La lista de Malena Jal

Capítulo 8

Alertada por una pesadilla, uno de esos sueños locos que tengo a veces donde soy perseguida por zombies; me desperté, no estaba aturdida, por el contrario, me sentía fresca, sin resaca.

 

Salí de la carpa y como una película cursi donde uno se encuentra con uno mismo, vi las estrellas desaparecer. Preparé café arriba de una fogata chiquita así cuando se levanten asustados porque no estaba durmiendo a su lado, tendrían el desayuno listo.

 

Me acerqué al barranco esperando a que eso pasara. El alba despertó conmigo, una luz destellante que opaca otras. La discusión de anoche me hizo pensar todo acerca de mí y no significa que sea malo, es mi vida, pero los estaba llevando conmigo y es injusto. Me senté con las piernas colgando. Abajo no había nada, únicamente tierra y césped muerto. Igual a un desierto. El amanecer estaba en su esplendor, cautivante, como esas películas que te pinta ver cuando estás triste. No había una gota de viento.

 

Pensé varias veces si teníamos que seguir el viaje o si sería inmoral, por ahí tendría que continuar sola. Pasé horas mirando el horizonte y pensando, qué tenía que hacer y qué quería hacer. Me acordé las veces que me miraba al espejo y veía otra persona, ahora creo, que ese espejo está roto después de verme a mí, como decían mis compañeritos. Soy insuficiente e inestable.

 

La ausencia de ella no fue sencilla, y solo pasaron unas cuantas horas, la voy a extrañar. Pero me voy a acordar de los abrazos y las discusiones.

Me sentía culpable, me aferraba a los momentos vividos que ya no estaban, arruino todo. En mi pecho percibí un llanto contenido que no quería salir, quema y desgarra. ¿Ella lloró? ¿Me habrá pensado o se sentirá culpable?

 

El contenido del bolsillo de mi pantalón vibró. Inesperadamente recibí una llamada de mi mamá. Creí que al contestar podía sacar el tema de Eli y ella me iba a hacer sentir mejor. Estaba por derramar lágrimas de tristeza, quería que alguien las parara…

Desafortunadamente al contestar, solo cayeron.

 

—Hola ma, ¿todo bien?

 

—Mira Malena —se oye molesta—. no sé qué pasa entre vos y Eliza, ya sé que no es de mi incumbencia, pero tenés que dejar de enojarte con tanta gente, mamita, te vas a quedar sola.

 

—¿Cómo supiste? ¿Ella te llamó?

 

—No, tu papá le mandó un mensaje para saludar y saber cómo estaban, y le contó que se pelearon y se volvió sola a Buenos Aires a la noche.

 

—Sí, pasó eso —ahora me sentía una irresponsable por no haberle insistido en que se quedara, pudo pasarle cualquier cosa, escuchaba a mi papá atrás de la voz de mi mamá preguntando por mí—. ¿Sabes si ella está bien?

 

—Sí, estaba por llegar a Buenos Aires, ¿por dónde andan ahora? ¿Van a tardar mucho más? Me parece que ya se te hizo muy largo esto, ¿por qué no vuelven y hablan con Eliza?

 

—Es que… —escucho a mi papá intentando hablar, diciéndole a mamá que le dé el teléfono porque quiere saber cómo estoy—. Lo que pasó fue que…

 

—¡Dejame hablar a mí! —gritó mamá.

 

—¡Pero dame el teléfono! —exclamó papá gritando de fondo—. ¡Yo también quiero hablar con ella! ¡Quiero saber si está bien, qué pasó! ¡Ves que a vos no te importa nada tu hija!

 

—¡Deja de gritar que no vendes nada!

 

Estaba siendo testigo de otra de sus peleas pero por llamada, ¿no podían pensar en mí un momento y dejar de pelear? Escuché los gritos de ambos insultándose, quería que paren pero no sabía cómo. Solía esperar en silencio a que terminen de descargar su ira, y me vi reflejada en sus palabras. Parecía la discusión con Eli. Yo también pensaba solo en mí, sin darme cuenta que ella también estaba sufriendo, y necesitaba apoyo. En lugar de eso nos lastimamos.

 

Sosteniendo el teléfono sobre mi mano, pegado a mi oreja, entonces pensé que la vida no nos da el suficiente tiempo para reaccionar, aveces hay que ser espontáneo, a veces aunque explotes, tenés que sacar eso que te está matando, antes de que te mate.

 

—¡¿QUIEREN CALLARSE DE UNA VEZ?! —grité como jamás lo hice, por ahí por todas las veces en que no me defendí, por las veces que me callé. Esperé dos segundos y las lágrimas cayeron, ahora ellos callaron, mi piel estaba tan caliente que no las sentí deslizarse en mi cara pero si las sentí empapando mi remera y pantalón al caer—. ¿Tienen idea de cómo me siento? ¿Eh? —me sofocaba, sentía el aire salir pero no entrar, pronuncié cada palabra con dolor e impotencia—. ¿Por qué? ¿Por qué no se dan cuenta de cuánto me lástima que se griten todos los días? Me llaman para saber cómo estoy y me tiran más mierda… No tienen idea de cómo se siente, ser el fracaso de la familia, la única que no puede conservar amigos… la única que intentó suicidarse… la única que no tiene pareja porque es fea y la única que vive con sus papás. Si de algo tengo que pedirles perdón a ustedes es de ser una boluda, pero, ustedes me tienen que pedir perdón a mí por no divorciarse, porque así… me enseñaron que el amor duele y que hay que seguir sin saber por qué, y ya me cansé de eso, me cansé de todo… no vuelvan a llamar, por favor, me confunden más.




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