James Camacho... Siempre le divertía su nombre. De la puerta de la casa hacia afuera era James... Así lo pronunciaban todos, era su nombre legal. Había nacido y crecido en Staten Island, en un pequeño departamento junto a sus padres y sus hermanas menores. Pero allí se llamaba Jim... El pequeño y travieso Jim.
Durante años, toda su vida había deseado ser un gran beisbolista. Su padre había sido jugador de un equipo de ligas menores en su Venezuela natal y había transmitido el amor por el juego a su vástago. Cuando le veía jugar se llenaba de orgullo.
Y allí estaba él, James, sentado en su habitación a mediados de octubre, observando los pósters, banderas y memorabilia de los Yankees... Habían sido semanas muy duras fingiendo alegría, fingiendo estar bien.
Afuera su madre estaba aún levantando los cubiertos de la temprana cena. Sus hermanas habían sido vencidas por el llanto, el aún se sorprendia de ser fuerte. Pero debía serlo, siempre debía serlo.
Cuando semanas antes, en la secundaria oyeron la noticia muchos se aterraron, pero el no mostró emoción alguna. Durante días no habló demasiado, pero nadie lo notó. Eso fué antes de convertirse en amigo de Alex y Faith claro. Ellos lo habrían notado.
De pronto tuvo nostalgia. Les recordaba y se preguntaba cómo habrían tomado la noticia, o si ya los rumores les habrían llegado.
James salió días antes de la barraca acompañado del profesor McMillan y de una mujer baja y robusta, Hilda Roberts quien era su patrocinante.
Roberts le había descubierto cuando estalló la controversia. Las estadísticas de su juego en la liga infantil eran demasiado altas como para ser naturales. Sospechaban que usaba drogas.
Había perdido la posibilidad de convertirse en una estrella del béisbol... Pero quizá había ganado otra oportunidad con la Troyes.
Pero hoy también eso se había ido. Ya no podría dejar a su familia sola, a su madre cuidando a sus hermanas.
- "Siempre debes ser lo mejor que puedas ser" ese debe ser tu destino, en eso creía tu padre - dijo su madre cuando James le propuso pedir el cambio a la pequeña secundaria de Nueva York. Allí no se uniría a la Orden, pero quien sabe, podría obtener una beca universitaria...
- Mamá, ¿Cómo quieres que te deje sola con mis hermanas?
- James... Cada día que estuve casada con tu padre sabía que este día podía llegar. Fué casi una alivio cuando me llamaron ¿Sabes?... Esperaba que aún estuviera aquí, que se abriría la puerta y el entraría. Pero terminó. Fué un mes demasiado largo. - Ella no lloraba, nunca lo hacía delante de ellos. En eso se parecían.
- ¿Crees que debo seguir como si nada?
- No... Creo que debes seguir porque hacer otra cosa es morir... Y te quiero viviendo tu propia vida Jim... Alcanzando tu máximo potencial bebé. Es lo que tu padre habría querido.
El viejo casco con el número de su padre estaba en el salón. También las fotos de él y sus hijos junto a camiones de bomberos, en la estación, con los demás miembros del escuadrón.
Su padre no habría querido que se detuviera. Ellos no tenían idea de la verdad, que el podría también dedicarse a salvar a otros, a ofrecer su vida por el bien de los demás, ese podía ser su destino.
Habían guardado una de las fotos del entierro de su padre como recuerdo. Era pequeña y mostraba a un apuesto hombre sonriente sentado al frente del camión de bomberos.
James pidió conservarla, quería mostrarla a sus amigos. Quería que ellos le conocieran.
El nombre de su padre estaba en dorado al pie de la fotografía.
Carlos Ramón Camacho.
20-7-76 - 11-9-2001 (+)

Era domingo cuando James volvió y estaba en el lago con sus amigos. Hacía demasiado frío como para que hubiese alguien más allí nadando así que Alex, Faith y James estaban dando un pequeño paseo, comiendo al lado de la orilla.
James había encontrado un tubo y bateaba pequeñas piedras al centro del lago. Alex silbó asombrado cuando la última llegó casi a la otra orilla. James no había fallado ni una
- Si hubieses ido a las grandes ligas ¡ganarias millones! - le dijo con pasión, no disfrutaba tanto del béisbol como del soccer, pero aún así admiraba la habilidad de su amigo.
- Si, lástima que llamase tanto la atención... Aunque es lo que me trajo aquí. Reflejos, velocidad y fuerza mejorados... Esa es mi habilidad. No puedo competir contra Logan o Graham, pero no se me da mal supongo.
- ¿Cómo es que nadie lo ha notado este año? - preguntó Faith, en sus manos tenia la foto del padre de James. Lo primero que hizo al llegar fue hablarles de él.
- Preferí mantenerme al margen... No llamar la atención aún. Ya sabes, soy un chico humilde y no me gusta ser el centro de atención.
Alex puso los ojos en blanco... Hacía menos de dos semanas, y no se sabía cómo, Jim había introducido un contrabando de tinte para el cabello. Colocarlo en los botes de shampoo era la otra mitad de la hazaña. Un tercio del curso tuvo el cabello rosa durante días.
- Seguro... Eso es evidente en tu registro permanente. - se burló Faith.
Los tres rieron un rato.
James se había sincerado con sus amigos. Había roto un pequeño dique y había encontrado en sus amigos, pues eso mismo, amistad. Frances le había dicho que varios de sus compañeros serían niños rotos. James era excepcional pues su habilidad había despertado, no por temor, odio o despecho... Pero estuvo a punto de quebrarse. No podía imaginar Alex cuánto le habría costado sostener la sonrisa durante los días anteriores a que identificasen a su padre.
Alex necesitaba corresponderle de alguna forma.
- Mi familia, desde que se tiene memoria, han sido brujos - empezó Alex - Mi bisabuelo era Thomas Casey.
James y Faith levantaron la vista. El nombre de Thomas Casey había sido mencionado un par de veces en clases de metafísica como el último archimago. Su poder era legendario.
<<A principios de verano una chica se extravió en el bosque...>>