La Llama Eterna

La Llama Eterna 5: El Renacer del Fénix

Descenso al Abismo

El aire se volvía más espeso con cada paso que daban hacia el corazón del Abismo. El suelo temblaba bajo sus pies, como si la propia tierra intentara advertirles del peligro que acechaba. El templo antiguo había sido solo el principio de su camino, y ahora enfrentaban lo peor: el núcleo del Fénix Negro, la entidad que había corrompido a Aresu, que lo había hecho casi perderse en las sombras.

La leyenda decía que solo un sacrificio genuino, un acto de amor inquebrantable, podría extinguir la llama oscura que ardía en su corazón. Pero Aresu ya no estaba seguro de poder resistir.

Naty, Yeiby, Ikamelli y Aresu avanzaron en silencio, el peso de sus misiones sobre sus hombros. La oscuridad se sentía más densa aquí, un lugar donde las leyes de la naturaleza parecían no existir.

Aresu no pudo evitar pensar en las palabras de Ikamelli: “El Fénix Negro no es solo una criatura. Es un espejo de lo que hay en lo más profundo de tu alma.”

La Batalla Final: El Fénix Negro

Al llegar al centro del Abismo, encontraron lo que buscaban: un vasto campo de energía, un océano de sombras en el que danzaban destellos rojos y negros. Allí, en medio de las tinieblas, el Fénix Negro aguardaba. Su forma era monstruosa, con alas que cubrían el cielo y ojos que reflejaban la desesperación misma.

—¡Aresu! —gritó Yeiby, luchando contra la fuerza del viento que emanaba de la criatura—. ¡No permitas que tome control de ti!

Pero Aresu sentía que ya no podía resistir. La voz del Fénix resonaba en su mente.

“Eres mío, Aresu. Siempre lo has sido. Solo aceptálo.”

El Fénix Negro descendió hacia ellos, sus garras afiladas como cuchillas. Ikamelli se adelantó, desenvainando su espada con destreza y creando una barrera de energía para proteger al grupo.

—¡No dejaré que te lleve! —gritó Ikamelli, el brillo dorado de su linaje dracónico iluminando el abismo.

A pesar de sus esfuerzos, el Fénix Negro parecía imparable. Aresu sabía que debía hacer algo, pero no estaba seguro de cómo. Fue entonces cuando vio a Yeiby, con su mirada llena de determinación, dispuesta a sacrificarse por él.

—¡Aresu, confía en mí! —gritó Yeiby, extendiendo su mano hacia él.

Un destello de esperanza cruzó la mente de Aresu. Era verdad. Su amor era el ancla que aún lo mantenía unido a la luz.

El Sacrificio de Aresu

En un momento de desesperación, Aresu entendió lo que debía hacer. No podía seguir huyendo de la oscuridad dentro de él, ni dejar que la maldición siguiera dañando a los que amaba. Aresu se adelantó, sin que nadie pudiera detenerlo, y se enfrentó al Fénix Negro.

—¡Si debo sacrificarme para salvarlos, lo haré! —gritó, dejando que la oscuridad tomara su cuerpo por completo, mientras la llama negra en su pecho comenzaba a consumirlo.

De repente, una explosión de luz se desató, iluminando todo el Abismo. Yeiby, con una sonrisa triste, extendió sus manos hacia Aresu, mientras un lazo de energía se formaba entre ellos.

—No lo hagas, Aresu. ¡Yo te amo! —suplicó Yeiby, pero el sacrificio de Aresu ya estaba en marcha.

Aresu cerró los ojos y dejó que el poder de la llama lo envolviera. Sin embargo, en su último aliento, sintió una calidez en su pecho. No era el Fénix Negro, sino la luz de su amor por Yeiby lo que estaba purificándolo. Su sacrificio no fue en vano. La llama oscura se extinguió, y la oscuridad que había consumido su alma se desvaneció como niebla al amanecer.

El Fénix Negro, debilitado, rugió en agonía antes de ser derrotado por el poder combinado de Aresu, Yeiby, Naty e Ikamelli.

La Renuncia al Abismo

El aire en el Abismo se disipó, dejando un profundo silencio. La criatura monstruosa que había sido el Fénix Negro desapareció, dejando solo la energía residual del sacrificio. Aresu, agotado, cayó al suelo. Yeiby corrió hacia él, y al ver que aún respiraba, lo abrazó con fuerza.

—Lo hiciste, Aresu. Estás libre —susurró Yeiby, las lágrimas corriendo por su rostro.

Aresu sonrió débilmente.

—No me dejaste… hacer esto solo. Gracias.

Ikamelli y Naty se acercaron, observando en silencio. A pesar de las tensiones anteriores, sabían que habían logrado lo imposible.

—Estás vivo, Aresu. Y por lo que veo, aún tienes a alguien a tu lado que te ama. Eso es lo que importa. —Ikamelli sonrió, aunque sus palabras reflejaban la sabiduría de alguien que había vivido más de lo que dejaba ver.

Naty asintió.

—Lo peor ha pasado. Ahora debemos regresar a casa, donde podremos descansar y sanar lo que se ha roto.

Un Nuevo Comienzo

Aunque Aresu había sido purificado, el camino hacia la sanación aún sería largo. Pero ahora, con la ayuda de sus amigos, con la fuerza de su amor por Yeiby, y con la lealtad de Ikamelli y Naty, sabía que podía enfrentar lo que viniera.

El grupo regresó a su tierra natal, donde los rumores de su victoria se extendieron rápidamente. Sin embargo, el viaje de Aresu y Yeiby no había terminado. Nuevas amenazas surgían en el horizonte, y el destino les deparaba más pruebas.

Aresu miró a Yeiby, a su lado, y vio la misma determinación en sus ojos.

—Esto es solo el comienzo, ¿verdad? —preguntó Aresu.

Yeiby sonrió, acariciando su rostro.

—Siempre será el comienzo mientras estemos juntos.

Y así, con la llama eterna aún ardiendo en sus corazones, sabían que aún había mucho por descubrir, mucho por vencer. Y el destino del Fénix Negro estaba lejos de ser el último desafío que enfrentarían.




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