La liga ciudadana

Capítulo 13: guantes

Llegando ya a la sede, Toni informó que tanto él como Sila y Kert se encontraban a salvo. Al parecer, el colíder había recibido un disparo en el hombro protegiendo a Toni con su cuerpo. Sin embargo, creían que había sido un disparo limpio, nada que unos cuantos puntos no pudieran resolver.

 — Debí obligarle a quedarse en casa. — susurró Mario, revolviéndose el pelo con las manos. 

— No podías saberlo, además, él está bien. — Eir intentó consolarlo, aunque sabía, como hermana mayor que era, que nada serviría.

— Ya lo sé, pero tan solo tiene dieciséis años, es un crío.

— Sí, es un crío, pero él tomó su decisión. Debe ser difícil, no me imagino lo que hubiera hecho si a Min… — dejó sus palabras en el aire. Para ella siempre sería aquel niño pequeño de dos años que necesitaba su protección. — Pero ya es lo bastante mayor como para tomar sus propias decisiones, crecer y equivocarse. Hiciste lo correcto.

El carruaje se detuvo en frente del pequeño garaje.

— Hemos llegado. — señaló el chofer.

— Gracias, espere aquí.

Los jóvenes abandonaron el carruaje y doblaron por la esquina izquierda de la calle, accediendo a la sede de la LC.

Mario introdujo su dedo índice y, tras recoger los biancos preparados para el cochero, volvió a salir.

Eir entró en una antigua farmacia, muy cerca de la sala de reuniones. Allí encontró a los cuatro miembros restantes y un curandero.

— ¿Todos bien? — preguntó, nada más entrar.

El doctor la observó de reojo. Parecía extrañado por los trajes que llevaban Kolson, Sila y Eir, pero estaba acostumbrado a no hacer preguntas. La labor de los curanderos para neoesclavos incluía máxima discreción, pues al ayudarlos, su propia vida corría peligro.

— He pasado por cosas peores. — Kert se esforzaba en mostrarse animado y aguantar el dolor.

Observó a Toni. El curandero le había untado una mezcla hecha con agua, aloe y varias hierbas en algunos cortes. Al parecer el muchacho había tropezado con una planta durante la huida y  le había provocado varios cortes superficiales.

— Bueno, esto ya está. Serán dos mil Biancos.

— Muchas gracias Louis. — Kert se levantó del  mostrador con el hombro totalmente vendado.

Salió de la enfermería acompañado por el curandero, perdiendo de vista a todo el grupo.

— ¿Porque estás manchado de verde? — Eir observó a Toni con extrañeza. Parecía algún tipo de tinte que nada tenía que ver con el mejunje curativo.

— Oh, esto. — contestó señalando las mangas arremangadas de la licra negra. — Era nuestro plan B. — entregó a Eir unos guantes negros, con una ventosa en la palma, con la forma de las siglas LC.

Eran idénticos a los que usaban en los grupos de neoesclavos que se encargaban de limpiar las zonas más cercanas a las antiguas centrales nucleares. Los más expuestos a la radiación.

Estaban hechos de un material baconiano inteligente, que se adaptaba a cualquier cambio de temperatura o composición de la atmósfera, protegiendo a quien lo portaba.

— ¿Cómo…? ¿Lo has robado? — Solo había visto ese tipo de tejido en los trajes de aquellos grupos de neoesclavos y sabía que les obligaban a cambiarse antes de marcharse a casa.

— No, esto es una réplica. De hecho todavía debo perfeccionarlos. Solo son capaces de proteger la piel contra los cambios de temperatura.  Los guantes nos han protegido del calor que desprende la superficie del muro y las ventosas nos han ayudado a escalar.

Eir emitió una ligera sonrisa, sospechando lo que habían hecho.

— Verás, por si no podíamos clavar la bandera de la LC en medio del jardín, como habíamos planeado, llevé un poco de pintura naranja y verde. Hemos impreso las siglas de la LC por un gran trecho de la superficie exterior del muro antes de entrar. 

— Eir, Sila, acompañadme. — Kert había vuelto tras conducir al curandero hacia la salida y cortó la conversación de los jóvenes, ansioso por saber las novedades de ambas mujeres.

El excomodoro no esperó una respuesta, emprendió su marcha hacia la antigua cafetería.

— Esperad aquí a Mario. — ordenó Eir al resto del equipo, antes de marcharse. — Ah y mañana no quiero ver a nadie aquí, hay que descansar.

 Tras entrar en la sala de reuniones, Sila explicó con sumo detalle todo cuanto dijo el misterioso mensajero. Les mostró también los dos planos.

— Liberar a los neoesclavos no será un problema. ¿Pero qué haremos con ellos, una vez libres?

Si los dejaban en la calle, tarde o temprano morirían. Podría ser por las duras condiciones climatológicas, el hambre o a manos de los guardias baconianos.

— Podríamos acondicionar los locales de la planta baja que no utilizamos. Está bajo tierra, no causarían sospechas y sería algo temporal, mientras les conseguimos un hogar adecuado. — Kert observó de nuevo el plano con todos los pasadizos y túneles subterráneos. — Lo que de verdad me preocupa es el entrar y salir sin ser vistos. Esta vez ha sido fácil, pues nunca habían sufrido un ataque directo. A demás, solo éramos dos personas y tenían la guardia baja. Pero en esta ocasión, estamos hablando de doscientas personas desarmadas y supongo que desnutridas. Y hay que tener en cuenta que habrán reforzado la seguridad y vigilancia.



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En el texto hay: principe, amor, planeta

Editado: 12.06.2019

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