La Leyenda de un Castillo en las Nubes

Parte Cuatro: Lluvia de Magma Negro.

En un mundo acostumbrados a no destacar, esta situación les hubiera incomodado bastante, para suerte de los tres jugadores la urbanización y avances tecnológicos de este otro mundo eran casi nulos hasta donde ellos sabían. Cuatro mamuts de seis metros de alto y con cuatro ojos caminaban en el medio del grupo, eran rodeados por los Caballeros Planitis montando distintos caballos.

     Sobre el lomo del mamut que iba a la cabeza, una de las dos hembras, los tres miembros del Clan Diwedd se encontraban comiendo. Aunque más precisamente solo Júpiter y DreamMurr lo hacían mientras que Theithir observaba.

     La Vigilante de Área de la cocina, Lola, les había preparado una canasta llena de una exquisita gastronomía que degustaban sobre un mantel para no manchar el pelaje de la criatura. –Me da curiosidad que habrá hecho Lola, este ya es nuestro tercer día y la comida todavía sabe riquísimo –concluyó el elfo de ropas militares dándole un mordisco a un pan de naranja.

     –¿Quieres más te? –preguntó su compañera con una jarra de porcelana en la mano. Ellos se habían detenido para acampar un rato, principalmente para alimentar a los caballos y los mamuts y fue entonces que la Reina Guerrera aprovechó para calentar agua y hacer té con unos saquitos.

     –Está bien –aceptó su compañero ofreciendo con sus dos manos un vaso vacío con estilo similar a la jarra.

     Al terminar de servir Júpiter miró de reojo a su mejor amigo quien observaba toda la situación con algo de recelo. –Me das mucha pena Theithir ¿seguro no quieres comer también? Hay de sobra.

     El espectro de apariencia humanoide, con piel morena y cabello color miel, sacudió ambas manos de un lado a otro en un signo de negación. –Muchas gracias, pero no es necesario, pueden disfrutarlo ustedes.

     Volviendo a escuchar esa excusa la joven de cabello negro y rulado se molestó bastante frunciendo el ceño. –Tonto, no importa si es necesario o no. Te estoy preguntando si quieres, es diferente.

     La reacción fue similar a que lo golpearan en la cara, Theithir reaccionó dándose cuenta de algo que antes no–. Pucha, no lo había pensado de esa forma.

     –Puedes comer, aunque no sea necesario ¿verdad? –quiso corroborar su mejor amigo.

     –Supongo… 

     –Hagamos la prueba. –Júpiter metió la mano en la canasta a un lado para sacar una magdalena y entregársela al espectro.

     Este último la observó con desconcierto, como si analizara un objeto desconocido. Después de unos momentos sus ojos heterocromáticos se dirigieron al cielo y abrió grande su boca para morder un pedazo, en un principio pareció costarle tragar y tuvo que intentarlo un par de veces antes de conseguirlo.

     Para concluir, un grito ahogado se escuchó dentro de su boca cerrada junto con unos brillantes ojos verdes y plateados de deseo. –No puedo creerlo, pensé que había perdido el sentido del gusto, aunque nunca lo comprobé. Por suerte no es el caso, dame otra y sírveme un poco de té también –exigió ahora muy ansioso el Líder del Clan.

     Después de haber disfrutado de una gran merienda entre los tres guardaron las cosas y tiraron las migas al suelo, ahora todo regresaba a su tranquilidad habitual excepto por el hecho de que Júpiter se asomó a un borde del mamut. Específicamente del lado que estaba más cerca de la Maestra de Segundo y Tercer Nivel del Castillo de Ydalir.

     –¡Saturno! –La caballera levantó enseguida su mirada en dirección a su señora–. Ya llevamos tres días en esto ¿Nos falta mucho para llegar?

     Sin decir nada la líder de los Planiti regresó su cabeza a los documentos que les entregó Ludwig para revisar unas cosas. –La verdad es que en teoría este sería un viaje de seis días, solo de ida, pero nuestros caballos y ahora estos mamuts son muy rápidos. Solo llevamos la mitad del tiempo y creo que hoy mismo podríamos llegar.

     –Ehm ¿esa será la ciudad? –El espectro señaló con su dedo índice lo que se encontraba varios kilómetros más adelante. Al mirar en esa dirección los demás se percataron de que se encontraba algo similar a un gran muro negro que lo bloqueaba todo, pero esforzando un poco más la vista lo que observaban parecía tener grumos y una composición poco sólida, más como si se tratara de nubes.

     El primero en darse cuenta de la verdad fue Mercurio. –No, eso no me parece que sea la Ciudad Perdida. Más bien me parece una tormenta, y por esas nubes negras diría que una muy fuerte.

     Escuchar eso preocupó bastante a los tres jugadores, aunque la más alterada fue Júpiter que comenzó a hiperventilarse recordando las feas tormentas que tenía que soportar sola de niña. Al percatarse de esto su mejor amigo intentó tranquilizarla. –Oye, este es otro mundo. No creo que las tormentas sean iguales, respira y evita pensar en esos recuerdos.

     –Debemos apresurarnos en buscar un refugio rápido –comentó DreamMurr. Este imitó a su compañera para asomarse a un lado del mamut.

     Saturno sabía lo que debía hacer. –No se preocupen señores, nosotros nos encargaremos. –Acto seguido ella observó a sus subordinados–. La información de Ludwig indica que cerca hay unas colinas no muy altas, pero lo más destacable es la presencia de Rattus allí.

     –Si ellos viven en esta zona debe ser en túneles bien preparados para este tipo de situaciones –agregó Mercurio comprendiendo en que pensaba su líder.  

     –Es verdad. –La caballera de armadura plateada cambió su atención–. Marte, Neptuno y Venus. Adelántense a esa zona para “limpiarla”, nosotros iremos por detrás, pero más despacio. Y apresúrense. –Los tres caballeros nombrados asintieron sus cabezas y rápidamente giraron sus caballos en dirección a las colinas más al norte.

     Esto llamó la atención de Júpiter que ahora estaba más tranquila. –¿Qué es lo que se van a hacer Saturno?

     –No hay nada de qué preocuparse mi señora, según la información de mi compañero Ibrahim hay unas colinas con tuéneles abandonados cerca. Los usaremos para protegernos de la tormenta, ellos tres solo se adelantaron por precaución.




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