"Y ponían en sus recuerdos unas notas de palpitante realidad"
Miguel Delibes
Cuando llegué, él ya estaba ahí. Pensé que tendría un momento para calmarme, el camino de casa al parque fue algo torturador y creí tener unos minutos para relajarme y dejar que las cosas pasaran, pero no fue así. Demian estaba sentado sobre el respaldo de una banca, con los pies en el asiento y una seriedad poco habitual en él.
En ese momento, al ver su expresión supe que las cosas no irían bien. Me equivoqué por un lado. Cuando me vio se levantó de inmediato y bajó su mirada unos segundos, como pensándose si debía decírmelo o no. Todavía puedo sentir la incertidumbre recorrer todo mi cuerpo, tenía miedo, demasiado, no quería ser rechazado por él. Lo quiero tanto.
—Levi, tú eres mi mejor amigo —comenzó, yo tomé aire, el cual retuve durante varios segundos—. Sé que puedo confiar en ti, yo realmente no quiero vivir sintiéndome así.
—¿Qué... qué es lo que pasa? —tartamudeé. Hubo silencio, entonces dijo.
—Vi a mi padre hace unos días —solté aire, no sabía si sentirme aliviado o decepcionado—. Lo odio, pero tengo que preguntarle por qué, solo así...
Lo miré con tristeza, en ese momento tenía un sinfín de emociones. Me había ilusionado por una parte creyendo que se confesaría, pero me estaba contando algo bastante personal, algo de lo que no le gustaba hablar y después de tantos años tenía la confianza para decírmelo. Por otro lado, me hacía feliz que confiara en mí.
Me quedé inmóvil cuando sentí el peso de su cabeza reposar en mi hombro, su frente estaba descansando en mí mientras mantenía sus ojos cerrados. Cuando al fin reaccioné solo pude dar palmaditas al costado de cada uno de sus brazos, no me atreví a abrazarlo, ya ni siquiera recordaba si alguna vez nos habíamos abrazado así.
—Yo iré contigo —le dije. Entonces sentí unos brazos aferrarse a mi cintura.
Ya en casa, justo ahora, no puedo moderar mis palpitaciones.