La lista de Malena Jal

Capítulo 2

Tenía la mirada perdida, estando en cuerpo acá pero mi mente en otro lado. Al escuchar un grito pronunciando mi nombre, los recuerdos pararon y vi todo con claridad. Estaba parada en la terminal al lado de un puesto de diario.

 

—¡Malena! 

 

—¡Dale boluda, que se nos hace tarde!

 

Eli y Mar habían llegado. El ruido de la gente despidiéndose o encontrándose, corriendo apurados, las ruedas de valijas girando, el rechinido de los vagones; me puso en el presente rápidamente. Dejé los recuerdos atrás por un lapso. Porque con ellas el presente era hermoso, podía olvidar con facilidad cualquier cosa.

 

Llevaba puesto poco abrigo en comparación a ellas, suelen tener más frío. Nuestras mochilas eran relativamente chicas para el tiempo que nos íbamos, casi un mes a la deriva, sin saber con exactitud dónde o qué nos llevaría. Les debo mucho por acompañarme en esta locura, y las entiendo, ambas me vieron pasar por cosas feas, ahora sentían la responsabilidad de seguirme, perdón, de acompañarme.

 

Nos sentamos en asientos de dos enfrentados, Eli y Mar en uno, y yo en el otro esperando que un desconocido lo ocupe. Saqué mi celular del bolsillo de mi tapado y mandé mensajes, a mi mamá, a mi papá, a mi hermano, y a mi otra mejor amiga que no pudo acompañarnos. No es lo suyo, dijo. Su nombre es Samanta, pero le digo Sa, y sin ella, creo que yo no estaría acá, hace rato.

 

Conversación por mensaje, chat de "Ma".

 

Tranqui mami, ya tomamos el tren y está todo bien. Si podes decile a papi porque no me contesta.

Te hablo después, las chicas están cansadas y falta mucho, en cualquier momento nos quedamos planchadas.

 

Bueno mi amor, cuídate mucho y saludos a las chicas, diviertanse.

 

Chat de "Sa".

 

Perdón que no pude ir, es que la naturaleza y eso la verdad no me llama.

 

No hay problema, hermosa. Por lo menos hablamos por acá, te voy contando todo.

 

Bueno, igual cuando vuelvan podemos hacer algo, encontré un evento que se ve interesante.

 

Y no supe qué responder. Le clavé el visto, pensé qué tenía que contestar, y no encontré respuesta. Creí que era mejor ser espontánea, pero todavía no sabía cómo.

 

Me acuerdo del cielo gris de ese día, parecía que iba a llover, como yo, aunque suene raro. Tenía que estar feliz por el viaje, y mi cara no lo mostraba.

Puse mi celular lentamente sobre mi pecho y vi a Eli y Mar sonreír. Me imaginé a mí misma apuñalándolas por la espalda, porque ellas están haciendo esto por mí, y no saben que al final del viaje voy a matarme.

Son tan hermosas, genuinamente bellas. No me parece raro que tengan de rodillas a cualquier chico que las vea. Destacan por su simpatía y me gustaría ser así, las admiro, tengo suerte de tenerlas.

 

Cada ahorro estaba ahora con nosotras y serían muy bien gastados. Teníamos varias horas hasta llegar a la última parada. Guardé mi celular en el bolsillo de mi mochila sin contestar a Sa, pensé en abrir la conversación en otro momento preguntando algo que nada que ver para evitar responder a ese evento que nunca voy a ir. No estoy segura en qué momento invadió el silencio, pero me dormí sobre el grueso cristal de la ventana después de ver los números brillantes del reloj sobre la puerta cambiar. Esos asientos eran cómodos. No había morisquetas o algo que perpetrara, fue pacífico.

 

Una vez dormida, soñé, soñé con el pasado, supongo que de tanto recordarlo.

 

A los nueve años, después de cambiarme a una escuela relativamente normal, con turno de cuatro horas, en una de las primeras clases de gimnasia que tuve, mi corazón latió tan rápido que creí que iba a morir, me sofoqué y empecé a llorar, juro que creí que me iba a morir. Calor extremo se apoderó de cada gota de sangre de mi cuerpo que vibraba sin control. Cuando mis papás me llevaron al médico, salieron a la luz algunas cosas, tras innumerables estudios, tenía un coágulo de sangre en el corazón, hipotiroidismo, y escoliosis avanzada. No me detuvo aunque por esto, cuando tuve mi primera menstruación vinieron problemas caóticos, me venía mucha sangre al punto de usar hasta cuatro paquetes de toallas sanitarias por semana, me manchaba seguido. Sentía vergüenza. Los coágulos de sangre daban miedo, eran grandes y anormales, pero sobre todo, los dolores eran lo peor. Me advirtieron del riesgo de contraer cáncer de cuello útero en el futuro. Tomé medicamentos para la glándula y fui a natación para corregir mis huesos. Un bajón.

 

Comenzó una etapa de rebeldía contra mis papás que me obligaban a ir a la iglesia. Mandé a la mierda todas esas creencias religiosas. Dios no estuvo conmigo en ningún lugar, en ningún momento, claro que se opusieron, para ellos me iba a ir al infierno por la blasfemia que estaba diciendo, aunque con el tiempo lo aceptaron. Pero la sorpresa más grande fue que, unas semanas después de empezar las clases, por primera vez, tuve amigas de verdad. Eran mis confidentes, mis compañeras y ese año fui popular. Lastimosamente se me subió a la cabeza, porque nunca había experimentado eso. Solo me preocupaba ser una diva. Y ese año, después de tanto tiempo de ser una buena estudiante, las cosas cambiaron y repetí de curso. Para terminar el poco avance que logré, nos mudamos de vuelta al campo dejando atrás la ciudad.




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