A los diecisiete empecé una relación con un chico del grupo de amigos que les conté antes. Estuve tres años, y viví con él casi dos de esos años en la casa con mis padres, cuando empezamos a salir éramos muy jóvenes. Tenía diecisiete y él era un año menor que yo. Ese tiempo, al principio fue estupendo. Si bien, una vez más, me metí con alguien que no quería para no sentirme sola, al menos me sentía querida. Era bueno y tierno, engordamos un poco juntos, no lo llegué a amar pero sí a querer mucho, necesitaba a alguien que estuviera conmigo y me quite la virginidad que tanto me avergonzaba. Lo hizo.
Pero el tiempo te muestra a las personas como realmente son, a los dos años de estar juntos, después de un mes de vivir conmigo, descubrí que me metía los cuernos al revisarle los mensajes del celular. Como una estúpida, lo dejé pasar, por como dije, no quería estar sola. Mi grupo de amigos lo ama y a mí también, salíamos bastante y compartíamos muchísimas cosas, ¿qué iban a decir? No sé, ¿qué iba a pasar si les decía? No sé. Fue cobarde de mi parte no averiguarlo, por eso me cosí los labios y me dolió mucho no decirles, aunque a veces veían como me humillaba.
Me obligó a borrar a muchos amigos de mis redes sociales y como una estúpida lo hice. Yo intenté hacer lo mismo pero no resultó como esperaba.
—Dale —dije con un poco de súplica ante su terquedad—, vos me obligaste a borrar a mis contactos, ahora vos borra a todas esas que ni conoces y muestran el orto en todas las fotos que le das me gusta, tenés como mil amigos y la mayoría son así.
—Cagate por hacerme caso, yo no voy a borrar a nadie por vos.
Y realmente la estúpida era yo. No saben cómo me arrepiento. No quedó ahí, el trato fue empeorando, poco a poco me dejaba de lado y apenas me hablaba. Ya no era cariñoso conmigo a pesar que me pidió perdón llorando y me trató como una reina días después de descubrir la infidelidad, duró dos semanas ese buen trato. Estaba todo el tiempo jugando un juego llamado lol o algo así, yo no entiendo de eso. Un día dije basta, mis amigos imaginarios me decían que tenía que poner un alto. Yo estaba con él para sentirme querida y eso no pasaba, tenía que hacerme respetar.
Así que una tarde empecé a abrazarlo y pedirle atención mientras él estaba sentado jugando a ese juego. Estábamos en mi habitación que ahora era de los dos. Por ahí la sorpresa más grande de mi vida, y no hablo de las buenas, se giró hacia mí y con el puño cerrado, su gran mano me golpeó en la clavícula. Sentí sus nudillos como la punta de un martillo sobre mi piel y hueso. Caí parcialmente encima de la cama y sin poder creer lo que había hecho. Me puse a llorar. Al principio se rió y dijo que estaba exagerando, me acuerdo sus palabras con ferocidad. "No te pegué tan fuerte, levántate y deja de mariconear". Me dolía mucho, me ardía. Cuando mi llanto no paraba, y una marca roja apareció, se arrodilló frente a mí, y como si la víctima fuera él, empezó a llorar más fuerte que yo, a suplicar unas desabridas disculpas mientras me echaba la culpa por “haber provocado su ira”. No podía y no puedo aún, entender cómo se puede lastimar a alguien que amas, con toda intención y encima hacerla responsable, excusándose que no puede darte amor todo el tiempo y lo hiciste enojar. Él medía el doble que yo de altura y de cuerpo el triple. Tenía mucho miedo, de que me volviera a pegar, en ese momento no sabía qué hacer, el miedo me invadió, así que lo perdoné.
Cada día después de eso, pensé en dejarlo pero mis pensamientos temerosos por que me vuelva a pegar eran mayores. Ya no había amor, querer o respeto de ninguna forma de parte nuestra hacia el otro. Lo aguanté también, porque le robó la tarjeta de crédito a mi mamá y generó una deuda tremenda, le pagaba de a poco, si yo lo dejaba tenía miedo de que la deje a mi mamá con su deuda.
Como nunca quería salir conmigo, y yo estaba cansada de estar encerrada, tomé carácter, y aunque él se enojara, yo me iba con amigos y amigas de nuestro grupo por ahí a pasar el día mientras él se quedaba jugando. Se molestaba pero nunca quería salir conmigo, pero sí quería ir al gimnasio con una amiga suya. ¿Lo pueden creer? Se lo negué y dijo que lo iba a hacer igual. Después de varias peleas, no lo hizo. Yo quería ir al gimnasio con él y me dijo que conmigo no quería. Se ponía celoso incluso de los amigos que teníamos en común y era muy posesivo. Mis amigos imaginarios me decían todo el tiempo que ponga fin a eso pero no sabía cómo y mis amigos reales no sabían que me pegó pero sí sabían cómo me trataba. Hacía tiempo que ya no nos besamos ni abrazábamos, de repente un día se olvidó su cuenta de una red social abierta en la computadora. Cuando entré a ver los mensajes, no sé porque no me sorprendí. Tenía muchos mensajes intentando tener algo con otras chicas como había visto antes, pero siempre lo rechazaban, qué fracasado.
Realmente solo alguien que se quiere tan poco como yo, podía estar con él. Pero se terminó.
No sé cómo explicarlo, simplemente me levanté un día, cansada del maltrato y mi falta de amor propio. Y me amé como nunca, literalmente me desperté. Ya no sentía ningún tipo de miedo. Él se había ido a trabajar, le mandé un mensaje que decía "Vi los mensajes, te saqué tus cosas a la calle, vení a buscarlas". Sí, le puse en bolsas de consorcio todas sus cosas y las dejé afuera. Nunca venía a verme en el receso de su trabajo aunque quedaba cerca de casa, sin embargo ese día vino volando. Pero ya era tarde, intentó justificarse otra vez haciéndome responsable a mí con dichos como "Vos no te dejas chupar la concha ni coger y yo lo necesito", pero esta vez no caí. Sentía una valentía interna que nunca sentí en toda mi vida. Suficiente. Se fue de mi vida. Haciéndose el pobrecito, el que no hizo nada, y lo único que lamento de haberlo echado, es que le di sus cosas. Tenía que haberlas vendido. Bueno, un par de cosas que dejó se las vendí, pero ese hijo de puta se llevó plata de mi mamá al irse. Le robó quince mil pesos, que en ese entonces era mucho. Los chicos y chicas de nuestro grupo de amigos le dieron la espalda, me ayudaron compartiendo el escrache virtual ya que su mamá saltó a defenderlo y refugiar a su hijo delincuente. Espero que en algún momento le haya dado vergüenza, al igual que él, me hizo responsable a mí.