Hola! Por fin tengo el capítulo 37 listo. Quedan CUATRO capítulos para que termine la novela. O sea que unas cuatro o tres semanas más o menos.
Si te ha gusta este capítulo, te agradecería que me regalaras tu like, comentes y compartas esta historia. Tu apoyo me motiva mucho a seguir publicando cada semana.
ஐ
✧──── Killian ────✧
Desperté envuelto en una oscuridad tan espesa que parecía tener peso. No había nada a mi alrededor: ni luz, ni sonido, ni siquiera el eco de mi propia respiración. Era un vacío absoluto, una nada que me oprimía el pecho con la fuerza de una pesadilla. Intenté moverme, pero no sentí el suelo bajo mis pies ni el roce del aire en mi piel. Todo era inmóvil, muerto, inerte.
«¿Dónde estoy?»
Aquella sensación era distinta a cualquier otra. En los sueños siempre queda un rastro de vida: un olor, una voz, una forma. Allí no había nada. La ausencia lo consumía todo, y el silencio era tan profundo que dolía. Me invadió una angustia desconocida, una inquietud que me atenazó el estómago. ¿Estoy muerto?
El pensamiento se instaló con frialdad. Recordé la batalla, el rugido de los dragones, la sangre, la confusión. ¿Fue ahí donde caí? Me llevé una mano a la cabeza, aunque ni siquiera estaba seguro de si realmente la tenía. Era como existir sin cuerpo, ser solo conciencia flotando en la nada. Pensé en mis compañeros, en mi familia, en mi reino… y luego, inevitablemente, en Arami. La idea de haberla dejado sola, enfrentándose a todo aquello, me revolvió por dentro.
Entonces, una luz surgió a lo lejos. Pequeña, tímida al principio, pero creció con rapidez hasta envolverlo todo. Me cegó por completo. Era una luz tan intensa que tuve que cubrirme los ojos, aunque el gesto apenas sirvió de algo. El calor que emanaba no quemaba; era cálido, casi acogedor, y aun así me obligó a retroceder. Cuando finalmente se atenuó, abrí los ojos despacio, dejando que la vista se acostumbrara.
Frente a mí se alzaba un dragón blanco, tan inmenso que el aire a su alrededor vibraba con su sola existencia. Su cabeza era tres veces más grande que Valerian, y su cuerpo, de un blanco puro e imposible, parecía hecho de luz viva. Cada escama emitía un resplandor suave que me obligaba a apartar la vista. Su sola presencia me sobrecogía, me hacía sentir pequeño, insignificante, y aun así no podía dejar de mirarlo.
—¿Sabes quién soy? —preguntó con una voz que no provenía de su boca, sino de todas partes. Era profunda, cálida y poderosa, una voz que resonaba en mis huesos.
—Sí… —respondí apenas, sin reconocer mi propia voz—. Eres el Dios Dragón.
El coloso asintió con un leve movimiento que agitó el aire a mi alrededor.
—¿Sabes dónde estás y por qué?
—¿He muerto? —pregunté, sintiendo el corazón encogerse.
—No —replicó con serenidad—. Te he traído aquí para hablar.
Sus palabras me descolocaron.
—¿Por qué yo? Arami es la santa, la que puede verte y escucharte. ¿Por qué no ella?
El dragón me observó en silencio, con una mirada tan profunda que sentí que podía atravesarme.
—Hace tiempo que debíamos haber hablado, pero las cosas ocurren solo cuando deben ocurrir —dijo al fin.
—¿Por qué ahora? —insistí, incapaz de contener la confusión que me sacudía.
—Porque ha llegado el momento de que sepas la verdad. La razón por la que naciste con sangre de dragón.
El aire pareció detenerse. Lo miré sin poder reaccionar.
—Me estoy muriendo —confesó. La frase me atravesó como una lanza. ¿Dios… muriendo? —. Todo tiene un principio y un final —continuó con calma—. Incluso yo. He utilizado mi maná divino durante millones de años. En los últimos tiempos ese poder se ha agotado. Cuando se extinga, desapareceré.
Me quedé helado.
—¿Y qué pasará con el mundo? —pregunté, con la voz temblando más de lo que quería admitir.
—El equilibrio debe mantenerse. Siempre debe existir un Dios, alguien que sostenga el universo. Por eso elegí a un heredero.
Mi corazón latió con fuerza.
—¿Arami? ¿El alma santa?
—No —dijo con voz solemne—. Ella solo es la pieza que ayudará al verdadero sucesor. El heredero eres tú.
El suelo inexistente pareció desvanecerse bajo mis pies. Sentí que el aire me faltaba.
—¿Yo? —susurré, incrédulo.
—Sí. Fuiste creado para eso. Por eso corre por tus venas mi sangre. El mismo maná que me da vida está dentro de ti.
No supe qué decir. Todo mi cuerpo, o lo que quedaba de él en aquel lugar, se estremeció.
«No… esto no puede ser real».
—Moriste una vez —continuó la voz—, y entonces cometí el mayor error de mi existencia. Alteré el tiempo y el espacio. Creé una línea temporal donde aún vivías. Pero volviste a morir, y repetí el proceso. Cada vez mi poder se agotaba más. La última vez recurrí a Arami. Creé una nueva línea: la que habitas ahora.
#258 en Fantasía
#1304 en Novela romántica
magia antigua magia elemental, magia, magia aventura dragones
Editado: 15.10.2025