La Leyenda de un Castillo en las Nubes

Parte Dos.

Ya llevábamos poco más de tres horas desde que estábamos sentados alrededor de la mesa de piedra de la habitación <No puedo creerlo> volví a decirme a mí misma. Mis dos compañeros permanecían con la vista divagando entre las paredes, el enorme candelabro y las decoraciones del lugar, sin moverse de su lugar, sin hacer nada, solo esperando.

     En un intento de romper con la aburrida espera fue que DreamMurr comenzó a mirar a alguien, específicamente al niño de rasgos europeos y vestido como un rey. La creación de Theithir se puso nerviosa al sentir el peso de la mirada del elfo, pero no tardó mucho en reaccionar. –¿Algo le inquieta mi Rey Soberano?

     –¿Por qué me dices de esa forma? –quiso indagar DreamMurr, aunque su tono sonó algo molesto.

     El pequeño niño vaciló un momento entre sí sería bueno contestar o no, al final parece que se decidió por la primera opción. –Ustedes son nuestros creadores, nos confirieron poderes inmensos y consiguieron este castillo para ustedes. No sé de qué otra forma podría llamarlos.

     Los tres nos quedamos sorprendidos ante eso, Ludwig parecía tener conocimientos sobre sucesos del juego. Como que de que los creamos o conseguimos este lugar, el castillo de Ydalir no fue creado por nosotros; en un principio solo tenía siete niveles y era el hogar de un Rey Demonio y sus generales.

     No obstante, nosotros empezamos a consolidarnos como un clan y para terminar el proceso necesitábamos una base de clan. Para eso nosotros podíamos elegir entre distintas misiones que consistían en “liberar” uno de estos lugares acabando con sus dueños anteriores, cuando eso sucedía la propiedad del lugar pasaba a nuestro clan.

     Además de este castillo flotante rodeado de nubes rosadas también existían otras opciones que tomamos en cuenta: Uno era un castillo sobre el caparazón de una tortuga gigante que se movía por el mundo, otro fue un enorme árbol hueco por dentro, o también podíamos elegir liberar una ciudad y hacernos sus gobernantes. Pero un clan cuya base era una ciudad tenía más desventajas y limitaciones que una base propia como tal.

     La curiosidad sobre los conocimientos que tendrían los NPCs nos llevó a hacerles más preguntas. –¿Qué sabes sobre el mundo real? –seguí yo.

     En respuesta Ludwig inclinó su cabeza para un lado confundido y quien contestó fue su creador. –Ya le pregunté sobre eso, pero hasta donde entendí para él su mundo real es el juego. No el nuestro.

     Con una pequeña sonrisa brotando debajo de mi nariz me gire para mirar al niño y le hice otra pregunta. –¿Qué sabes sobre lo que tienes puesto? –Intenté contener mi risa provocada por lo tierno que era ese niño.

     Los parpados de sus ojos se cerraron horizontalmente en vez de vertical y bajó su mirada para ver el bastón que tenía en su mano, luego levantó sus ojos y la mano vacía tocó la corona de oro sobre su cabeza. –Cuando mi Rey Soberano de la Ruina me creó también me confirió estos objetos mágicos para desempeñar mi papel de proteger este nivel.

     Dentro de Leyenda Mitológica los objetos mágicos se clasificaban según su poder y utilidad del más poderoso al menos en: Místicos, Legendarios, Reliquias, Tesoros, Benditos y Malditos. Y la creación de mi amigo parecía tener esos conocimientos porque lo mencionó.  

     –Mi bastón es un ítem de clase Legendaria. El Bastón de la Autoridad, aumenta en un 60% mi daño de ataque físico y mitiga un 40% del daño que reciba. Mi Corona de la Prosperidad incrementa el daño de mis invocaciones y convierte esa diferencia en vida para mí.

     Similar a un padre orgulloso Theithir le dirigió una mirada. –Sí que sabes mucho sobre las cosas que te di, excelente.

     Inmediatamente el niño se arrodilló y llevó su cabeza al suelo, literalmente su corona no se cayó o movió un solo centímetro porque parecía pegada a su cabeza con magia. –No merezco esas palabras señor, mi devoción es lo mínimo que puedo hacer como agradecimiento por crearme.

     El rostro de mi mejor amigo se volvió más serio. –Ya te dije que no me digas señor.

     Como si se tratara de una ronda de preguntas ahora volvió a ser el turno del elfo. –¿Recuerdas algo sobre cuando varios clanes se unieron y nos atacaron? Fue hace poco.

     La boca de Ludwig empezó a temblar ligeramente y sus ojos violetas palidecieron como si recordara una pesadilla, sin embargo, antes de que pudiera contestar un grito proveniente del elfo militar llamó la atención de todos. –¡Ya va a pasar el límite de tiempo! –Acto seguido él se quedó duro en su asiento y cerró los ojos.

     Mi mejor amigo también hizo lo mismo lo que me dejo algo confundida <Siento que actúan como una secta> tampoco estábamos esperando el momento de la ascensión a un mundo divino, solo queríamos comprobar si pasadas las cuatro horas regresaríamos a nuestro deprimente mundo salado y azul.

     Los minutos restantes pasaron tan rápido como segundos, el límite de las cuatro horas llegó y todos parecieron saberlo ya que sus cuerpos se estremecieron. Fue entonces que, nada, no pasó nada. Las cuatro horas se volvieron cuatro horas con un minuto, después con dos, con tres, y el tiempo continuó con su curso hacia adelante.

     Con cada momento posterior el ambiente fue tornándose más gris y deprimente, peor que antes incluso. El primero en abrir los ojos fue mi mejor amigo, seguido de DreamMurr; los tres nos quedamos mirándonos en silencio por un momento como si el proceso de regresar a nuestro mundo fuera lento o tuviera lag.

     Pasaron diez minutos desde las cuatro horas y fue entonces que todos cayeron en cuenta de lo que sucedería, o mejor dicho de lo que no iba a suceder. –Quizás fuimos demasiado ingenuos. Confiamos ciegamente en que pasaría y no tomamos en cuenta la otra posibilidad obvia. –Intenté hacerlos sentir mejor, aunque no estaba segura de poder lograr eso exactamente.




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