La Leyenda del Dios Dragón

CAPÍTULO 30: ஐ NOCHE DE SANGRE ஐ

¡Hola! Aquí está el capítulo de la semana. Este me ha llevado mucho más porque hay varias escenas de acción y son mi talón de Aquiles. De todos modos creo que me han quedado bastante bien. Ha merecido la pena la espera.

También os cuento que me iré de vacaciones unos días, ya me hacía falta. Debido a esto, este domingo no habrá capítulo. El próximo es posible que tampoco. O sea, estaré de vuelta el domingo 10 de agosto. Necesito un descanso para volver con la inspiración al 100%.

A cambio subiré el domingo 27 (esta semana) dos capítulos de Danza de Espadas. Uno de mis libros que solo está disponible en Amazon. He decidido subirlo por aquí para que podáis disfrutarlo gratis por tiempo limitado. Dos capítulos cada semana. Como ya está escrito, solo tengo que programarlos y se publicarán solos. Subiré otros dos el domingo 3 de agosto. Después volvemos con La Leyenda del Dios Dragón los domingos y, si os ha gustado, Danza de Espadas los sábados.

Danza de Espadas también transcurre en un mundo de fantasía medieval. Creo que puede gustaros y entreteneros hasta que vuelva de mis vacaciones. De todos modos seguiré por redes y planificando los siguientes capítulos de La Leyenda del Dios Dragón.

Si te ha gusta este capítulo, te agradecería que me regalaras tu like, comentes y compartas esta historia. Tu apoyo me motiva mucho a seguir publicando cada semana.

──── Arami ────

Tras la visión, no quise quedarme ni un segundo más en aquella colina. Tomé a Kuro en brazos, aunque se resistía entre chillidos y manotazos, negándose a soltar el hocico de Valerian. Me abrazaba con sus garritas, aferrándose como un niño encaprichado con su juguete favorito. Tuve que alzar la voz para que comprendiera que era hora de marcharnos y, con pesar —y otro chillido de protesta más—, terminó por ceder. Subí a caballo acompañada por la Guardia Santa y regresamos al templo a paso acelerado, con el pecho aún sacudido por todo lo que había visto.

Nada más llegar, me bajé del caballo como pude, con Kuro todavía en brazos, y me dirigí a uno de los sacerdotes.

—Por favor, necesito que aviséis al Consejo de la Santa. A todos. No importa dónde estén. Es urgente. También a Emeric y Beliseria.

Él asintió, sorprendido al verme tan alterada, y salió corriendo por los pasillos del templo, mientras yo me refugiaba en la sala más cercana, intentando que Kuro no se escurriera de mis brazos para echar a correr por el suelo.

Pasó más de una hora, quizás un poco más. Yo ya había perdido el sentido del tiempo. Cuando por fin todos estuvieron reunidos frente a mí, me vi rodeada por los rostros conocidos y esenciales: Gus, Kuqui, Perhos, Carla, Evan, Areth, Cesc, Killian, Percel y Galo. También estaban allí Emeric y la capitana Beliseria, a quienes había pedido expresamente. Necesitaba que todos escucharan lo que tenía que decir.

Les conté todo. Les hablé de la visión, de la tierra calcinada, de los cuerpos, del rugido que me empujó a correr, de cómo todo desapareció bajo el fuego, de Gus, Kuqui y Perhos convertidos en huesos, de Killian muerto con su forma dracónica. Les conté lo que me dijo el Dios Dragón, sobre Robert, sobre que yo no era originalmente una santa y sobre el destino inevitable que amenazaba con rompernos desde dentro.

Cuando terminé, el silencio se volvió tan denso que me costaba incluso respirar. Nadie dijo nada. Nadie se movió. Hasta que, por supuesto, fue Gus quien rompió el momento con su voz grave y ese tono indignado tan suyo.

—No puede ser. ¿Cómo que vamos a morir nosotros tres? ¡Si somos lo mejor de todo esto! ¡Somos la chispa, la vida, el alma del grupo! ¡No pueden matarnos!

Areth le respondió con calma, sin siquiera mirarlo:

—Era una visión apocalíptica, Gus. Morimos todos.

—¡Pues eso no ayuda! —se quejó Kuqui, dando un paso al frente con los brazos en alto—. ¿Cómo se supone que me tranquilice con eso?

—Así son las guerras —dijo Percel con tono grave—. La gente muere.

—¡Silencio! —intervino Emeric, alzando la voz con autoridad—. Necesitamos pensar con claridad. Empecemos por algún punto útil.

—¿Quién puede estar detrás de todo esto...? —preguntó Carla, angustiada.

—Si realmente tienen brujos capaces de montar dragones —respondió Emeric—, entonces quien esté detrás debe ser alguien con poder suficiente para darles tal misión.

—No necesariamente —intervino Areth—. Cirino, por ejemplo, tiene brujos trabajando para él.

—Sí —admitió Emeric—, pero los brujos pueden ser contratados a cambio de dinero, protección o lo que pidan. Sirven un tiempo, pero se degradan. Es inevitable. Al principio son personas, pero con el paso del tiempo el maná corrompido los transforma. Se vuelven bestias, sin conciencia ni control. Matan por instinto. Hay señales. Cuando aparecen, hay que librarse de ellos antes de que sea irreversible. Pueden pasar meses... incluso años. Seguramente Cirino, cuando ve esas señales, los despide o los elimina. Si alguien está usando brujos para una misión larga, como convertirlos en jinetes, no puede permitirse descartarlos. Eso significa que quien los controla tiene un poder superior, lo bastante fuerte como para someter a brujos incluso cuando ya han perdido toda humanidad. Eso no lo hace ni un humano ni un arcano.

Killian dio un paso adelante, interrumpiendo con el ceño fruncido.

—Quizás por eso empezaron a experimentar con bebés humanos. Galatea es humana, y nos contó lo que hacen con ellos.

—Puede ser —asintió Emeric—. Quizás empezaron con brujos como prueba y luego pasaron a usar humanos.

—Sea como sea —dijo Cesc, con la voz firme—, hay que empezar por alguna parte. Robert DiAngelus. El Dios Dragón fue claro con Arami: Robert es esencial. Tenemos que encontrarlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.