La Leyenda del Tesoro Prohibido

Capítulo 5: El Huascarán

Un día más, mi padre llegaba, adolorido, cansado y maltratado, pero esta vez tenía algo distinto, su mirada mostraba algo particular. Cruzaba el huerto de naranjos y con una sonrisa abrazo a mi hermano como si no lo hubiera visto en años, definitivamente algo estaba fuera de lugar, luego de estar con él  vino hacia a mí, fue el abrazo más sincero y cautivador que mi padre me dió; fuimos a la cocina y aún con todo el trabajo que tenía encima me pidió que me sentara en sus piernas. Mi madre sin sospechar nada le trajo agua y comida, mi padre la miró con ternura y le dijo: ha llegado el momento de salir de aquí, sin nada que decir ella se detuvo en la puerta, mi padre continuó: Gracias a Dios los cultivos han progresado mucho este año y será el mismo patrón quien los lleve al mercado mañana al amanecer, ya tengo todo preparado para salir, nos pusimos de acuerdo con los muchachos, con el patrón fuera de la hacienda será más fácil burlar a los capataces… de qué hablas, respondió inmediatamente mi madre, aunque el patrón no se encuentre aquí, eso es imposible, lo único que conseguirás es que nos maten, además, no tenemos a donde ir… mi padre se levantó y con una sonrisa en el rostro y replicó: ten calma mujer, no desesperes, ya te dije que arreglamos todo con los muchachos, estaremos bien.

Luego de servir la cena mi padre nos explicó lo que teníamos que hacer para poder salir de ahí. Al ser tiempos de helada, mi padre salió en horas de la madrugada para repartir el agua en los sembríos y evitar que se sequen, excusa perfecta para que los capataces, al ser un camino largo y un horario muy sacrificado lo dejaran ir solo. Él ya se había puesto de acuerdo con varios hombres para distraer a los capataces y que poco a poco las familias vayan saliendo de la hacienda sin que nadie los vea, ya que no solo iría al río, sino que también abriría una ruta de escape hacia el bosque para que todos puedan salir sin problemas. El patio trasero de la hacienda era cercado por una gran pared de leñas, solían decir que gran parte de esa zona era “mal sitio”, hogar de duendes y demonios que al acercarte y estar por mucho tiempo allí podrías contraer cualquier tipo de enfermedades, ese, era el principal motivo por el que los guardianes nunca estaban ahí, solo cuando había que preparar la leña y en plena luz del sol, cuando los malos espíritus no se encontraban en el lugar.

Mi hermano y yo fuimos al amanecer por el pasto para los conejos y cuyes, subimos hacia el terreno de la alfalfa y logramos ver que había un desvío detrás del muro de leñas que iba hacia el bosque, realmente hacer tal cosa fue muy sacrificado porque todo el mundo temía estar en el mal sitio, incluyendo a mis padres, pero cerca del río descubrieron un hermoso almácigo de ajenjo, una hierba especial para curar los males del mal sitio. Siendo aproximadamente las diez de la mañana, el patrón ya estaba en el mercado ofertando la gran cosecha del día anterior, la hacienda estaba muy tranquila ya que al ser domingo, muchos se iban a la capilla en la plazuela para escuchar la misa mientras que algunos otros se quedaban en casa descansando, hilando, moliendo cereales, preparando semillas, etc., incluso los capataces.

Aproximadamente veinte personas, incluyendo niños y ancianos ya se dirigían río arriba fuera de la hacienda, mi padre entró muy contento a la cocina mientras almorzabamos, el plan estaba saliendo a la perfección, nosotros, seríamos los últimos en salir, luego de hacer que todo el agua que entraba a los sembríos se desvíe hacia la hacienda, provocando un pequeño huayco que distraiga a todos los vigilantes mientras completamos nuestro victorioso escape. Todo eso me hacía sentir feliz, pero a la vez muchos nervios porque dejaríamos nuestro hermoso edén. A pesar de convivir con gente despreciable y agresiva, el lugar era sin duda un paraíso, teníamos una gran variedad de plantas, frutas y bosques, alimentados por un caudaloso río proveniente de nuestro majestuoso e imponente nevado, El Huascarán, siendo lo más alto que se podría alcanzar en la tierra, la cima de todo, la mejor representación del infinito, lugar donde se posan las estrellas y la luna al anochecer y el que da la bienvenida al sol a diario, mi mayor sueño siempre fue estar en la pico más alto y contemplar horizonte desde ahí, mi padre, nos dijo que detrás del Huascaran había un pueblo muy lindo que nos albergaría, un pueblo donde no existe la violencia, el dolor, donde todos somos hermanos.

Ya era hora de salir, mi hermano y yo ya teníamos nuestras alforjas llenas de comida para el camino, mi madre preparaba lo suyo y mi padre se encontraba en el lugar para provocar la distracción, para que al salir nos encontremos en el desvío detrás del muro de leñas. De pronto, mi madre nos ordenó que salgamos y ella detrás aseguraría las puertas, pero el candado se había quedado en la cocina por lo que fui corriendo a traerla, y cuando se lo entregué el suelo empezó a temblar de una manera espeluznante, mi madre me tomó del brazo, pero era imposible mantenerse en pie, mientras que mi hermano abrazaba una columna, nosotros intentábamos salir de la casa que empezaba a despedazarse, luego de varios minutos de desesperación el suelo se apaciguó y en seguida se escuchó un ruido estremecedor. 

Salimos corriendo de la casa ensordecidos y vimos como un gran bloque de hielo se desprendía del enorme nevado y se abalanzaba sobre nosotros, el cielo se tornaba gris y de la mano de mi madre corrimos al patio principal buscando a mi padre, nos dirigimos desesperados hacia la capilla y vimos a papá a lo lejos haciéndonos una señal con la mano, indicándonos que vayamos hacia el cerro detrás de la capilla, el sonido era cada vez más potente, logramos llegar a la plazuela y frente a la capilla mi madre se arrodilló exhausta, nos abrazó y todo se oscureció.
 



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En el texto hay: hermanos, hacendados, tesoros

Editado: 30.05.2021

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