La Leyenda de un Castillo en las Nubes

Parte Cuatro: Príncipe Salvaje.

Su máscara se había destrozado y el Vermibus cuyo cuerpo se ocultaba del sol por una túnica tuvo mucha suerte de salir con vida. Cuando de repente se hizo de noche en el campo de batalla él supo que algo no andaba bien, gracias a su instinto logró escapar antes de sufrir el mismo destino que el gigante coloso no muerto y muchos de los Gegenees.

     Pero su suerte había sido poca ya que aun sin haberlo tocado directamente la energía alrededor de ese rayo que desintegró todo llegó a alcanzarlo y lastimarlo. A la herida de su brazo izquierdo le estaba costando sanar <Necesito tomar la sangre de algún ser vivo> pensó mientras utilizaba un objeto mágico para volar por los aires.

     A la distancia podía vislumbrarse un mar de árboles <De seguro en el bosque habrá animales para que me alimente> una vez que ya se sentía más seguro y con un plan, la cabeza del Vermibus se llenó inevitablemente de otros pensamientos.

     Por la retina de sus ojos se proyectó el recuerdo de ese pequeño ser vivo levantándose por los aires, preparándose para lanzar ese devastador ataque <Su apariencia, sin duda se trataba de un Ángel Maldito ¡Pero se supone que solo son leyendas!> enojarse hizo que le doliera más la herida de su brazo, por lo que se obligó a tranquilizarse <Que injusto, que injusto. No pueden sacarse un ser así de poderoso de la nada. Eso es trampa ¿Qué tramaran esos humanos?>.

     Cada vez estaba más cerca del bosque, ya le faltaba poco para llegar y poder recuperarse <Al menos logré sobrevivir, debo llevarle la información de lo que presencie al Reino Carmesí cueste lo que cueste> no obstante, los pensamientos del Vermibus que activó al coloso no muerto se detuvieron en seco. No podía procesar lo que tenía en frente.

     Antes de llegar al refugio de árboles se percató de algo, vio una presencia. Por su apariencia se trataba de un humano, sumado a su corta estatura y rasgos tiernos debía tratarse de un niño sin duda, aunque sus ropas parecían tener mucho valor <¿Qué hace un niño tan lejos de la ciudad?>.

     Intentar responder a ese pensamiento habría sido crucial, aunque lamentablemente como el Vermibus estaba herido, su frenesí de sangre se activó, necesitaba alimentarse de sangre para recuperarse y casualmente tenía un niño humano indefenso allí <No es importante el cómo o porque está ahí, solo aprovechare este regalo del destino>.

     El niño elegante se encontraba entre la entrada del bosque y el final del prado verde, no parecía haberse percatado de la presencia de nadie más, aunque si giraba su cabeza de un lado a otro como si buscara o esperara a alguien.

     <Debo actuar rápido> el Vermibus se colocó volando por encima de su presa y sin dudarlo un segundo se dejó caer a una gran velocidad. No solo tomaría de sorpresa al niño, sino que tampoco le daría tiempo de reaccionar para poder defenderse, le clavaria sus colmillos en el cuello y succionaría toda la sangre para recuperarse y regresar sin problemas al Reino Carmesí.

     Sin embargo, ocurrió todo lo contrario. En su caída el Vermibus se preparó para empujar al niño al suelo. Este no pareció percatarse en ningún momento del ruido que hacia su cuerpo al caer, ni siquiera levantó la cabeza o se volteó y, aun así, de alguna forma lo había detectado.

     Aquel elegante niño levantó su mano y amortiguó el impacto de la mandíbula del Vermibus, agregándole la velocidad de su caída eso generó una fuerza tal que le fracturó la boca y varios huesos del cuerpo. Eso fue algo natural, pero lo que ignoró las leyes de la física fue como esa misma fuerza de caída no fracturó el brazo del niño y lo aplastó contra el suelo.

     El Vermibus sintió el impacto como si se hubiera chocado de cara contra un grueso e inamovible árbol, él intentó decir o hacer algo pero fue totalmente inútil. El niño elegante ahora si se giró para mirarlo con una expresión sádica en su rostro. –Vaya, vaya que sorpresa ¿Eres un vampiro? Un compañero Maestro de Nivel también lo es, me pregunto si compartirán similitudes.

     Con su otra mano el niño agarró la tela de la túnica del Vermibus y se la retiró, esto provocó que la piel pálida de su rostro y brazos estuvieran en contacto directo con la luz del sol lo que hizo que se empezara a quemar como si le arrojaran acido.

     El Vermibus intentó gritar, pero tenía la mandíbula rota y cuando quiso hacer un movimiento con su cabeza el niño solo apretó con mayor fuerza la parte inferior de su cráneo, acompañado del sonido de un crujido, su mandíbula inferior se fracturó y rompió todavía más.

Lograron escucharse gritos ahogados de desesperación y dolor, aunque fueron tapados por la infantil y tierna risa de un niño ingenuo. –Jajajajajaja ¿Por qué gritas? –El niño elegante lo arrojó dentro del bosque, su cuerpo chocó contra un árbol y resquebrajo su tronco.

     Un humo salía de las partes del cuerpo del Vermibus que estuvieron expuestas a la luz solar, ya no sentía dolor porque sus nervios se habían quemado y sus huesos y músculos también se dañaron severamente. Si hubiera permanecido pocos segundos más se hubiera hecho polvo por completo.

     –Creo que lo arrojé demasiado lejos –comentó tranquilamente el niño elegante mientras se escuchaba como entraba al bosque para buscarlo.

     Esto llenó el cuerpo del Vermibus de desesperación, aunque no pudo hacer nada al respecto, no podía moverse, tampoco tenía suficiente energía para usar sus hechizos o habilidades. Estaba acabado. Para empeorar las cosas no solo escuchó ruidos que provenían delante de él sino también ahora por detrás, lo que le faltaba, podría tratarse de un depredador atraído por el ruido de su impacto. Aun así, él pensó que sería mejor y menos doloroso morir a manos de una bestia salvaje que ante ese niño peor que demoniaco.

     Al igual que antes, la suerte volvió a sonreírle al pobre Vermibus. Los sonidos que provenían por detrás llegaron hasta estar a su lado, no se trataba de una bestia salvaje sino de algo mucho peor. Era el Príncipe Salvaje, representante de los Licantropos y estaba vestido con su equipo de batalla.




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