Bruno miraba atentamente a Clo, Marco y Cesar, pero ninguno de los tres abría la boca para responder a su pregunta. Comenzaba a impacientarse y sabía que muy pronto se agotaría su paciencia y perdería los papeles. Apretó los puños tratando de tranquilizarse y dejó que pasasen un par de segundos más antes de volver a preguntarlo.
—Bueno, en realidad Marco y yo no somos tan amigos vuestros, así que mejor nos vamos y dejamos que resolváis vuestras cosas tranquilamente—dijo Cesar cogiendo a su novio de la mano y tratando de marcharse del lugar, pero el brazo de Nathaniel se lo impidió.
—De aquí no se va nadie hasta que no respondáis a la pregunta de Bruno.
El tono de Nate era escalofriante. Marco lo miró, en realidad no sabía quién se lo tomaría peor, si el hermano que la sobreprotegía de forma enfermiza, o el chico que la amaba por encima de todo, pero no era capaz de reconocerlo en público. Se mordió el labio inferior y buscó la mirada de su novio. Cesar siempre sabía cómo echarles el muerto a los demás, y esta vez, por ruin que fuese, quería que lo hiciese desesperadamente.
Cesar se encogió de hombros y respondió a las súplicas de su novio.
—Claudia, creo que tu hermano y tu amigo quieren saber dónde está tu mejor amiga—dijo haciendo énfasis en que se trataba de la mejor amiga de la chica.
Todos los ojos se posaron en Clo esperando una respuesta. La chica lo asesinó con tan solo una mirada, ¿quién se creía para hacerle eso? ¡Por supuesto que no lo iba a dejar así!
—En realidad, creo que, dado con quien está, deberías ser tú quién se lo cuente—respondió con una malévola sonrisa—. Además, tú eras el adulto responsable en ese momento.
—¡Y dale con que yo soy el responsable! ¿De verdad alguien se cree eso? ¡Por favor!—dijo Cesar haciendo excesivos movimientos con los brazos—. Marco es mucho más responsable que yo.
Marco abrió los ojos lo más que pudo. ¿En serio?, ¿se lo acababa de hacer de nuevo?
—¡Cesar!—se quejó.
Que echase a Claudia a los leones era una cosa, pero a él...
—¿Qué? ¡Es la verdad! Tú fuiste quien habló con ella para que nos contratasen aquí, y quién organizó esa ridícula excursión, y quién ahora es su súper amigo—dijo dando un par de pasos hacia atrás.
Se había librado. Todos miraban a Marco, quien seguía con una mezcla de incredulidad y furia hacia su novio.
María no aguantó más, esa conversación no iba a llegar a nada. Estaban perdiendo su tiempo de la forma más absurda.
—¿En serio no lo pilláis?—les preguntó a los chicos—. A ver, el profesor Quemada no está, Nicky no está, y ninguno quiere contarlos lo que ha pasado—explicó de forma evidente—. ¿Qué más queréis? ¡Se ha ido con él!
Silencio. Durante muchos minutos no hubo más que silencio. Ninguno sabía muy bien cómo reaccionar hasta que de pronto Bruno cogió del cuello de la camiseta a Cesar y lo estampó contra la pared.
—¿Has dejado que mi hermanita se vaya con el gilipollas de tu hermano?—increpó.
—Eh, como he dicho no estaba solo, culpa a los otros dos que son más amigos de tu hermana—respondió Cesar soltándose del Domador—. Además, ya es mayor como para decidir. ¿Qué querías que la enjaulase cómo tú?
Bruno estaba en cólera, levantó el puño para estamparlo contra la cara de Cesar, pero alguien agarró su brazo con fuerza. Se giró y vio a Nathaniel.
—¿Qué haces?—le preguntó entre confuso y furioso.
Ese desgraciado había permitido que su hermanita se fuese con un tío que estaba en búsqueda y captura, ¡la había puesto en peligro!
—¡Basta!—dijo Nate.
Conocía de sobra a Nicky como para saber que si ella había tomado esa decisión no había nadie ni nada capaz de hacer que cambiase de opinión. Era una chica cabezota y con un fuerte carácter, y precisamente por eso, aunque le diese mil dolores de cabeza, lo volvía loco.
—No es momento de culpar a nadie, hay que ver cómo salir de aquí y ayudar a todos—dijo tratando se pensar fríamente.
—No voy a dejar a mi hermana con ese tipo—Hizo una pausa—. Sabes qué ocurrirá si la pillan con él.
Nate asintió con la cabeza, sabía que tenía razón.
—Voy a hablar con tu padre y a hacer un trato.
—Nicky nunca te lo perdonará—comentó María.
Bruno se giró y la besó de forma tierna.
—Prefiero una hermana enfadada, que una muerta—respondió.
—Tienes razón, pero no serás tú quien hable con él, seré yo—interrumpió Nate.
—Es mi hermana.
—Y mi padre—respondió—. Lo conozco mejor que cualquiera de vosotros, y sinceramente es más fácil que me escuche a mí.