Aunque llegó el punto en el que los minotauros y hombres rata fueron superados con creces, esto no hizo que se rindieran y lucharon hasta el final. La batalla acabó cuando el sol ya terminaba de ocultarse entre la cordillera, cuando las últimas tropas enemigas fueron asesinadas.
Un inesperado silencio se apoderó gradualmente del sangriento escenario junto a la oscuridad de la noche. De a poco dos lunas se abrieron paso en el cielo nocturno, una más brillante que la otra y lo único que podía escucharse era el sonido de las respiraciones aceleradas de los sobrevivientes.
Inconscientemente los tres miembros del Clan Diwedd y sus NPCs del grupo Planiti se reunieron todos de un mismo lado, cerca de las ruinas de la muralla. Mientras que, para el otro lado, más cerca de la ciudad destruida, estaban los soldados del reino y de entre ellos una persona se hizo presente.
Abriéndose paso entre los guerreros heridos y llenos de sangre apareció alguien cuyas ropas de nobles estaban sucias y manchadas, tenía una descuidada barba negra como su cabello debido a todo el trabajo, pero eso a él no le importó. –No sé quiénes son ustedes –se dirigió de frente a los miembros del Clan Diwedd, al instante todos los Planiti se pusieron en posición para asesinarlo.
No obstante, seguido de decir esas palabras el Consejero Real que ahora tenía el cargo provisorio de líder se arrodilló en el suelo hasta el punto en que su frente tocó la tierra. –Gracias, muchísimas gracias por salvarnos. En serio. –Sus palabras eran tan desesperadas y llenas de tanta sinceridad que se contagió hacia los demás presentes que copiaron la pose y empezaron a agradecer.
Los caballeros Planiti se quedaron más relajados y sonrisas aparecieron en sus rostros, quizás porque pensaban que así es como los demás debían referirse y tratar a sus creadores y superiores. Y para unirse a los demás, los NPCs también se arrodillaron, aunque no tanto como los humanos, sus cabezas no tocaban el suelo, pero si tenían la mirada baja.
Esto generó una incomodidad demasiado grande en los jugadores, los tres no sabían que decir o hacer y movían sus cabezas de un lado a otro como si eso fuera a disipar la molesta sensación. Theithir y Jupiter chocaron miradas y tuvieron que aguantarse la risa que provocaba la escena. –Estas colorado –le susurró la Reina Guerrera al espectro y este último tuvo que usar su mano para cubrir la sonrisa de su boca.
La única persona que parecía estar exento de esta regla de etiqueta que siguieron todos los demás fue el niño vestido con ropas de la realeza, probablemente debido a su título como Maestro de Nivel se le había conferido la autoridad suficiente como para ni siquiera arrodillarse.
En su lugar Ludwig parecía tener otra tarea, aun con la pequeña princesa Ingrid colgada de su cuello detrás de él, se acercó al espacio entre los sobrevivientes del reino y sus creadores como si fuera un intermediario.
–Suficiente –exigió el niño con bastón y corona–. A nuestros Reyes Soberanos se les paga con acciones, no solo palabras. –Él le agregó una pisca más de desprecio a esas últimas palabras.
Aquel que fungía como representante de los sobrevivientes del reino levantó ligeramente su cabeza–. ¿Reyes Soberanos? ¿De qué país provienen?
–Del Castillo de Ydalir en las nubes por supuesto. –El tono de obviedad que Ludwig uso hizo que el representante volviera a bajar su vista apenado.
–Lo siento muchísimo, hemos sufrido demasiado y en muchos sentidos los estragos de la guerra. No conozco los motivos de que hayan venido a salvarnos, pero hablando en nombre de todos estamos dispuestos a pagarles como nos sea posible. –Ludwig colocó un gesto de desagrado, como si nada que pudieran hacer los humanos sea suficiente para compensar esto–. ¿Qué piensan hacer a continuación? –Quiso saber el Consejero Real.
Mientras el Maestro del Noveno Nivel prosiguió con su conversación con el líder provisorio del reino los tres jugadores quedaron desconcertados, esa pregunta escaló demasiado dentro de ellos. Ellos se acercaron más entre sí y hablaron en voz baja para no ser escuchados.
–Es verdad –habló primero DreamMurr–. Ya los salvamos ¿Pero qué vamos a hacer ahora? Creo que no lo pensamos.
Sonando como todo un adulto responsable el siguiente fue el espectro de avatar humanoide. –Creo que sería mala idea simplemente dejarlos a su suerte ahora y ya. Pensándolo un poco este hecho podría molestar al país que los atacó, seguramente no se queden de brazos cruzados y envíen otro asedio.
–Todo lo que hicimos ahora sería en vano si envían otro ataque y devastan todo –se lamentó la chica de cabello negro y rulos pensando en esa posibilidad–. Y no es una locura pensar que su siguiente ataque sea más fuerte que este.
Moviendo sus morenas manos de adelante para atrás repetidas veces, Theithir le colocó un freno a la conversación. –Concéntrense en lo importante ¿Entonces nos quedaremos aquí a protegerlos? ¿Y si derrotamos su segundo ataque no vendrá un tercero? ¿Y un cuarto? No sabemos nada al respecto de este Reino Carmesí, encima habría que reconstruir y reorganizar todo.
–¿Podemos confiar en que ese representante del reino haga todo bien? –Generó otra duda el elfo militar–. No lo digo por nosotros, no creo que ninguno de nosotros sepa como dirigir un país y lo mejor sería no hacerlo, pero si ayudarlos.
–Tengo excelentes noticias mis Reyes Soberanos –interrumpió Ludwig con sus brazos en la cintura y una gran sonrisa que acompañaba su tono alegre–. Vamos a dirigir a este sucio país de humanos. –Por un segundo DreamMurr pareció ahogarse con sus propias palabras y todos permanecieron en silencio, era algo muy fuerte para decirlo de golpe y con tanta tranquilidad.
Al tratarse de su creador, Theithir fue el primero en reaccionar rascándose los parpados. –Ludwig…estuvimos hablando diez minutos ¡¿Cómo llegaste a esa conclusión?!
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Editado: 07.09.2023