La Leyenda de un Castillo en las Nubes

Parte Siete: Sacro Imperio.

En el centro del continente se encontraba una de las mayores potencias del mundo, el Imperio Kalahari, este se expandía por todo el desierto y era gobernado por los descendientes de los dragones. El problema es que más al norte se encuentra su eterno némesis, otra potencia llamada el Sacro Imperio. Desde el Imperio Kalahari bajando para el sur el Coro de Venerables siempre vio a esos países como problemáticos, excepto el Reino Sagrado, y ahora que confirmaron la presencia de un Devorador de Almas que acabó con un país Ekleipsi fue enviado junto a dos de sus Apóstoles para eliminarlo antes de que se vuelva una amenaza mayor.

     Solo habían dos opciones para viajar hasta ese lugar, ya que ir por tierra desértica no sería una opción al tener que atravesar el Imperio rival su única alternativa fue ir en barco. Se preparó una tripulación de marineros y partieron a su destino.

     Luego de cierto punto el agua azul del océano pasó a tener un tono bastante más oscuro, casi negro. Para empeorar la situación diferentes animales marinos no muertos empezaron a atacar la embarcación, los marineros tomaron sus lanzas y arpones para encargarse.

     Una vez que acabaron con ellos divisaron entre una niebla fantasmal la presencia de un puerto abandonado, habían logrado llegar a la ciudad-estado portuaria perdida. La bandera del Sacro Imperio hondeaba con fuerza sobre el mástil, se trataba de una aureola con nueve ojos dentro, cada uno de un color diferente.  

     Cuando tocaron tierra firme los marineros lanzaron un ancla al fondo del mar y prepararon todo para desembarcar, los primeros en tocar el suelo cubierto por una manta de polvo y huesos fueron quienes debían cumplir esta misión.

     A la cabeza del grupo se encontraba un caballero de armadura plateada, con largo cabello hasta la cintura de una mitad negro y otra blanca; pero lo que más destacaba eran sus ojos arcoíris con una tonalidad violeta. Siguiéndolo en ambos costados se encontraban dos de sus Apóstoles: Pierre y Feu.

     Esta última se llevaba las manos al estómago y su rostro parecía estar pálido. –Ya estamos en tierra firme, así que aguanta un poco más, no querrás manchar tu camisa blanca –indicó su líder.

     –Sí señor, ya se me pasara –habló a duras penas esta última conteniendo cualquier intento sorpresa de su cuerpo por soltar el contenido de su interior.

     Su compañero, cuyo cuerpo era totalmente cubierto por una armadura de cristal blanco y decoraciones doradas dijo algo acompañado de un ligero eco dentro de su casco. –Te dije que no comieras tanto antes de salir. –En cada uno de sus brazos Pierre cargaba un escudo del mismo material que su armadura, cada escudo parecía pesar el doble que él y aun así, los llevaba sin problemas.

     –Fue algo inevitable. –Feu no estaba arrepentida de nada.

     Después de caminar un poco por la tierra árida Ekleipsi movió la cabeza para dirigirse al capitán todavía en el barco. –Encárguense de cuidar la nave hasta que regresemos.

     –Como ordene Estrella de Plata –contestó el capitán. Ellos tenían el rango de Potestades y pertenecían a la secta de los Esgrimidores del Cielo Azul asi que él no pensaba en que tendrían problemas para defenderse ante cualquier posible amenaza.

     Del interior de su pollera verde Feu sacó un papel enrollado, se trataba de un mapa. –Según la información de los superiores el no muerto debe encontrarse en el centro de los restos de la ciudad.

     –En marcha entonces –declaró su líder.

     Los tres se dirigieron por el puerto de barcos abandonado hacia lo profundo de la ciudad, con cada paso de Pierre las cenizas a su alrededor se sacudían ligeramente por el enorme peso que cargaba sin complicaciones. En cambio, a Feu parecía molestarle un poco el polvo, aunque se guardaba los comentarios. –Maldito Devorador de Almas –se quejó en su lugar–. Miren la ruina que es capaz de causar.

     –Si fue capaz de generar esta catástrofe imagínense de lo que será capaz ahora que absorbió todas las almas de la ciudad. Tenemos suerte que todavía no haya decidió expandir sus dominios. –Pierre tenía un tono de voz muy grueso.

     –De todas formas no es nada que no podamos manejar. –Intentó tranquilizarlos Ekleipsi–. ¿Verdad? –Sus dos Apóstoles respondieron afirmativamente a la respuesta, pero la verdad era diferente. Individualmente ninguno de ellos dos podría derrotar a su enemigo. Estrella de Plata si podría hacerlo fácilmente, aunque de todas formas trajo consigo alguno de sus seguidores solo por ser precavido.

     Al abandonar el puerto y abrirse paso a la ciudad los enviados se encontraron con un paisaje devastado, de los árboles únicamente quedaban troncos secos y una incontable cantidad de huesos eran manchados por el polvo y la ceniza, sin contar los edificios reducidos hasta sus cimientos.

     –Que feo –habló Feu con su voz a punto de quebrarse. Ella era la más sentimental entre los miembros de la Orden de Apóstoles de la Estrella de Plata.

     Esto era debido a que era muy empática, pero Pierre a pesar de tener enormes músculos tenía un corazón aún más grande. Aunque si se tomara en cuenta la forma de actuar de Ekleipsi cuando esta junto a su protegido entonces sin duda él sería considerado como el más sentimental.

     En el centro de aquel espiral de la muerte se encontraba una antigua mansión abandonada que se mantenía completa. –La sede del no muerto no esta tan lejos, si nos apresuramos podremos llegar antes de que nos detecte.

     Sin embargo, el destino quiso contradecir las palabras de Estrella de Plata. No pudieron avanzaron mucho más cuando un pequeño temblor empezó a sacudir todo, cuando la tierra dejó de sacudirse las cenizas continuaron haciéndolo. Estas se arremolinaron como si tuvieran vida propia y reunieron los huesos esparcidos para formar esqueletos guerreros, con armas y armaduras simples y de baja calidad.




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