La Leyenda de un Castillo en las Nubes

Parte Nexo Dos.

Cuando acabó el Conflicto del Firmamento, algunos Glyptis descendieron hasta el mundo de Zemlya, ellos no permanecieron mucho tiempo allí, pero si el suficiente como para dejar descendencia.

     Luego de que los demonios se esfumaran del mundo la especie que dejaron, los Glyptamis, tomaron su papel y rol como demonios. Subyugaban tribus, pueblos y países hasta que consolidaron su imperio; el Reino Carmesí.

     Pero los demonios no veían a todos como inferiores, a diferencia de sus progenitores ellos reconocían el valor de ciertas especies y les dieron un mayor estatus dentro de su jerarquía.

     A la par que las enormes puertas de madera oscura se abrían solas un ser ingresó al cuarto de espera, el lugar estaba construido con madera oscura y una extraña piedra negra. Todo permanecía igual que cuando fue construido, las velas encendidas no alumbraban nada, por lo que nadie se encargó de limpiar el polvo y las telarañas que predominaban en el lugar junto a muchos cuadros en las paredes.

     Nada de esto pareció importarle al príncipe regente de la ciudad de Greddf. Él ni siquiera se preocupó por su alrededor o si había alguien más, estaba totalmente concentrado en intentar abrochar los botones de las mangas de su traje negro.

     Aquel miembro de la corte y representante de una Alta Especie, los Licántropos, se encontraba a punto de sucumbir ante su furia provocada por la frustración que le causaban esos malditos botones. A pesar de tener el título de príncipe este ser no servía para ese papel, pero tampoco había nadie más que pudiera ocuparlo de momento.

     Su especie es muy agresiva y con una cultura centrada en la fuerza y la batalla, debido a esto todos sus hermanos y hermanas murieron honrosamente en peleas y luchas contra otros individuos. Al ser un hijo del príncipe anterior y el más fuerte por haber sobrevivido, Licaón Licosura Lykaios, era el más apto para el título que poseía, aunque lo despreciara.

     Sin darse cuenta sus afiladas uñas salieron a relucir y sus labios se abrieron gradualmente para revelar sus duros y puntiagudos colmillos. Antes de caer en la frustración y destruir su apretado traje negro una mano se apoyó sobre su hombro.

     Al tener la habilidad de transformarse en lobo sus agudos sentidos eran los de uno, y a pesar de eso no logró sentir la presencia del ser que lo tocó en el hombro. Muy pocas personas eran capaces de algo así, por lo que Licaón se hizo una idea de quien se trataba.

     –Capaz de derrotar solo a una horda de minotauros y te derrotan unos botones, que patético. –No era necesario que el príncipe representante de los Licantropos se volteara para saber que su amigo tenía una expresión soberbia y lo miraba con superioridad.  

     La inteligencia y astucia que esa persona tenía le resultaba muy molesta. –Uno no nace con inteligencia sino con fuerza, si no puedes valerte con eso eres una mierda –se justificó Licaón.

     No obstante, eso no era una crítica para su compañero, ese ser era igual o hasta más fuerte que él. Pero lo decía de todas formas para dar a entender porque estas reglas de vestimenta y etiqueta de la nobleza le fastidiaban tanto.

     Las tablas de madera oscura rechinaron cuando su amigo dio unos pasos para ponerse en frente, se trataba de Draugr, el príncipe de esa especie con colmillos y que se alimentaban de sangre. Los Vermibus. –Por suerte no trajiste tu collar de mal gusto, ya es un avance –comentó su amigo golpeando sus manos para que las corriera y abrochando él sus botones en las mangas. 

     –Y me molesta mucho no haberlo hecho. –Entrecerró los ojos y sus puños el hombre bestia–. Ese collar fue hecho con partes de los enemigos que derroté, representan mis victorias y estatus ¿Cómo los demás lo sabrán si no lo llevo puesto?

     –Me canse de decirte que eso no es necesario aquí, todos los presentes conocen tus logros y estatus en este lugar y viceversa. –Terminó Draugr de abrochar los botones y observó su tarea con orgullo.

     Licaón soltó aire caliente de su nariz molesto, odiaba ver esa sonrisa de superioridad en el rostro de su amigo. De hecho, en un principio ni siquiera serian amigos, pero además de inteligencia, Draugr tenía la fuerza que lo respaldaba, por ese motivo ambos se relacionaron de pequeños cuando estudiaban en el Conservatorio RavenCrow.

     Su grupo de amistades, que permanecía hasta estos días, no era conformado solo por ellos dos. Existe un tercer integrante y les pareció raro que no lo encontraran presente en este momento. –¿Sabes dónde está Lotus? –quiso saber el príncipe de los Licántropos–. Él también es miembro de la corte, y es más importante que los dos juntos.

     El heredero del reino y Príncipe de las Tinieblas le caía mejor que Draugr, ambos compartían un gran sadismo a la hora de los combates y les encantaba bañarse en sangre y gritos de sus oponentes.

     Quien representa a los chupasangres le dirigió una mirada de confusión. –Veo que no te enteraste o no te llegaron los rumores, últimamente Lotus no ha salido de sus aposentos en su ciudad de Tywyll. Tampoco ha recibido o visto a nadie, ha actuado muy raro estos días.

     Después de informar eso el joven de piel pálida golpeó en la cabeza a su amigo de piel morena. –De todas formas, tú deberías concéntrate en lo que está ocurriendo ahora –recriminó él, con lacio cabello bien arreglado, acomodando sus guantes rojos después de golpearlo.

     –¿Y qué quieres que haga imbécil? Nos confiamos, es lo único que puedo decirte. No esperaba que esos humanos tarados lograran derrotar a las tropas que envié ¡Ni siquiera tiene sentido eso! Tendría que haber ido yo mismo a matarlos a todos.

     Draugr llevó una mano a la barbilla. –Es verdad que no tiene sentido, me parece simplemente imposible de hecho. Esos pedazos de comida con patas deben haber hecho algo extraño.




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