Nathaniel estaba perdiendo la paciencia y su tiempo con esa historia. Podría ser que la historia fuese muy emotiva y todo eso, pero él no estaba ahí para que le contasen un melancólico recuerdo. Había viajado hasta Santiago de Chile para descubrir la verdad, y por ahora no parecían estar acercándose nada.
—¿Y podrías decirnos quién se supone que es el verdadero autor? —preguntó el Domador exasperado.
Bruno y María aún contenían el aliento debido a la historia, ellos sí que parecían conmovidos.
Dana se giró hacia Bruno.
—Tu abuelo —respondió.
Bruno parpadeó varias veces en silencio.
—¿Cuál de los dos? —preguntó sin terminar de creérselo.
—El padre de tu madre —respondió la Domadora.
Bruno tragó saliva, no podía creerlo.
—¿Mi abuelo es un Ignis?
Dana cogió aire y lo expulsó lentamente, ¿a quién había salido ese chico? ¡No se estaba enterando de nada!
—¡No! Tu abuelo es un Domador al igual que toda tu familia —respondió algo molesta de que el chico no comprendiese lo que le estaba contando—. Tu abuelo documentó la historia de alguien más... Alguien que no sabemos quién es —explicó.
María se giró hacia Bruno y le cogió del brazo.
—Entonces ya está, hablemos con él —dijo emocionada de al fin hallar respuestas.
Bruno puso su mano sobre la de la joven.
—No es tan sencillo. Hace años que no sé nada de él. Desde que murió mi madre desapareció de nuestras vidas...
Y de nuevo un callejón sin salida.
—Nicky sí que habla con él —interrumpió Nate.
—¿Qué? —preguntó Bruno visiblemente alterado—. ¿Me estás diciendo que sabías que mi hermana habla a escondidas con el psicópata que trató de matar a mi padre y no me has dicho nada? —preguntó furioso.
—Si no te lo ha comentado, quizá haya sido por algo. ¿No te lo has planteado? —respondió Nate poniéndose de pie también.
María se levantó y se colocó en medio, sabía lo que iba a suceder, y no tenían tiempo para eso.
—¡Ya basta! Hablamos con Nicky, nos lleva hasta tu abuelo y él nos cuenta todo —dijo la Ignis mirándolos a los dos seria.
—María, espera. Antes de irte quiero hablar contigo.
—Ahora no.
—¡María! —dijo autoritaria—. Es importante —añadió suavizando la voz.
—Nosotros esperamos fuera—dijo Bruno arrastrando a Nate fuera de la casa.
María miró a su madre esperando que le contase qué estaba ocurriendo.
—Necesito que seas sincera conmigo, ¿entiendes?—pidió su madre.
Ella asintió con la cabeza. ¿A qué venía todo eso?
—¿Que poderes has experimentado por ahora?—preguntó preocupada.
María se mordió el labio inferior pensativa.
—No sé, se supone que controlo el fuego, y no me quema—respondió encogiéndose de hombros.
—¿Eso es todo?
La Ignis la miró confusa, ¿qué más quería? Había algo más, pero no sabía si contárselo. En verdad ni siquiera lo llegaba a comprender del todo...
—María, ¿hay algo más? Y sé sincera, por favor.
La voz de su madre sonaba desesperada, no podía seguir ocultándoselo.
—Sí que hay algo más, pero no sé muy bien qué. Creo que puedo explotar el tiempo o algo así. Solo lo he hecho una vez, y no sé ni cómo—reconoció y entonces su madre la abrazó con fuerza.
—Es lo que me temía... Cariño, escúchame atentamente. Antes no os he dicho toda la verdad.
—¡Mamá!—se quejó María.
—¡Escucha! —ordenó—. La noche que Diana vino aquí me entregó algo más que el libro, me dio esta fotografía—explicó sacando un pedazo de papel de la cartera—, y me explicó algunas cosas que había descubierto —Hizo una pausa—. ¡Mírala!, ¿qué ves?
María cogió la foto de la temblorosa mano de su madre y la miró atenta. Al verla bien divisó que en realidad no se trataba de una fotografía, era un dibujo que había sido elaborado con sumo cuidado. Contaba con todos los detalles, por eso podía ser confundido con facilidad con una fotografía. Se centró en lo que estaba dibujado. Había una señora en medio de un bosque. Llevaba un vestido que con el viento cogía cierto vuelo. Su melena estaba suelta y parecía tener vida propia. Parecía feliz...
Miró a su madre. No entendía nada. Era un hermoso dibujo sí, pero ¿qué quería decirle con él?
—¿No lo ves? —insistió su madre.
—¿El qué?
—Mira el cuello —indicó.