La Oscuridad Silenciosa
Desde su regreso del Abismo, Aresu no podía escapar de la corrupción que lo había marcado. Aunque luchaba contra las sombras que habitaban en su interior, cada día que pasaba la conexión con el Fénix Negro parecía fortalecerse.
Yeiby y Naty buscaban sin descanso alguna manera de salvarlo. Naty, con su sabiduría ancestral, comenzó a hablar de una leyenda: un templo olvidado donde descansaban fragmentos de la esencia del Fénix, el lugar donde podrían purgar la oscuridad.
Sin embargo, Naty dejó claro que necesitarían ayuda. Fue entonces cuando surgió el nombre de Ikamelli, un viejo amigo de Aresu.
El Reencuentro con Ikamelli
Encontraron a Ikamelli en una posada ruidosa en las afueras de una aldea. Rodeado de mujeres, con una jarra de hidromiel en la mano y una sonrisa despreocupada en el rostro, el Dovahkiin parecía muy lejos de ser el paladín honorable que alguna vez fue.
Cuando sus ojos dorados se encontraron con los de Aresu, algo cambió en su expresión. Se levantó, dejando atrás la jarra y el bullicio, y lo abrazó con fuerza.
—Aresu, viejo amigo. Pensé que estabas muerto.
Aresu sonrió levemente, pero su rostro estaba lleno de cansancio.
—Estuve cerca. Pero volví… aunque no por completo. Necesito tu ayuda, Ikamelli.
El Dovahkiin alzó una ceja, estudiando a Aresu y luego a las dos mujeres que lo acompañaban.
—¿Y quiénes son estas bellezas?
Naty lo fulminó con la mirada.
—Soy Naty, una elfa oscura, y no tengo tiempo para tus juegos. Si vienes con nosotros, que sea porque realmente quieres ayudar.
Ikamelli rio suavemente.
—Siempre tan desconfiada, ¿eh? Bueno, no la culpo. Mi reputación no es la mejor, pero nunca he fallado a un amigo.
Yeiby permaneció en silencio, pero sus ojos mostraban duda. Aunque confiaba en Aresu, la actitud despreocupada de Ikamelli no la convencía.
Primera batalla: La Emboscada de los Hijos del Abismo
El grupo no tuvo que esperar mucho para enfrentarse al peligro. En su camino hacia el templo, fueron atacados por los Hijos del Abismo, criaturas deformes que servían al Fénix Negro.
Aresu lideró la carga, pero la maldición que lo consumía comenzó a manifestarse. Sus ataques se volvían más feroces, más incontrolables, mientras la oscuridad lo envolvía.
—¡Aresu, detente! —gritó Yeiby.
Ikamelli intervino rápidamente, cubriendo a Aresu mientras éste luchaba contra su propia oscuridad. Con un rugido, desató el poder de su linaje dracónico, un resplandor dorado que iluminó el campo de batalla y redujo a cenizas a varios enemigos.
—¡Aguanten! —gritó Ikamelli mientras bloqueaba un golpe dirigido hacia Naty.
A pesar de su valentía, Naty seguía desconfiando.
—¿Por qué luchas así, Dovahkiin? ¿Qué estás buscando realmente?
Ikamelli no respondió de inmediato. Sus ojos reflejaban dolor, pero no dijo nada mientras seguía enfrentando a las criaturas.
Al final, lograron salir victoriosos, pero las tensiones entre ellos aumentaron.
Una Noche de Revelaciones
Esa noche, alrededor de una fogata, la desconfianza de Naty y Yeiby hacia Ikamelli alcanzó su punto máximo.
—No entiendo por qué confías en él, Aresu —dijo Naty, cruzada de brazos—. Todo en él grita peligro.
Yeiby asintió.
—Nunca nos has hablado de él. ¿Cómo sabemos que no nos traicionará?
Ikamelli, sentado a cierta distancia, escuchaba en silencio. Finalmente, se levantó y se acercó al grupo.
—Tienen razón en dudar de mí —dijo, mirando a ambas con seriedad—. No soy un santo. He hecho cosas de las que no estoy orgulloso, pero nunca, nunca he traicionado a Aresu.
Yeiby no parecía convencida.
—¿Qué clase de cosas?
Ikamelli suspiró, el dolor en sus ojos era evidente.
—No importa. Mi pasado es mío, y no es algo que compartiré con ustedes. Pero si quieren pruebas de mi lealtad, las tendrán.
Segunda Batalla: El Guardián del Templo
Cuando llegaron al templo, se enfrentaron al Guardián del Fénix, una criatura gigantesca forjada de piedra y fuego.
La batalla fue intensa. Aresu luchaba con todo su ser, pero cada golpe que daba parecía alimentar la oscuridad en su interior. Yeiby y Naty combinaron conjuros para mantener a la criatura a raya, mientras Ikamelli usaba su poder dracónico para debilitar sus defensas.
En un momento crítico, el Guardián lanzó un ataque devastador hacia Yeiby. Sin dudarlo, Ikamelli se interpuso, usando su cuerpo como escudo.
—¡No mientras yo esté aquí! —rugió, desatando un último estallido de poder que finalmente derribó al Guardián.
A pesar de sus heridas, Ikamelli se levantó lentamente, mirando a Naty y Yeiby.
—¿Eso es suficiente prueba para ustedes?
Naty, aunque todavía seria, asintió.
—Tal vez no seas tan inútil como pensaba.
Yeiby se acercó a él, inclinando la cabeza en señal de respeto.
—Gracias, Ikamelli.
Dentro del templo, descubrieron que para purgar la oscuridad de Aresu, tendrían que descender al corazón del Abismo y enfrentarse al Fénix Negro en su núcleo.
Ikamelli observó a sus amigos, una llama renovada en sus ojos dorados.
—No sé si saldremos de esta, pero si lo hacemos, prometo que la próxima ronda corre por mi cuenta.
Aresu rio, colocando una mano en su hombro.
—Gracias, viejo amigo. Siempre supe que podía contar contigo.
Con el destino del mundo pendiendo de un hilo, el grupo se preparó para enfrentarse a su desafío más grande.