo lejos.
—Cesar, intenta comportarte —le pidió su novio a sabiendas de que era algo imposible.
Él sonrió como lo hace un niño cuando le promete a sus padres que no va a hacer algo, pero sabe que en cuanto se den la vuelta lo hará.
—Ábre —pidió Cesar con una sonrisa de oreja a oreja.
—Ya está —respondió su hermano mientras les indicaba que pasasen.
Nicky abrazó a Marco con todas sus fuerzas. Este la cogió de la cintura y los cinco avanzaron hacia el interior del internado.
—Muy bien, hablemos —dijo Óscar rompiendo el incómodo silencio.
—¿No nos vas a llevar a una sala de reuniones? —preguntó Cesar en tono burlón.
Marco golpeó con su codo las costillas de su novio de forma disimulada.
—Aquí está bien —se apresuró a decir.
El profesor miró a Nicole, estaba molesto de que lo hubiese metido en ese lío. Nathaniel miraba a todos descolocado, no sabía qué estaba pasando ni qué pintaba él ahí. Marco y Nicky se miraban mutuamente preocupados de como finalizaría la reunión, y Cesar miraba divertido el lugar.
—Habla —le dijo Óscar a su hermano.
—Querrás decir que tú vas a hablar, ¿no? Al fin y al cabo eres tú el que me está ofreciendo trabajo —respondió este con una malévola sonrisa.
—Nos está ofreciendo —rectificó Marco aunque ninguno de los Quemada pareció hacerle mucho caso.
El profesor miró a Nicky.
—Así que quiero ofrecerle trabajo —le dijo en tono sarcástico.
—Ofrecernos —volvió a rectificar Marco—. En serio, ¿es qué no os dais cuenta de que estoy justo aquí? —preguntó algo molesto, pero ninguno reparó en él.
—Óscar —le pidió Nicky a sabiendas de que esto estaba siendo difícil para él.
—Muy bien, ¿y qué se supone que puedes tú enseñarle a mis alumnos?
—¿En serio? —preguntó Marco inaudito.
Lo estaban ignorando por completo. Se suponía que la oferta era para los dos.
—Podéis —rectificó el profesor.
—Gracias —respondió Marco.
Hubo un segundo de silencio. En realidad Nathaniel y Nicky sabían que sobraban por completo en ese momento, y Marco, aunque la oferta fuese para los dos, también.
—Nosotros vamos a tomar un café y os dejamos que habléis —dijo Nicole girando sobre sus talones, pero Óscar la sujeto de la muñeca y la atrajo hacia él.
—De eso nada. Tú me has metido en este lío, no me dejes solo —le pidió al oído.
Nate apretó el puño. Sabía que no podía hacer nada, pero lo dolía ver a esos dos tan juntos.
—Bueno, yo sí que me voy —dijo el Domador.
—¡No! —exclamó Cesar—. Ya me acuerdo de ti —dijo con una espléndida sonrisa—. Quiero que te quedes —añadió mirándolo de arriba abajo.