María abrió los ojos desesperada. Llevaba horas dando vueltas en la cama y no conseguía dormir. Sabía que necesitaba descansar, pero ¿qué más podía hacer? Ya lo había intentado y no había forma humana de conciliar el sueño.
Estiró el brazo y tanteó a ciegas la pared hasta dar con el dichoso interruptor, ¿por qué estaba tan mal situado?
Se levantó, avanzó hasta la pequeña mesita, cogió el libro y volvió a sentarse en la cama mientras volvía a repasarlo al completo. Tenía que haber algo que se le hubiese escapado. No tenía ningún sentido que su padre hubiese escrito eso. Él era humano, no tenía idea alguna acerca de este mundo, y muchísimo menos sobre la existencia de los Ignis. No era posible que ni siquiera la directora tuviese una fundada información, y que su padre sí que lo hiciese.
Releyó y releyó hasta que de pronto cayó el algo que su madre le había dicho de niña. "Cariño, pon mucha atención en los cuentos. Detrás de cada mentira edulcorada siempre se esconde algo de verdad". Sonrió recordando esos días cuando era niña y su madre la arropaba y le contaba uno de sus cuentos preferidos. "Cada cuento o leyenda tiene detrás una historia que la gente ya ha olvidado", recordó en voz alta.
Entonces se levantó de un salto y corrió a despertar a Bruno. Había sido algo injusta con él, pero aun así lo necesitaba para descifrar esos mensajes.
Bruno dormía plácidamente en su cama hasta que notó un leve contacto en el brazo que hizo que lo alertó. Se levantó de un brinco, aprisionó a la persona entre su cuerpo y la pared y colocó su antebrazo oprimiendo la garganta del posible agresor.
—Bruno, soy yo —susurró María con serias dificultades para respirar.
El domador la soltó de inmediato y encendió la luz. ¿Qué hacía ella allí a esas horas? No podía presentarse ahí en medio de la noche, de forma sigilosa y a oscuras. ¡Podría haberle hecho daño!
Se frotó los ojos mientras esperaba una explicación de la chica, quien se tocaba la garganta tratando de recuperar la respiración.
—Necesito que me ayudes—le pidió de forma tímida.
Él asintió con la cabeza y se sentó en la cama.
—Creo que he descubierto algo, pero no se muy bien el qué.
Bruno la miró sin entender bien. ¿Que había descubierto algo, pero que no sabía el qué? Eso no tenía mucho sentido, aun así no quería interrumpirla ni hacer que se sintiese mal. Sabía que había pasado unos días no demasiado buenos, así que si eso le daba fuerzas, no sería él quien se lo quitase.
—Hay cosas en el libro que antes había pasado por alto, pensaba que eran cuentos para niños, pero si te fijas bien parece que esconde algo—explicó a toda prisa.
Bruno se esforzaba por seguir el ritmo a la chica a esas horas, pero entre la velocidad a la que esta hablaba y el sueño que él tenía, era algo complicado.
—Espera, vayamos por partes—le pidió él—. ¿Hay alguna parte en concreto a la que te refieras?
Ella asintió entusiasmada, abrió el libro y se lo mostró. Bruno lo repasó detenidamente ante el evidente nerviosismo de María quien quería una respuesta inmediata y no entendía porque el joven tardaba tanto en decir algo.
Para su sorpresa, el domador comenzaba a entender a lo que María se refería. Se quedó pensativo tratando de recordar dónde había leído algo parecido y de pronto lo recordó.
—Entiendo—Hizo una pausa—María, creo que puedo ayudarte con esto, pero necesitó hablar con un par de personas.
—¡No!—exclamó ella.
Primero le había pedido que no contase a nadie que era una Ignis, ella no había entendido el porqué, pero lo había respetado hasta el momento en el que tuvo que usar sus poderes en la batalla y quedó en evidencia, ¿y ahora él quería ir contado a todo el mundo lo del libro? Además si lo hacía seguro que Javier Jaquinot se enteraba de que se lo había robado, y a saber qué le hacía...
—María, necesitamos su ayuda—Trató de explicarle de forma cariñosa—. Yo no soy un experto en este tema.
—¡Nadie lo es! Ahí está el problema—le interrumpió ella exasperada.
Él cogió aire lentamente.
—Lo sé, pero ellos podrían ayudar...
Ella le miró sin estar muy convencida.
—Son de confianza—insistió él.
Ella suspiró, le hubiese gustado hacer esta investigación los dos solos, pero estaba claro que no iba a ser así. Bruno la beso de forma cariñosa.
—Te prometo que descifraremos todo —le aseguró con una encantadora sonrisa.
Ella no estaba del todo segura, pero tampoco tenía muchas más opciones. Sabía que ella sola no lo lograría.