La liga ciudadana

Capítulo 11: Verde y naranja

11:30h

Sila observaba desde lejos la danza de Eir. No estaba mal para alguien que no había practicado con anterioridad, sin embargo, sus pasos se tornaban más torpes cuando no estaba acompañada por ese misterioso hombre. 

Recordaba al muchacho por permanecer callado y taciturno, antes de sorprender a su amiga. Analizando sus facciones, llegó a la conclusión de que podría ser el príncipe, aunque deseaba que no lo fuera.

Sí, habían asistido por la misión, pero no podía evitar alegrarse al ver ese brillo en los ojos de Eir. Puede que ella ni siquiera lo sospechara, pero desde la distancia se podía apreciar la atracción que surgía entre ellos. Sus miradas furtivas entre vuelta y vuelta, la sonrisa radiante del muchacho, ese pequeño temblor en las manos… 

Solo esperaba que no se tratase del príncipe.

 — Buenas noches señorita Sila — Mario interrumpió su soledad con una leve reverencia. 

— Buenas noches, señorito Pippers. ¿Está usted disfrutando de la velada? 

— Por supuesto, es una magnífica fiesta, ¿No cree? — el joven buscó el punto de la sala que Sila observaba con atención y encontró a Eir.

Aunque habían aclarado las cosas entre ellos, costaría verla feliz al lado de otro hombre. No podía negarlo, dolía cada vez que la sorprendía observando a un joven con aquella mirada que siempre deseó y que nunca fue suya.

— ¿Ocurre algo, señorito Pippers?

— Nada relevante, me temo que hay algo en el ambiente que afecta a mis nervios. Sin embargo, la brisa del jardín me sienta de maravilla. 

Sila observó su rostro e intuyó lo que se le pasaba por la cabeza.

— Me alegra. No he salido al jardín pero tengo entendido que hay muchas flores, cada cual más bella.

 — Ciertamente, — corroboró abatido, al reconocer el doble sentido en sus palabras. — es una noche magnífica para contemplarlas a ellas y también a las estrellas.

— Pues déjeme terminar el contenido de esta copa y podré comprobarlo por mí misma. 

— Si me lo permite, estaría encantado de acompañarla. 

— Por supuesto.

Tras vaciar la copa, Sila entrelazó su brazo con el de Mario, dio un último vistazo a Eir y se adentraron en el jardín. 

Era una vista realmente preciosa. Una combinación de miles de especies, tanto humanas como baconianas, que convivían en armonía. Le pareció realmente curiosa una determinada planta que emitía una ténue luz verde, acompañando la iluminación de los pequeños farolillos de papel. 

— Es una vista magnífica. — aportó Kolson, situándose al lado de sus compañeros.

— Sí, es precioso. 

Permanecieron inmóviles, disfrutando de la armonía del paisaje durante al menos, quince minutos, hasta que un extraño hombre de blanco interrumpió aquella extraña paz que reinaba en el jardín.

— Verde y naranja, naranja y verde, verde y naranja… 

Sila supo que había llegado el momento. Esperó pacientemente a que pasara por su lado, pero el joven se detuvo a tres pasos de ellos, dónde un hombre le preguntó cuál era esa extraña canción.

— No se preocupe gentil caballero, es normal que todavía no la conozca. Se trata de mi nuevo single, la canción de los colores. Verá, estoy preparando un disco de canciones infantiles. — susurró, aturdiendo al pobre hombre. — ¿Quiere escuchar todo el estribillo? — el señor iba a negarse pero el joven ya había comenzado. — Verde y naranja, naranja y verde, verde y naranja, amarillo y rojo, rojo y amarillo, amarillo y rojo. A continuación vendría el azul, pero todavía no he decidido si combinarlo con el morado o el marrón. 

El pobre hombre se retiró cortésmente y huyó despavorido. 

El caballero se encogió de hombros, restándole importancia y siguió cantando al compás de sus pasos.

— Verde y naranja, naranja y verde, verde y naranja…

Los tres jóvenes le observaron estupefactos. ¿Aquel era el brillante K?

— los colores de la igualdad. — susurró Sil, al salir de su asombro, justo antes de que el chico se alejara.

El joven giró hacia la señorita y beso su mano cortésmente.

— Bella dama, ¿Me haría el honor de acompañarme? 

— Por supuesto. 

Sil abandonó el agarre del señorito Pippers y se enganchó al misterioso hombre. Afortunadamente, la condujo hacia la esquina más cercana a los infiltrados de la LC, que los observaron desde unos arbustos.

— ¿Eres… K? — le preguntó, una vez escondidos de las miradas indiscretas.

— Me temo que no, soy su humilde mensajero. ¿Eres el líder de la LC?

— Me temo que también soy una humilde mensajera. — el joven no parecía sorprendido.

— Escucha, no tenemos mucho tiempo. — susurró observando los alrededores. — Os hemos citado aquí por dos motivos. Primero, queremos saber si habéis provocado los disturbios en las afueras. 



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En el texto hay: principe, amor, planeta

Editado: 12.06.2019

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