La leyenda del Faraón - Yoonmin

Rubio único, ojos de papiro.

Cuando nos movimos hacia el otro lado del rio Nilo iniciamos nuestros estudios de área, la cual era inestable debido a la humedad por ello debimos quitar toda la parte superior de aquella cueva. Ya todo caído solo falto limpiar para poder hallar lo que parecía ser un pozo, uno mal cubierto con tablas agraviadas por la humedad del lugar; con cuidado se sacó las tablas para revelar que efectivamente era una especie de túnel hacia abajo.

Debíamos de saber que tan profundo era que no sabíamos debido a la poca luz que dejaba pasar, fue por ello que alistamos un sonar, la ayuda de las ondas de sonido nos ayudaría a saber a qué nos estábamos enfrentando. Con cuidado se fue dejando caer por el túnel el aparato, colgando de un cable; dando el visto bueno al señor Song activo el soñar, como con cada pulsación este trazaba un mapa en la computadora.

Cuando la imagen ya pareció estar completa fue que sacamos el aparato; los resultados en las pantallas arrojaron que debía de tener mínimo unos 6 a 7 metros de caída, y lo que pareció ser un pasadizo hacia el lado Norte, en definitiva, esto era obra del hombre.

Debíamos bajar era una decisión precipitada pero no había otra alternativa, dentro de unos días la temporada de lluvias llegara a Egipto y con ello la subida del Rio Nilo, no podíamos arriesgarnos a esperar cuando todo ya haya sido tragado por el agua. Mande a dos colegas por el equipo de expedición y protección al otro lado, donde los demás seguían trabajando bajo la mirada dura de Daniel; cuando volvieron con todo no tarde en comenzar a vestirme.

Amarre a mi cuerpo el arnés, unos protectores para los codos y rodillas, un casco con una linterna aparte del que yo llevaba en mi mano, unas sogas y una pequeña bolsa con brochas y pequeños cinceles; ¿Pude mandar a alguien más? Sí, pero esta era mi idea; mi esperanza y debía de hacerme cargo de lo que sea que pueda haber ahí abajo.

Con la cuerda en su lugar y bien sujeta a una base, comencé a bajar con mucho cuidado, antes de adentrarme por completo miré al señor Song quien solo me dio una sonrisa diciéndome: "Todo saldrá bien" y esperaba que tuviera razón; sin desperdiciar más luz del día me metí sin pesar mucho en el espacio que era casi claustrofóbico.

Seguí bajando por unos segundos hasta que toque fondo, la tierra húmeda se coló en mis zapatos, pero no le preste atención alguna pues mí vista solo podía admirar como si había algo hacia el norte, era como una especie de cueva pequeña, que alguien intento agrandar su tamaño con mano bruta, si hubo algo después de todo.

—"Pequeña Lee, ¿Puedes escucharme?" — había olvidado por completo aquel auricular que me dieron.

—Lo escucho perfectamente señor Song — dije mientras tomaba mi otra linterna, dejando que su luz ilumine mejor adentrándome en su interior poco a poco.

—"¿Qué pudiste encontrar?" — ¿Cómo explicar algo cuando las palabras no te salían de los labios? No sabía que decir ante lo que mis ojos estaban admirando.

Como la luz que daba alumbraba enormes jarrones, tan altos como yo, podía divisar incluso cajas inmensas en todos los sectores, muebles de que parecían de oro oxidado y desgastado, estatuillas de jade y canastas que sucumbieron ante los siglos, encontrándose intocables a simple vista.

Mientras más observaba más le daba razón a Carter, cuando le preguntaron qué fue lo que había visto; "Cosas maravillosas" había dicho él. No podría estar más de acuerdo ahora.

Habíamos encontrado nuestro milagro...

Ahora de un punto analítico me dedique a observar los objetos, a simple vista se notaban lo costoso de sus materiales, lo grandes que eran y los adornos de oro corroído aun brillaban orgullosas, daba aires de ser una persona importante, alguien de familia noble.

Adentrándome comencé a pasear por sus alrededores, algunas cajas tejidas ya destruidas por el tiempo dejaban ver su interior: ropa amarillenta, lo que serían sandalias, entre otras prendas. Otras canastas se denotaban mal cerradas, como si todo hubiera sido dejado en un apuro.

Mas adentro se notaban algunos muebles, en donde descansa jarrones con tapas, según los rituales ahí deberían de estar algunos alimentos, desde granos a carne; la cantidad de esta era grata. Pasando con cuidado sobre unos cofres de madera tallada note uno cuya tapa estaba destrozada dándome paso a su interior; eran papiros, demasiados enrollados.

Podían ser aquellos escritos que muchos llamaron el libro de los muertos, pero no era tan grande como para tenerlo en cientos de cofres...

—"¡Pequeña Lee, ¿Me escuchas?!" — un grito en mi oreja resonó dejándome aturdida por unos momentos.

—Fuerte y claro Señor Song — conteste acariciando el tras de mi oreja, intentando aliviar el dolor.

—"Ya estaba por bajar por ti, no escuchabas mis llamados" — podía escuchar el suspiro de alivio que salió por el auricular.

—No escuche nada — tan ensimismada quede, pero nadie negaba lo hermoso que era.

—"Me quedo claro" — dijo — "¿Dime que encontraste?" — nuevamente no podía describirlo, era tartamudeos lo que salían de mi boca.

—Yo, no... ¡enserio! Es, e-es... no lo creo. Y-yo, Señor Song —

—"Cálmate pequeña Lee, respira profundo y piensa cuidadosamente" — me dijo, siguiendo sus indicaciones comencé a inhalar y exhalar; cuando me sentí más cuerda articulé las palabras en mi mente y solté.

—Realmente tiene que bajar y ver esto con sus propios ojos, es demasiado hermoso lo que veo — la alegría me invadió nuevamente, queriendo soltar un sollozo de felicidad en la última palabra. Este viaje no fue del todo en vano, no tendrían que regresar con la cabeza en bajo.

—"Mandare a llamar inmediatamente a todos, pequeña Lee lo lograste" —

—Señor Song, lo logramos — corregí, el logro no me lo podía llevar sola.

—"Ya fueron a llamarlos y que traigan el equipo. Ahora me encargare de avisar a Seúl, además debemos de hacer conocer este descubrimiento a las autoridades" — sabia el procedimiento que seguía, seria largo pero satisfactorio el poder ver estos en primera persona.




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