La Leyenda de un Castillo en las Nubes

Epilogo.

Más tarde el mismo día de haber llegado de su viaje a la Ciudad Perdida Theithir caminaba con una expresión de enfado en su rostro, pero no hacia alguien más, sino hacia sí mismo. Él siguió la alfombra hasta el lugar donde congenian todas las alfombras, la sala del trono del Maestro del Nivel.

     La enorme entrada era custodiada por los Vigilantes de Área, Rocco y Nimra, al ver a su superior llegar estos dos bajaron la cabeza. –¿Cómo se encuentra? –quiso saber el espectro.

     –No lo sabemos Rey Soberano, no hemos entrado como nos lo ordenó. Solo vigilamos que no salga –respondió el Licántropo. 

     –Pero los sonidos de furia y enojo disminuyeron bastante –agregó el Nilo.

     El jugador se conformó con lo que tenía. –Pucha, bueno. Eso debería ser suficiente, así que abran las puertas.

     Sus dos subordinados obedecieron y movieron cada uno una de las gigantescas puertas para dejar a su superior ingresar a la oscura sala den otro lado, donde todas las alfombras de todos los pasillos se volvían una sola para guiar al trono.

     En este lugar se encontraba un niño castigado por su mal comportamiento, todo estaba totalmente a oscuras, pero al ser un no muerto Theithir podía ver en la oscuridad. –Me dijeron que ya mejoró tu comportamiento.

     –Estuve reflexionando mi Rey Soberano –respondió el niño desde su trono que funcionaba más como una cama. Podía notarse fácilmente que Ludwig estaba molesto porque no agachó su cabeza al verlo pasar, ni siquiera lo miro de hecho.

     Una sonrisa brotó en el rostro moreno del joven. –Que bueno escuchar eso, tienes que entender que no podemos hacer cualquier cosa.

     Ante esas palabras el niño agarró con fuerza su báculo y con la otra mano apretó las telas a su lado. –Si –se obligó a decir–. Es solo que, estoy decepcionado de mi compañera y muy molesto con sus subordinados. Los hicieron quedar en ridículo –hablar del tema fue como si su ira regresara–. ¡Esto no puede quedar asi!

     –Te entiendo, pero solo puedo decirte que es nuestra culpa, ganarle al Reino Carmesí dos veces, derrotar a ese Beholder y encargarnos de los Hell Hounds; todas esas cosas provocaron que nos confiáramos de más. Resulta que este mundo es enorme y seres iguales o más poderosos que nosotros se ocultan en las sombras.

     La expresión del niño casi se rompe al escuchar las primeras palabras, aunque antes de interrumpir solo esperó a que su creador terminara. –Puedo obligarme a aceptar que no fue culpa de mis compañeros, pero por favor no diga que fue culpa de usted señor. Si una creación no puede servirle a su creador entonces… ¿Cuál es el propósito de nuestra existencia? –Actuando como el niño pequeño que aparentaba ser Ludwig se tapó el rostro con las sabanas para ocultar su tristeza.

     –Ya hablamos sobre esto.

     El Maestro del Nivel retiró su manta del rostro. –Bueno, entonces debemos tomar represalias inmediatas contra esos malditos que se atrevieron a atacarlos.

     –Le pregunté al Devorador de Almas y no sabe quiénes son, tampoco se identificaron. –A Theithir se le ocurrió algo–. ¿Te calmarías si te dejo investigar eso? –El jugador no quería malcriar al niño, pero era eso o dejarlo encerrado en su cuarto hasta que dijera que se comportaría.

     Los ojos violetas de él brillaron. –Por favor, claro que sí.

     –Entonces está decidido.

     –Por cierto…mi señor. Antes de que todo esto pasara tenía que informarle algo importante. –El espectro hizo silencio para dejarlo continuar–. Ayer recibimos una carta mandada por la realeza del Reino Sagrado de Szent, les gustaría tener una asamblea con los líderes de este país para trazar una posible alianza de comercio y cooperación.

     Theithir no podía creerlo y no tenía palabras <No puede ser, nuestro plan está avanzando. Amas dijo que ese país es uno de los más antiguos del mundo, deben tener algo de información oculta sobre porque llegamos aquí o si podemos volver>.

-----O-----

En los jardines de su mansión el Príncipe Salvaje se encontraba entrenando luego de haber pasado tres días en reposo, había ordenado que le traigan a varios Hell Hounds a los cuales él se enfrentaba sin vacilación. No le importaba que un calor inmenso emanara de sus cuerpos, luchaba cuerpo a cuerpo y con nada más que una daga hecha de un afilado colmillo que le arrancó a una bestia.

     El sabueso del infierno se lanzó para atacar el cuello y este último detuvo su ataque con las manos, colocando una sobre su cuello para detenerlo y luego con la otra obligó al perro a abrir su mandíbula. El Hell Hound pataleaba e intentaba clavar sus garras en el enemigo para librarse, pero fue inútil.

     Licaón soltó su cuello para agarrar cada mandíbula con sus manos y llevarlas en las direcciones opuestas hasta separarlas de su cuerpo, con eso el perro del infierno murió y el Licántropo representante de su especie arrojó el cadáver a un lado.

     Un líquido rojo se movió por el aire hasta llegar al cadáver y encerrarlo dentro de una esfera de sangre para contener la explosión, el Príncipe Salvaje giró su cabeza hasta la puerta del jardín chasqueando su lengua molesto.

     –¿En serio ibas a dejar que te de la explosión en la cara? Quizás quedaste más tonto de lo que pensaba. –Una burda carcajada salió de entre los colmillos de su amigo y compañero.

     Mientras que uno vestía un elegante traje de la nobleza con guantes rojos el otro solo tenía puesto un taparrabo de cuero y poco más. –Tengo que hacerme todavía más tolerante al dolor –justificó Licaón.

     –Y yo pienso que deberías hacer más reposo, pero puedo ayudarte con tu objetivo si deseas. –El representante de los Vermibus caminó con sus zapatos de cuero hasta acercarse a su amigo, este último separó su cabeza molesto y dejó que el primero pasara sus manos con guantes por su cuello y barbilla.




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