Claudia, Cesar y Marco volvían en silencio al internado. Sabían lo que ocurriría nada más llegar, y no iba a ser agradable dar la noticia. Además, sin Óscar, ¿quién estaría al mando? Lo más lógico sería que fuese la señora Figueroa, pero era demasiado buena y sentimental como para instruir a sus alumnos y convertirlos en un verdadero ejercito que pudiese hacer frente a Ezequiel. Por otra parte, ¿quiénes de los presentes en el internado estarían de parte de ese nuevo régimen? Adivinarlo no iba a ser tarea sencilla, y mucho menos sin saber el tiempo con el que contaban. A decir verdad, los tres estaban aterrados, pero no podían reconocerlo. No era momento de sentir miedo. Debían mirar hacia delante y servir de ejemplo para el resto. Llegaban tiempos difíciles y debían marcar el camino a seguir.
—¿Por qué no la has detenido? —explotó Claudia.
Estaba furiosa con Nicky por la decisión que había tomado, pero lo estaba más con Cesar por no detenerla.
—¿Qué? —preguntó Cesar, quien estaba absorto en sus propios pensamientos.
—¡No tenías que haberla dejado marchar! —insistió la rubia.
Cesar la miró desconcertado.
—No es mi novia ni mi hermana, ¿qué querías que hiciese? —preguntó gesticulando en exceso con los brazos.
Marco dio un par de pasos para alejarse de esos dos. Discutir con Cesar era bastante complicado, era una persona peculiar, pero lo quería y sabía más o menos como manejarlo. Eso sí, estar en medio de Cesar y Claudia sí que no le llamaba nada la atención. En cierta manera esos dos eran muy parecidos y lo que menos quería Marco es que lo pillasen en medio y recayese todo sobre él.
—¡Podías haberla obligado! Se supone que tu eras el gran Domador... —respondió Clo sin morderse la lengua.
—Tú también podías haberla obligado, ¿no es acaso tu mejor amiga? —respondió Cesar sin dejarse achantar—. Además, ¿por qué me lo recriminas a mí y a él no le dices nada? —preguntó señalando a su novio.
Marco lo miró sin poder cerrar la boca de asombro. ¿En serio? ¡Lo acababa de echar a los leones sin ningún tipo de compasión! Sin duda ¿quién quería enemigos teniendo un novio así?
—Él es un simple Natura, ¿qué querías que hiciese? —respondió Claudia sin pararse a pensar si quiera que Marco estaba ahí presente escuchando todo.
El Natura se giró hacia Claudia ofendido por sus palabras, pero cuando fue a abrir la boca para hablar Cesar le quitó la palabra.
—Podía haber hecho lo mismo que yo —sentenció.
Marco lo miró sin saber muy bien si eso era un halago o si tan solo seguía echándolo a los leones.
—Por mucho que estoy disfrutando de esta bonita conversación en la que habéis olvidado por completo que estoy aquí, creo que deberíamos ponernos a pensar en otras cosas —interrumpió el Natura—. Nicky sabe cuidarse sola. Nosotros, en cambio, tenemos ahora un internado sin director que debe prepararse para una guerra contra un hombre loco.
—¡Ese loco es mi padre! —exclamó Claudia.
—¿Y? —preguntó Cesar despreocupado.
—Nada, solo apuntillaba la frase —respondió esta encogiéndose de hombros.
En verdad no es que tuviese una relación demasiado cercana con su padre, casi hasta prefería a su madre, y eso era mucho decir.
Marco negó con la cabeza. Esa era la primera y última vez que salía con esos dos juntos.
—Muy bien, ahora que todo está claro, tenemos que hablar con la señora Figueroa para que asuma el mando y decida qué hacer.
—No —respondió Cesar de manera tranquila.
—¿Qué? —preguntó Marco confuso.
¿Qué le ocurría ahora a su novio?
—No me gusta esa señora —respondió.
—¿Por qué? ¡Si es encantadora! —exclamó Marco incrédulo.
Todos amaban a esa mujer, pero claro, ¿cómo no? Su novio tenía que ser la excepción, qué raro...
—Es demasiado encantadora, me provoca escalofríos.
—¡Exacto! —apoyó Clo—. Nadie puede ser así de encantadora durante todo el día, ¡da mal rollo!
—¡Alguien que al fin lo entiende! —exclamó Cesar señalando a Claudia con el brazo.
Marco rodó los ojos, ¡lo que le faltaba! No sabía si era peor que esos dos discutiesen, o que estuviesen de acuerdo...
—¿Entonces quién? —preguntó cansado el Natura.
No quería discutir por algo que sabía que no iba a ganar. Lo más sencillo era que ellos dijesen a quién querían y una vez en el Morsteen ya se vería.
—¡Yo! —chilló Cesar a la vez que Claudia proponía a su hermano.
Los dos se miraron serios y las chispas saltaron. Marco dio un paso para atrás. Ya estaban otra vez...